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A medida que los países van saliendo de los peores meses de la crisis sistémica generada por el coronavirus, los gobiernos tienen la oportunidad única para llevar adelante una recuperación ecológica e inclusiva que tenga en cuenta la protección de las personas, pero también del planeta. Un documento publicado por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OECD) advierte que debemos aplicar las lecciones aprendidas de otras crisis para acelerar una recuperación justa y baja en carbono. Esto significa integrar sistemáticamente las consideraciones medioambientales y de equidad en el proceso de recuperación y estímulo económico. El comunicado afirma que, si nos centramos en cinco sectores estratégicos, podemos reducir hasta el 90% de las emisiones de carbono actuales.

A la pregunta sobre si la recuperación verde tras la pandemia es una utopía o realidad la respuesta es claramente realidad. Es posible, pero sólo si se cuenta con la voluntad política y el compromiso social para llevarlo a cabo.  Un documento publicado por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OECD) sostiene que tenemos el conocimiento necesario para no cometer los mismos errores y poder salir fortalecidos como sociedad tras la pandemia. La nueva normalidad ya está aquí y ahora es momento de pensar cómo haremos esta reconstrucción para que nadie se quede atrás: ni las personas ni el planeta.

La pandemia nos ha mostrado la importancia de estar preparados cuando las crisis golpean. Pero también nos ha mostrado que posponer las decisiones audaces puede tener enormes costes. No estábamos preparados para la crisis del COVID-19, pero si podemos prepararnos para las consecuencias que se avecinan de los retos actuales y cada vez más graves, como el cambio climático, el colapso de la biodiversidad, la contaminación atmosférica que acorta la vida y la acidificación de los océanos.

Durante los meses de confinamiento el planeta pudo respirar un poco. Si bien el consumo y la contaminación no se detuvieron por completo, la pandemia puso un freno temporal a las emisiones de CO2, junto con los contaminantes atmosféricos, procedentes del transporte y la actividad industrial.  Es por esto, que la OECD afirma que ya tenemos un precedente de que si es posible hacerlo y sólo depende de nosotros. Necesitamos políticas que apoyen y aprovechen los avances medioambientales que hemos tenido. Asimismo, la publicación advierte que debemos asegurarnos de que la recuperación posterior a la COVID-19 integre la inclusión con las preocupaciones sobre el clima y la biodiversidad, ya que, de lo contrario, las generaciones futuras serán responsables no sólo de pagar la enorme deuda que se está acumulando ahora, sino también de asumir la carga de hacer frente a futuras crisis relacionadas con el cambio climático y la pérdida de biodiversidad.

La consigna es clara: debemos aplicar las lecciones aprendidas de otras crisis para acelerar una recuperación justa y baja en carbono. Esto significa integrar sistemáticamente las consideraciones medioambientales y de equidad en el proceso de recuperación y estímulo económico. La investigación afirma que el mundo se está calentando más rápido de lo que se esperaba. Muchos científicos prevén que el planeta se calentará al menos 1,5 grados centígrados hacia 2050, o incluso antes, en relación con los niveles preindustriales. Esta perspectiva no es sostenible para nuestro bienestar ni nuestra prosperidad, pero tampoco es inevitable. La OECD afirma categóricamente que sabemos cuál es la causa del cambio climático y tenemos las herramientas necesarias para reducir drásticamente las emisiones de gases de efecto invernadero.

Casi tres cuartas partes de las emisiones de CO2 proceden de las actividades humanas y recientemente han empezado a aumentar de nuevo. Otros gases de efecto invernadero, como el metano y el óxido nitroso, también están aumentando. La actividad humana es la principal causa del cambio climático. Por lo tanto, si somos parte del problema pues entonces también somos parte de la solución. Podemos y debemos actuar ahora. La organización internacional sostiene que, si nos centramos en 5 sectores, podemos abordar hasta el 90% de las emisiones y de este modo, desvincular nuestro mundo de los combustibles fósiles y hacer que la transición a la energía limpia sea lo más asequible, justa y sostenible posible.

Los 5 sectores de la economía que menciona el documento son:

1. Agricultura: Esta utiliza el 40% de la superficie terrestre del mundo y es responsable directa del 12% de las emisiones mundiales de efecto invernadero, incluido el metano procedente de la ganadería, el óxido nitroso del estiércol y los fertilizantes, y otro 9% procedente del cambio de uso del suelo, incluida la deforestación. Centrarse en la agricultura y en el cambio de uso del suelo relacionado con ella será fundamental para reducir las emisiones, y puede ayudar a reponer nuestros bosques e invertir la pérdida de biodiversidad. También existe el potencial de utilizar los suelos agrícolas para capturar más carbono.

2. Edificios: Estos generan el 6% de las emisiones directas de efecto invernadero a nivel mundial, y un 12% adicional de las emisiones de gases de efecto invernadero derivadas del uso de la electricidad. El sector residencial es responsable de casi dos tercios de las emisiones de los edificios, la mayor parte de las cuales están relacionadas con la demanda de energía para calentar el hogar y el agua, cocinar y refrigerar. También hay que abordar las emisiones de todos los usos finales. Deben intensificarse las políticas para mejorar la calidad de los edificios, incluyendo el aislamiento y los materiales respetuosos con el medio ambiente. En el caso de los edificios nuevos, las tecnologías y los métodos de construcción son mucho más respetuosos con el clima y eficientes energéticamente que antes, y en muchos casos resultan más baratos que la construcción convencional. Los edificios existentes también pueden ser más eficientes, mediante la renovación y la readaptación.

3. Electricidad: La generación de electricidad es el mayor contribuyente a las emisiones de gases de efecto invernadero, y muchos países siguen utilizando combustibles fósiles, sobre todo carbón, para producir electricidad. Se siguen construyendo y planificando nuevas plantas de carbón. Las emisiones procedentes de la electricidad aumentaron un 2,5% en 2018 tras haberse estancado en los seis años anteriores, a pesar de las mejoras en la eficiencia energética y el creciente despliegue de las energías renovables. Las políticas para impulsar el desarrollo de la electricidad limpia son esenciales. 

4. Industria: Esta es responsable del 21% de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero, que aumentan debido a la urbanización, el crecimiento de la población y el aumento del nivel de vida. La mayoría de estas emisiones proceden de las industrias pesadas, que producen acero, productos químicos, combustibles, etc. Estas industrias son difíciles de descarbonizar dada su necesidad de alta intensidad energética. Hay que intensificar los esfuerzos para encontrar y aplicar soluciones, ya que el uso mundial de materias primas como el hierro y el acero, el cemento, el aluminio, el vidrio, la cerámica, los productos químicos, la pasta y el papel, y los productos petroquímicos, se duplicará prácticamente de aquí a 2060. Los procesos de minería y extracción también son intensivos en energía y deben ser abordados.

5. Transporte: Las emisiones de la carretera, el ferrocarril, la aviación y el transporte marítimo han crecido más rápido que en cualquier otro sector en los últimos 50 años. Hoy en día representan cerca del 14% del total de las emisiones de CO2 y son responsables del 24% de todas las emisiones de CO2 producidas por el hombre. El transporte depende del petróleo para el 94% de su energía.  La descarbonización de la movilidad de pasajeros y del transporte de mercancías requiere una combinación de políticas, desde la fijación de precios y la regulación hasta la inversión.  También se necesitan tecnologías, servicios, procesos y normativas innovadoras para que las alternativas más limpias sean más accesibles y asequibles, y para estimular un cambio masivo de uso. Para este proceso es fundamental una planificación integrada del uso del suelo y del transporte que reduzca las distancias entre las personas y las oportunidades y que fomente el transporte público, la bicicleta y los desplazamientos a pie.

El cambio climático supone un reto para todos y todas, pero que sea difícil no significa que sea imposible. Los gobiernos, las empresas y la ciudadanía pueden trabajar juntos para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero en su origen, y así reconstruir un futuro más verde y justo.  

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