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Hablar de Agenda 2030 o de ODS es moneda corriente en muchos países como el nuestro. Sin embargo, en otras latitudes, a donde el hambre y la pobreza abundan, pensar en el desarrollo sostenible no es más que una utopía. Un informe publicado por diversos organismos internacionales advierte que el acceso universal a la energía sostenible, indispensable para luchar contra la emergencia climática, es impensado para algunos países a donde la desigualdad impera. Aunque más de mil millones de personas obtuvieron acceso a la electricidad a nivel mundial a lo largo de la última década, el documento sostiene que, tras la pandemia, 30 millones de personas no puedan afrontar el costo de los servicios básicos de energía.

El acceso a la energía es un privilegio de algunas regiones del mundo. Aunque parezca impensado, aún hoy en el siglo XXI, la energía eléctrica sigue siendo un bien inalcanzable para muchos países. Si ni siquiera podemos hablar de acceso a la energía, ¿cómo podremos hablar de energía sostenible? Mientras haya desigualdad, el desarrollo sostenible no será más que un slogan, como diría alguna vez Jordi Jaumà, fundador de este diario "Agenda 2030, pinta y colorea".

El Banco Mundial (BM) en un comunicado realizado a partir de la publicación del documento Tracking SDG 7: The Energy Progress Report (Seguimiento del ODS 7: El informe de progreso en materia de energía) realizado por la Agencia Internacional de Energías Renovables, el Departamento de Asuntos Económicos y Sociales de las Naciones Unidas, el Banco Mundial y la Organización Mundial de la Salud, advierte sobre la inaceptable desigualdad en el plano del acceso a la energía. La publicación afirma que, durante la última década, un mayor porcentaje de la población mundial obtuvo acceso a la electricidad; sin embargo, la cantidad de personas que no tienen electricidad en África al sur del Sahara de hecho aumentó. Si no se intensifican considerablemente los esfuerzos en los países con los mayores déficits, el mundo seguirá sin poder garantizar el acceso universal a energía asequible, confiable, sostenible y moderna para 2030.

Una vez más los avances son desiguales. Según el informe, desde el año 2010, se ha avanzado significativamente en varios aspectos del Objetivo de Desarrollo Sostenible (ODS) 7, pero el progreso no ha sido equitativo en todas las regiones. Aunque más de mil millones de personas obtuvieron acceso a la electricidad a nivel mundial a lo largo de la última década, el impacto financiero de la COVID-19 ha hecho que 30 millones más de personas, la mayoría de ellas situadas en África, no puedan afrontar el costo de los servicios básicos de electricidad.  

Se trata de un camino sinuoso con avances y retrocesos. Si bien no todas son malas noticias, el Banco Mundial explica que la llegada del coronavirus será un gran punto en contra. En este sentido, el comunicado afirma que En el mundo, la cantidad de personas sin acceso a la electricidad disminuyó de 1200 millones en 2010 a 759 millones en 2019. Se aceleró especialmente la electrificación mediante soluciones descentralizadas basadas en energías renovables. La cantidad de personas conectadas a minirredes aumentó más del doble entre 2010 y 2019, y subió de 5 millones a 11 millones de personas. Sin embargo, habida cuenta de las políticas actuales y planificadas, y debido a los impactos de la crisis provocada por la COVID-19, se estima que 660 millones de personas, la mayoría de ellas en África al sur del Sahara, seguirán sin tener acceso a la electricidad en 2030.

Los datos son contundentes. Al tiempo que millones de personas no pueden acceder a algo tan básico y fundamental como la energía eléctrica, alrededor de 2.600 millones de personas no tienen acceso a formas limpias de cocinar, lo que equivale a un tercio de la población mundial. Lo cual provoca millones de muertes cada año debido a la inhalación de humos de cocina. El comunicado lo dice con claridad: “si no se toman medidas rápidas para ampliar el acceso a formas limpias de cocinar, el mundo no alcanzará su meta por un 30 % para el año 2030”.  

Estamos a menos de 10 años para cumplir con las metas propuesta por la Agenda 2030 y todo indicaría que no vamos a llegar. De nada sirve que en algunos países la energía sostenible sea un hecho, mientras que en otros ni si quiera haya luz eléctrica. El informe examina diversos modos de salvar la brecha para cumplir con el ODS 7, principalmente el objetivo de aumentar de manera significativa las energías renovables, que han demostrado ser más resilientes que otras partes del sector energético durante la crisis provocada por la COVID-19. Las energías renovables son las más dinámicas en el sector eléctrico: lograron un crecimiento cercano al 25 % en 2018, mientras que los avances en los sectores del transporte y la calefacción han sido mucho más lentos. Asimismo, el transporte tiene la tasa de penetración de energías renovables más baja de todos los sectores, con solo un 3,4 % de suministro de fuentes renovables en 2018.

Con el propósito de aumentar de manera significativa la proporción de energía renovable en consonancia con la meta del ODS 7, los expertos afirman que los esfuerzos actuales deben acelerarse en todos los sectores de uso final para ampliar la aceptación de las energías renovables y, al mismo tiempo, contener la demanda total de energía. Para esto, los flujos financieros internacionales tienen un papel protagónico. Al respecto, el documento cuestiona el accionar de los países más ricos. Los flujos financieros públicos internacionales destinados a los países en desarrollo en apoyo de la energía limpia ascendieron en el último tiempo. Esta tendencia, sin embargo, enmascara algunas discrepancias distributivas importantes, ya que los compromisos financieros se concentran en algunos pocos países y, por lo tanto, no llegan a muchos de los países que más necesitan el apoyo internacional. Es por esto, que el documento concluye que es necesario ampliar aún más los flujos financieros internacionales y dirigirlos progresivamente hacia aquellos países que están más rezagados en la consecución del ODS 7.  

Sin energía sostenible, la Agenda 2030 no será más que una frase vacía. Mientras la desigualdad continúe aumentando como lo está haciendo en todo el globo, necesitaremos el doble o el triple del tiempo para alcanzar los ODS. ¿10 años más? ¿y qué pasará con las personas mientras tanto? Sabemos que esto no puede esperar. La aceleración del ritmo de avance en todas las regiones requerirá de un compromiso político más firme, planificación en materia de energía a largo plazo y políticas e incentivos a escala que sean adecuados para estimular la rápida aceptación de las soluciones de energía sostenible.

Por la magnitud de la problemática, la importancia de generar alianzas estratégicas y trabajar en conjunto se vuelve indispensable. Aunque las inversiones en energía limpia siguen proviniendo principalmente del sector privado, tal como asevera el documento del Banco Mundial, el sector público sigue siendo una importante fuente de financiamiento y desempeña una función central en cuanto al aprovechamiento del capital privado, especialmente en los países en desarrollo y en el contexto posterior a la COVID-19. Habrá que redoblar esfuerzos si de verdad  no queremos dejar a nadie atrás.

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