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El día de hoy, 10 de marzo, entra en vigor el primer reglamento europeo adoptado en el ámbito del ambicioso Plan de Acción de la UE por unas finanzas sostenibles. Se trata de una apuesta por re activar la economía del viejo continente, sin perder de vista el medioambiente y la cohesión social.

Tras un año por demás complejo, el 2021 encuentra a la mayoría de las administraciones en la ardua tarea de prensar la reconstrucción post pandemia. En este contexto, Europa busca responder a algunas cuestiones cada vez más cruciales dada la necesidad de proyectar un modelo económico que lleve al Viejo Continente a salir de las múltiples crisis que ha traído la pandemia. Así, es que surgen algunas preguntas centrales a las cuales urge responder tales como: ¿Cómo se puede reconocer una actividad económica y financiera sostenible? ¿Qué características debe tener una inversión para poder definirse como realmente "verde"? ¿Y cómo defenderse de quien propone instrumentos financieros en los que el aspecto sostenible responde exclusivamente a la lógica del marketing?

El primer reglamento europeo adoptado en el ámbito del ambicioso Plan de Acción de la UE por unas finanzas sostenibles que entra en vigor el día de hoy, 10 de marzo, busca dar algunas respuestas a todos esos interrogantes.  La sostenibilidad en cuestiones financieras es aún una zona gris. Actualmente aún no tenemos un estándar compartido sobre qué se entiende por la tan nombrada sostenibilidad en las inversiones financieras, lo que permite que cada banco o gestor se dote de sus propias definiciones, que con frecuencia son débiles y hechas a la medida de sus necesidades.

Ante esta situación y conscientes de la importancia que tiene esta rama de la economía en la recuperación verde e inclusiva, Europa está dando pasos para definir un marco regulador: la Agenda de Finanzas Sostenibles. En este sentido, el plan de acción para las finanzas publicado en marzo de 2018 reconoce por un lado la insostenibilidad de buena parte del sistema financiero actual y, por otro, intenta intervenir para encuadrar y desarrollar una posible alternativa, incluyendo entre sus propios objetivos una reconducción de los flujos financieros públicos y privados hacia la sostenibilidad. El Reglamento 2088 de 2019, que entra en vigor el 10 de marzo de 2021, intenta dar una definición precisa de las inversiones sostenibles. 

El documento expositivo señala siete puntos fuertes que diferencian las finanzas éticas de las finanzas sostenibles. Estos son los siete aspectos principales que es necesario destacar: 

1. Maximización de beneficios económicos vs. maximización de beneficios para la colectividad: La primera diferencia entre los dos modelos reside en sus principios básicos. En la definición de finanzas sostenibles elaborada por la UE, la sostenibilidad es, en el mejor de los casos, un objetivo secundario al servicio de la maximización de beneficios para unos pocos, un factor competitivo que tener en cuenta para responder a la creciente demanda del mercado o un instrumento de marketing para reducir los riesgos para la reputación y dotarse de una imagen más limpia. El enfoque de las finanzas éticas es radicalmente distinto: busca la generación de beneficios económicos, pero en función del objetivo de maximizar los beneficios para las personas, la comunidad y el planeta.

2. Especulación financiera vs. enfoque sobre la economía real: Las finanzas sostenibles descritas en la nueva normativa europea no prevén obligación alguna de «no perjudicar a la colectividad y la economía real» para aquellos gestores financieros que quieran llamarse sostenibles. Las finanzas éticas, por el contrario, repudian la especulación y están orientadas a la financiación de una economía real capaz de favorecer el bienestar de la sociedad. De entre sus propios valores, las finanzas éticas ponen el acento en el acceso al crédito y la inclusión financiera de los sujetos más débiles

3.Modelo "de escaparate" vs. modelo "holístico" : El planteamiento de las finanzas sostenibles promovido por la UE se concentra casi exclusivamente en los productos financieros específicos, no en el conjunto de las actividades propuestas por un grupo bancario. Además, por el momento, el ámbito de aplicación afecta únicamente a las actividades de gestión e inversión de productos financieros, no a la concesión de crédito o a otras actividades bancarias. Las entidades que se inspiran en las finanzas éticas, por el contrario, se basan en la coherencia del conjunto de sus actividades. Las entidades que hacen finanzas éticas ponen la transparencia y la equidad en el centro y valoran todas las inversiones tanto en el plano de los posibles resultados económicos como en el de los impactos sociales y ambientales.

4. Modelos de gobernanza: qué papel se da a la transparencia y la participación: Los gestores de finanzas éticas tienen una gobernanza y estructuras societarias basadas en la transparencia, la participación de la base social y la clientela, una horquilla máxima de remuneraciones, etc. Las nuevas normas de la UE abordan temas vinculados a la transparencia, pero lo hacen desde una óptica de producto y no tienen en cuenta el comportamiento del agente proponente en su conjunto. 

5. Valoración de criterios ambientales, sociales y de gobernanza (ASG): visión parcial vs. visión de conjunto: En el enfoque de la UE, la sostenibilidad se define casi exclusivamente en función del componente medioambiental. Las finanzas éticas, por el contrario, tienen en cuenta todos los aspectos ambientales, sociales y de gobernanza del análisis ASG tradicional, así como sus interrelaciones respectivas. Las finanzas éticas parten de la definición de algunos sectores económicos que es necesario excluir de las inversiones (armas, fuentes fósiles de energía, pornografía, etc.), valorando después las empresas que operan en sectores no excluidos en base a una visión global de su impacto.

6. Ejercer presión como grupo financiero vs. educar en una visión crítica de las finanzas:  Otra diferencia sustancial es la actividad como grupo de presión que desarrollan las finanzas convencionales, que invierten sumas considerables para condicionar las decisiones de los legisladores, llegando incluso a pedir que se incluya el sector nuclear o algunas inversiones en combustibles fósiles entre las actividades que deben considerarse «sostenibles». Si bien dialogan con instituciones y legisladores, las finanzas éticas se concentran más en actividades de sensibilización de la base, las comunidades y las personas, para hacerles comprender los impactos negativos de unas finanzas orientadas por completo a la maximización de beneficios a cortísimo plazo.

7.Mantenimiento del statu quo vs. transformación social:  La normativa de la UE no impide que las empresas que venden productos de finanzas sostenibles recurran a paraísos fiscales, adopten políticas de gestión poco equitativas, etc. La normativa no favorece que los intermediarios financieros «sostenibles»  promuevan modelos de gestión más responsables e inclusivos en las empresas en las que invierten. Entre los objetivos de las finanzas éticas, por el contrario, se recurre al compromiso y el accionariado activo para promover comportamientos más éticos en las empresas a fin de producir impactos ambientales y sociales positivos a largo plazo. A través de fondos comunes de inversión ética o en colaboración con organizaciones no gubernamentales, las finanzas éticas se esfuerzan por ser interlocutoras activas de las grandes corporaciones, denunciando públicamente los comportamientos nocivos para las personas y el medio ambiente.

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