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Dice la Real Academia de la Lengua Española que sostenible es “aquello que se puede mantener durante largo tiempo sin agotar los recursos o causar grave daño al medio ambiente”. Y eso es precisamente lo que proponen las finanzas sostenibles, que son hoy más necesarias que nunca. En un mundo convulsionado, lograr que toda estrategia financiera considere no solo la variable financiera a corto plazo, sino también la de viabilidad a largo plazo y la de la sostenibilidad es determinante y transformador. Financiar de forma sostenible la Agenda 2030 es un camino.

El último informe publicado por la Red Española del Pacto Mundial sobre Finanzas Sostenibles nos recuerda algo muy importante y es que tenemos un proyecto como humanidad: La Agenda 2030. Para llevarlo a la práctica es preciso darle un soporte financiero y es aquí a donde las finanzas sostenibles apareen como las grandes protagonistas.

En el contexto actual marcado por la pandemia de coronavirus y la crisis social, económica y política sin precedentes que esta trajo las finanzas sostenibles son hoy más necesarias que nunca. Resulta necesario que dentro de este escenario de emergencia en el que nos encontramos, se impulse un sistema financiero orientado a la inversión sostenible a largo plazo. Un sistema financiero sostenible a nivel global puede tener la capacidad de evitar futuras crisis (por ejemplo, relacionadas con el cambio climático o los conflictos políticos) y atenuar los efectos de futuras pandemias.

Este sistema financiero debe preocuparse por el crecimiento económico, pero también por la protección de la salud, la reducción de emisiones de gases de efecto invernadero o la lucha contra la desigualdad, al tiempo que pueda proteger a la economía de episodios de alta inestabilidad financiera. Para esto, financiar los Objetivos de Desarrollo Sostenible propuestos en la Agenda 2030 es una apuesta por el futuro. Existe un gran consenso acerca de que los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) solo se lograrán a través de la movilización de recursos públicos y privados a gran escala. Sin embargo, a 10 años de la fecha límite fijada por Naciones Unidas para el cumplimiento de la Agenda 2030, La Red Española del Pacto Mundial afirma que los países aún no han asumido sus compromisos en materia de financiación. Es por esto que, para subsanar este déficit público, es fundamental que la inversión privada aumente y lo haga de forma decidida.

Si bien el sector público es determinante para lograr la consecución de la Agenda 2030, los mercados privados constituyen la parte más importante de la economía en la gran mayoría de países del mundo. Empero, hasta ahora, el capital privado que se ha invertido y se ha alineado con los ODS ha sido muy limitado. Naciones Unidas estima que para cumplir con los ODS se necesitan entre 5 y 7 billones de dólares de inversión cada año hasta 2030, cifras de las cuales aún estamos, lamentablemente, muy lejos.

En el caso de los países cuyas economías son más débiles se necesitarán una mayor inversión. El déficit de financiación para alcanzar los ODS en estos países se estima entre 2,5 y 3 billones de dólares anuales. Según diferentes estimaciones, solo en ámbitos como la salud y la educación se requerirán inversiones adicionales cada año de 1,2 billones de dólares; en los casos de las carreteras, electricidad, agua y saneamiento la inversión estimada es de 1,4 billones de dólares hasta el año 2030. Cifras que sin dudas deberán aumentar de cara al empeoramiento de las condiciones de vida de las personas tras la crisis de coronavirus.

Aunque a simple vista estas cifras son considerablemente altas, el informe de Pacto Mundial afirma que existe en el mundo capacidad para afrontarlas. El sistema financiero mundial cuenta con un producto mundial bruto y unos activos financieros brutos mundiales estimados en más de 80 billones de dólares y 200 billones de dólares respectivamente. Sin embargo, la financiación muchas veces no se canaliza ni en la dirección correcta, ni a la velocidad adecuada. Las cifras muestran que hay capacidad para movilizar y redirigir el capital privado hacia la consecución de la Agenda 2030, tanto en economías desarrolladas, como en aquellas en desarrollo. Sin embargo, es urgente activar medidas cuanto antes, ya que, según estimaciones del Fondo Monetario Internacional, los flujos financieros de contribución a los ODS en todo el mundo actualmente solo suman 3 billones de dólares anuales, por lo que se necesitan entre 2 y 4 billones de dólares adicionales por año hasta 2030.

Es claro entonces que las necesidades de la Agenda 2030 en materia de financiación son incuestionablemente altas, sin embargo, también existen oportunidades para que se movilicen nuevas e innovadoras fuentes de financiación. En este contexto las finanzas sostenibles se han convertido en una de las principales herramientas para impulsar la transformación del sistema financiero. Al hablar de finanzas sostenibles se hace referencia a la inclusión de cuestiones ambientales, sociales y de gobernanza (los llamados criterios ESG por su sigla en inglés) en la toma de decisiones de inversión.

Pese a los importantes avances que se han dado en los últimos años en materia de finanzas sostenibles, las prácticas en este ámbito tienen pendiente convertirse en la corriente principal para el conjunto de inversores y empresas a nivel internacional y nacional. Solo así será una herramienta eficaz para redirigir el capital privado a favor del cumplimiento de la Agenda 2030.  En este sentido, La Red Española del Pacto Mundial propone algunos de los principales retos que tienen por delante enfrentan las finanzas sostenibles durante los próximos diez años:

  1. Concienciar al conjunto del sector empresarial de que su papel es imprescindible, particularmente a los directores financieros de las compañías. La comunidad mundial de directores financieros y sus empresas gestionan 14 billones de dólares en inversiones anuales en todo el mundo, incluidos más de 7 billones de dólares en mercados emergentes.
  2. El establecimiento de un lenguaje común para las finanzas sostenibles a nivel global o regional a través de sistemas de clasificación unificados o taxonomías, para definir qué actividades y productos son sostenibles y cuáles no.
  3. Que las empresas sean transparentes a la hora de comunicar la información de carácter no financiero en sus memorias de sostenibilidad. Solo a través de datos medibles, fiables y comparables de las actividades de las compañías en materia ASG, los inversores podrán identificar y financiar proyectos y empresas con un impacto positivo real sobre los ODS.
  4. La integración de las pequeñas y medianas empresas en el ámbito de las finanzas sostenibles en varios sentidos. Por un lado, cómo hacer posible la financiación de las pymes para que mejoren sus resultados en materia de sostenibilidad; cómo integrar los factores ASG en las decisiones de financiación de las pymes (como la aprobación de créditos); o qué productos financieros sostenibles impulsar para facilitar a las pymes la integración de la sostenibilidad en su actividad de negocio.
  5. Destinar fondos a la financiación de la Agenda 2030 es clave para iniciar la transformación hacia un sistema financiero sostenible, que pueda garantizar una menor volatilidad de los mercados, la viabilidad a largo plazo de las inversiones y proteger a la economía de futuros episodios de inestabilidad financiera.

Financiar la Agenda 2030 con los ODS como bandera es trabajar el presente sin perder el foco en el futuro y hacerlo mediante las finanzas sostenibles es pensarlo del modo justo, sostenible y seguro posible.

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