Mientras en algunos países se discute el retorno presencial o virtual a las clases y en otros los más pequeños se preparan para las vacaciones de verano, en diferentes latitudes hay millones de niños y niñas trabajando. Lo más grave es que esto no pareciera ser prioritario de resolver. El informe “Trabajo infantil: Estimaciones mundiales 2020, tendencias y el camino a seguir” hace un balance de la situación en la que nos encontramos actualmente en lo que respecta al esfuerzo mundial para poner fin al trabajo infantil. Este documento ha sido publicado por la Organización Internacional del Trabajo (OIT) y el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) y describe el alcance y las características fundamentales del trabajo infantil hoy en día, y los cambios operados con el tiempo.
Lo que muestra la investigación es ciertamente alarmante. Según se desprende de esta, los progresos mundiales en la lucha contra el trabajo infantil se han estancado por primera vez desde hace dos decenios. Además, las y los expertos advierten que, si no se adoptan medidas urgentes de mitigación, la crisis de la COVID-19 probablemente dé lugar a que muchos más millones de niños se encuentren en situación de trabajo infantil. Estos resultados ponen de manifiesto la cruda realidad del escaso e insuficiente compromiso de la comunidad internacional con poner fin al trabajo infantil de aquí a 2025.
Detrás de las cifras hay niñas y niños que sufren. Los números son inaceptables: 160 millones de niños –63 millones de niñas y 97 millones de niños– se encontraban en situación de trabajo infantil a nivel mundial a principios de 2020, lo que representa casi 1 de cada 10 niños en todo el mundo. Además, un total de 79 millones de niños –casi la mitad de todos los niños en situación de trabajo infantil– realizaban trabajos peligrosos que ponían directamente en peligro su salud, seguridad y desarrollo moral. De manera análoga, el porcentaje de niños que realizan trabajos peligrosos prácticamente no ha cambiado, pero ha aumentado en 6,5 millones en términos absolutos.
El documento analiza los avances y retrocesos por regiones y explica que en África Subsahariana se observan los peores resultados. En esta región, tanto el número como el porcentaje de niños en situación de trabajo infantil se han incrementado desde 2012. En la actualidad, hay más niños en situación de trabajo infantil en África Subsahariana que en el resto del mundo. Según las estimaciones, los objetivos mundiales en la lucha contra el trabajo infantil no se alcanzarán si no se logra un avance en esta región. Asimismo, indica que aún en las regiones en las que se han registrado avances desde 2016, en particular Asia y el Pacífico, y América Latina y el Caribe, la COVID-19 podría revertir dichos avances.
En el informe se destaca también un aumento sustancial de la cantidad de menores de 5 a 11 años que trabajan, y que actualmente representan algo más de la mitad de todos los casos de trabajo infantil a escala mundial. La cantidad de niños y niñas de 5 a 17 años que realizan un trabajo peligroso, por el cual se entiende todo trabajo susceptible de mermar su salud, seguridad o moral, ha aumentado en 6,5 millones desde 2016, hasta alcanzar 79 millones.
Otro aspecto que pone de manifiesto la investigación es que, el cierre de centros educativos como consecuencia de la pandemia puede conllevar que los niños trabajen más horas, o en peores condiciones, al tiempo que muchos otros podrían verse obligados a realizar las peores formas de trabajo infantil debido a la pérdida de empleo e ingresos de las familias vulnerables.
Entre las principales conclusiones del informe las cifras son muy desalentadores, entre las más graves se destacan la siguientes: El 70% de los casos de trabajo infantil (112 millones de niños) se dan en el sector agrícola, seguido del 20% (31,4 millones de niños) en el sector de servicios y el 10% (16,5 millones de niños) en el sector industrial. Además, casi el 28% de los niños de 5 a 11 años y el 35% de los niños de 12 a 14 años que trabajan no están escolarizados. El documento muestra que, el trabajo infantil se da con más frecuencia en el caso de los niños que en el de las niñas, con independencia de su edad. Con respecto a las tareas domésticas realizadas durante 21 horas semanales, o más, la disparidad de género en cuanto a trabajo infantil es menor. Por otra parte, se muestra que el trabajo infantil en zonas rurales (14%) es casi tres veces más frecuente que en zonas urbanas (5%).
Henrietta Fore, Directora Ejecutiva de UNICEF manifestó que: “Estamos perdiendo terreno en la lucha contra el trabajo infantil, y el último año no ha facilitado nuestra labor. En este segundo año de confinamientos en todo el mundo, cierre de escuelas, crisis económicas y ajustes presupuestarios a escala nacional, las familias se ven obligadas a tomar decisiones muy drásticas. Instamos a los gobiernos y a los bancos internacionales de desarrollo a que den prioridad a las inversiones en programas que permitan a los niños salir de la fuerza de trabajo y regresar a la escuela, así como en programas de protección social que faciliten esa labor a las familias.”
La OIT y UNICEF concluyen que, de cara a la reconstrucción que están comenzando a desarrollar muchos estados, los derechos humanos de las y los niños deben estar en el centro. El trabajo infantil merma la educación, restringe sus derechos y limita sus oportunidades en el futuro. Con objeto de evitar que el trabajo infantil siga aumentando, el documento realiza las siguientes recomendaciones para que las administraciones tomen en cuenta: