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La pandemia ha destruido millones de empleos en todo el mundo. Si bien con la llegada del coronavirus la situación laboral de muchas personas se vio afectada, aún antes de esta crisis sanitaria mundial, numerosos países registraban tasas elevadas de desempleo y pobreza, dando lugar a un aumento del riesgo de inestabilidad social. La Organización Internacional del Trabajo (OIT) advierte que el trabajo decente es el cimiento de sociedades resilientes y pacíficas y que en el contexto actual esto es más necesario que nunca.

La pandemia de la COVID-19 ha acentuado la fragilidad de los Estados ya afectados por desastres y conflictos. Es claro que la inesperada llegada el virus que cambió nuestra vida para siempre no ha afectado en todos los países del mismo modo. Esto se debe, entre otros motivos, a que aún antes de esta crisis sanitaria mundial, numerosos países registraban tasas elevadas de desempleo y pobreza, dando lugar a un aumento del riesgo de inestabilidad social. Estos factores hacen que los países afectados por la fragilidad, los conflictos o los desastres estén menos preparados para enfrentar futuras crisis.

La Organización Internacional del Trabajo (OIT) afirma que el trabajo decente ha demostrado ser el cimiento de sociedades resilientes y pacíficas. El organismo advierte que actualmente 1.600 millones de personas se encuentran en peligro inmediato de perder sus medios de subsistencia a causa de la pandemia, pero incluso antes de su llegada aproximadamente 2.000 millones de personas en el mundo sufrían las consecuencias de desastres y conflictos.

La fragilidad en términos económicos de las personas es muy compleja porque tiene consecuencias en diversos planos de la vida en sociedad. Cuando las personas viven permanentemente al borde de una crisis, cuando aún una emergencia imprevista puede llevarlos al borde del abismo, la OIT afirma que viven en una situación frágil, o bajo condiciones de fragilidad.

El organismo internacional advierte sobre la gravedad del círculo vicioso de la fragilidad. El término “frágil”, tradicionalmente ha sido utilizado para describir países o regiones afectadas por guerras o por conflictos armados, pero hoy día es utilizado más ampliamente para describir una situación donde los factores sociales, políticos, económicos, medioambientales y de seguridad se juntan para crear una vulnerabilidad constante o recurrente. En particular, desde la perspectiva del mundo del trabajo, la fragilidad significa que los trabajadores y los empleadores dejan de tener acceso o de proporcionar trabajo decente, lo cual agrava las vulnerabilidades existentes. La fragilidad se entiende mejor como un círculo vicioso.

Del otro lado de la moneda se encuentran las sociedades resilientes. Es decir, aquellas que pueden adaptarse y recuperarse ante catástrofes como desastres, pandemias, crisis económicas y conflictos. Una sociedad resiliente está preparada y puede mitigar los peores impactos de una crisis y reconstruir de manera que favorezca el desarrollo económico y social. Una sociedad resiliente encontrará su camino de vuelta hacia la paz y la estabilidad más pronto que tarde.

La justicia social y el trabajo decente son la fundamentales para la paz duradera y la estabilidad. En este sentido, la OIT afirma que, en un mundo de múltiples crisis como es el actual, la Recomendación núm. 205 sobre el empleo y el trabajo decente para la paz y la resiliencia constituye un instrumento histórico para hacer frente a esta difícil realidad post pandémica.  Es por esto, queel organismo internacional afirma que, si mantenemos una atención constante hacia el trabajo decente para todos y todas, podemos aspirar a un mejor mañana. En tiempos de crisis, la justicia social es el único camino para construir la resiliencia y la paz permanente.

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