¿Existen alternativas al crecimiento económico? ¿Cómo pueden prosperar y crecer las sociedades y las personas sin dañar el medio ambiente y el clima? Estas son algunas de las preguntas más complejas de nuestros tiempos. De cara a un año que será determinante ya que la mayoría de los Estados se enfrenta a los desafíos que supone la reconstrucción social, política y económica tras la pandemia, preguntarnos por el crecimiento económico sostenible resulta apremiante.
Es innegable que el crecimiento económico está estrechamente vinculado al aumento de la producción, el consumo y el uso de recursos, lo que tiene efectos negativos sobre la naturaleza, el clima y la salud humana. Vivimos en un mundo con recursos finitos, aunque a veces lo olvidemos. Los modos de producción capitalista y la ideología extractivista y de expolio permanente de los recursos naturales y de las personas, a la larga o a la corta será inviable. Los seres humanos somos interdependientes tanto de las otras personas como del medioambiente y el sistema capitalista neoliberal no hace más que atentar constantemente con estos dos pilares fundaméntelas: la vida de las personas y del planeta. Pero entonces, ¿es posible lograr un crecimiento económico que no sea perjudicial?
Con el objetivo de aportar algunas claves al debate sobre la sostenibilidad, el informe "Crecimiento sin crecimiento económico" realizado por la Agencia Europea de Medio Ambiente (AEMA) y publicado a comienzos de 2021, explora formas alternativas de pensar en el crecimiento y el progreso. Las categorías de progreso, desarrollo, crecimiento y evolución son controversiales. Muchas veces el desarrollo para algunos países implica indefectiblemente la destrucción de los recursos naturales y la explotación de las personas, entonces la pregunta es ¿desarrollo y progreso para quién? El informe de la AEMA presenta una visión general de las distintas ideas sobre el progreso más allá del crecimiento económico.
Existen diversas corrientes de pensamiento que se proponen replantear el crecimiento económico y el progreso de la sociedad. El crecimiento verde, la teoría del decrecimiento, el pos crecimiento, entre muchas otras, pero todas comparten una propuesta de entender el desarrollo en otra clave. Las transformaciones económicas y políticas deben ir de la mano de cambios culturales que las acompañen. Poder generar nuevas narrativas alternativas a las hegemónicas es tan difícil como necesario.
En esta línea, el informe de la AEMA recuerda que el crecimiento económico está muy relacionado con los indicadores de bienestar humano, como la esperanza de vida y la educación. Las iniciativas políticas para un futuro sostenible requieren no sólo cambios tecnológicos, sino también cambios en el consumo y en las prácticas sociales. El reto es innovar en estilos de vida que consuman menos pero que sean atractivos para los individuos sin interés medioambiental, espiritual o ideológico. La publicación se pregunta si el Green Deal europeo, por ejemplo, podría convertirse en un catalizador de una sociedad que consuma menos y crezca en otras dimensiones que no sean los materiales.
La pandemia nos ha dejado un mundo nuevo. Estamos experimentando cambios muy rápidos e inesperados. Las lógicas de consumo se han modificado, pero en ningún caso han disminuido. Cuando creíamos que el aislamiento obligatorio detendría el consumo desmedido, las tiendas se las ingeniaron para vender de manera online y empresas como Amazon aumentaron sus acciones de manera exponencial. De momento, las transformaciones en la plano del consumo no parecieran ser positivas. La gran Aceleración del consumo humano va de la mano de la degradación del medio ambiente. La civilización humana es actualmente profundamente insostenible. Esta dinámica tiene que cambiar.
Europa consume más y contribuye más a la degradación del medio ambiente que otras regiones, y las perspectivas de Europa de alcanzar sus objetivos de política medioambiental para 2030 y 2050 son escasas. Pero es importante recordar que las políticas de alto nivel (por ejemplo, el Green Deal europeo y los Objetivos de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas) proponen la disociación del crecimiento económico y el uso de los recursos como solución.
El debate se complejiza si avanzamos hacia el planteo de que, si el crecimiento económico no puede desvincularse del uso de recursos, ¿puede ampliarse el uso de los recursos existentes dentro de la economía? Las políticas de economía circular pretenden mejorar la gestión de los residuos e inducir culturas de producción y consumo responsables. Sin embargo, es posible que la economía circular no consiga la transformación hacia la sostenibilidad si las medidas de circularidad alimentan una estrategia de crecimiento que conduce a un mayor consumo de materiales. Una economía que se reduzca para adaptarse a la entrada de material que puede reciclar sería una economía muy lenta. La ecuación es sencilla: no se trata sólo de reciclar sino de consumir y por ende producir menos.
El concepto de "economía circular" sugiere que los recursos materiales podrían provenir cada vez más de la economía, reduciendo el impacto ambiental al aumentar la reutilización y el reciclaje de materiales. Sin embargo, este "imaginario" socio-técnico tiene un potencial limitado de sostenibilidad. Teniendo en cuenta el diseño actual de los productos y las tecnologías de gestión de residuos, las tasas de reciclaje de materiales como los plásticos, el papel, el vidrio y los metales pueden -y deben- aumentar considerablemente en consonancia con las ambiciones políticas de la UE. Sin embargo, en general, el material reciclable sigue siendo una parte escasa de la producción de materiales.
Pistas para repensar el crecimiento y el progreso
Las palabras desarrollo y progreso están vinculadas a una connotación positiva, pero ¿esto es real? Históricamente, los Estados modernos han adoptado un pensamiento económico centrado en el crecimiento económico. Como resultado, el crecimiento está arraigado cultural, política e institucionalmente. En todo el mundo, la legitimidad de los gobiernos no puede separarse de su capacidad para generar crecimiento económico y proporcionar empleo. El problema es cuando este crecimiento significa destrucción del medioambiente y explotación de las personas.
La innovación social, política y tecnológica es necesaria para traducir las ideas alternativas sobre el crecimiento en nuevas formas de vida. Resulta vital comenzar a pensar en una clave menos consumista más sostenible y ecologista. Son innumerables las comunidades que se dedican a la vida sencilla para aumentar la calidad de vida, reducir el estrés personal y disminuir las presiones medioambientales. Entre las escuelas de pensamiento sobre el crecimiento, los movimientos de decrecimiento están especialmente interesados en la vida sencilla.
No debemos olvidar que el patrimonio europeo es mucho más rico que el consumo material. Los valores fundamentales de la UE son la dignidad humana, la libertad, la democracia, la igualdad y el Estado de Derecho, y no pueden reducirse ni sustituirse por un aumento del PIB. Si el crecimiento económico y la trayectoria actual tienen límites y evidentemente no está teniendo buenos resultados, el plan B para lograr la sostenibilidad consiste en innovar estilos de vida, comunidades y sociedades que consuman menos y que, sin embargo, resulten atractivos para todo el mundo y no sólo para los individuos con un interés medioambiental, espiritual o ideológico.
El plan B es extremadamente difícil. Las administraciones están empecinadas en alcanzar el tan anhelado crecimiento económico, sin embargo, esta no ha contribuido a disminuir la desigualdad, ni entre los países ni dentro de ellos. Aunque Europa sigue siendo el hogar de las sociedades más igualitarias a nivel mundial, las desigualdades también han aumentado, aunque a un ritmo más lento que en otras regiones. Hay sobradas pruebas de que este modelo ya no funciona.
Aunque el planeta es finito en su sentido biofísico, puede ser posible un crecimiento infinito en los valores existenciales humanos, como la belleza, el amor y la bondad, así como en la ética. En la actualidad, la sociedad experimenta los límites del crecimiento porque está encerrada en la definición del crecimiento en términos de actividades económicas y consumo material. El imperativo del crecimiento económico está arraigado cultural, política e institucionalmente. Sin embargo, como ha subrayado el vicepresidente de la Comisión, Frans Timmermans: “la necesidad de un cambio transformador, amplificado y acentuado por la pandemia de COVID-19, exige un profundo replanteamiento de nuestras actividades a la luz de la sostenibilidad.”