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Mañana,12 de junio, se conmemora el Día Mundial contra el Trabajo Infantil. Un día que no debería existir en el calendario, porque no debiera haber explotación infantil. Aunque parezca impensado en el siglo XXI, aún hoy, millones de niños y niñas de todo el mundo se dedican a algún tipo de trabajo peligroso o en el que son explotados, por lo general a expensas de su salud y su educación. Un informe publicado por la OIT y UNICEF advierte que, por primera vez en dos décadas, las cifras de trabajo infantil han aumentado y la pandemia podría empeorar aún más esta situación.

Mientras haya un solo niño o niña trabajando no podremos hablar de justicia social en el mundo. Ya no podemos esperar más. La explotación infantil debe acabar. Más aún en el actual contexto signado por la pandemia, en el cual según informa Naciones Unidas los avances para acabar con esta explotación se han estancado por primera vez en dos décadas y la crisis generada por el coronavirus amenaza con abocar al trabajo infantil a nueve millones más de niños para 2022.

Las cifras son cada vez más preocupantes, como así también lo es la inacción de los líderes mundiales. Un nuevo informe conjunto de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) y el Fondo de la ONU para la Infancia (UNICEF) indica que el mundo no está en vías de eliminar el flagelo para 2025 y que, para cumplir esa meta, el progreso global tendría que ser casi 18 veces más rápido que en los últimos 20 años. Sumado a esto, los expertos advierten que esto podría empeorar aún más en los próximos años si no se toman medidas urgentes.

Los números son estremecedores. Detrás de estas cifras hay miles de infancias que se pierden, vidas arrebatadas. Se calcula que la pandemia podría llevar a nueve millones más de niños al trabajo infantil hacia finales de 2022 y que, según las predicciones de un modelo de simulación, esta cifra podría aumentar hasta los 46 millones si los menores carecen de acceso a una cobertura de protección social básica y educación. El reporte señala que se ha producido un aumento significativo del número de niños de 5 a 11 años que trabajan, una franja de edad que representa algo más de la mitad de la cifra total mundial, y que desde 2016 también creció en 6,5 millones el número de menores de 5 a 17 años que desempeñan tareas peligrosas, hasta alcanzar los 79 millones.

El progreso mundial contra el trabajo infantil se ha estancado desde 2016. El porcentaje de niños y niñas en situación de trabajo infantil se mantuvo sin cambios durante el período de cuatro años, mientras que el número absoluto de niños que trabajan aumentó en más de 8 millones. Del mismo modo, el porcentaje de niños que realizan trabajos peligrosos se mantuvo. El panorama mundial oculta los continuos avances contra el trabajo infantil en Asia y el Pacífico, y en América Latina y el Caribe. En ambas regiones, el trabajo infantil ha disminuido en los últimos cuatro años, tanto en porcentaje como en términos absolutos. Un progreso similar en el África subsahariana ha resultado difícil de alcanzar. En esta región, explica el informe, ha experimentado un aumento tanto en el número como en el porcentaje de niños que trabajan desde 2012. Ahora hay más niños que trabajan en el África subsahariana que en el resto del mundo juntos.

Las regiones de África y Asia y el Pacífico juntas alcanzan la cifra de casi nueve de cada diez niños en situación de trabajo infantil en todo el mundo. La población restante se divide entre las Américas (11 millones), Europa y Asia Central (6 millones) y los Estados árabes (1 millón). En términos de incidencia, el cinco por ciento de los niños están en situación de trabajo infantil en las Américas, el cuatro en Europa y Asia Central, y el tres en los Estados Árabes.

Lo dijimos y lo volvemos a decir: El trabajo infantil es inadmisible. Es una vergüenza como humanidad que esto siga ocurriendo aún hoy. El informe de la OIT y UNICEF concluye que, para invertir la tendencia al alza del trabajo infantil, se debe avanzar con las siguientes acciones:

  • Una protección social adecuada para todos, que incluya prestaciones universales para los niños.
  • Aumentar el gasto en educación de calidad y conseguir que todos los niños vuelvan a la escuela, incluidos los que no iban antes de la COVID-19.
  • Fomentar el trabajo decente para los adultos, de modo que las familias no tengan que recurrir a la ayuda de los niños para generar ingresos familiares.
  • Acabar con las normas de género nocivas y la discriminación que influyen en el trabajo infantil.
  • Invertir en sistemas de protección de la infancia, desarrollo agrícola, servicios públicos rurales, infraestructuras y medios de vida.

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