La undécima edición del Informe sobre la brecha en las emisiones del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) llega en un año en el que la crisis de la COVID-19 ha sido la protagonista indiscutida de unos meses muy complejos. La crisis sistémica sin precedentes a la que está asistiendo el mundo entero significó una pequeña buena noticia para el medioambiente al comienzo de la pandemia. El parón en la actividad económica y los efectos del aislamiento obligatorio en la mayoría de los países han aminorado de forma pasajera, lo que dista mucho de ser una supresión, la histórica presión en constante aumento que ejercen las actividades humanas sobre el clima del planeta.
La publicación evalúa la brecha entre las emisiones futuras estimadas de gases de efecto invernadero (GEI) si los países llevan a la práctica sus compromisos en cuanto a la mitigación del cambio climático y los niveles de emisiones mundiales de las trayectorias de menor costo que se ajustan al logro de los objetivos del Acuerdo de París relativos a la temperatura. Esa diferencia entre “dónde es probable que nos encontremos” y “adónde necesitamos llegar” se conoce como “brecha en las emisiones”.
Ante la pregunta acerca de si ¿Vamos bien encaminados para reducir la brecha? La respuesta que da el informe es contundente: de ninguna manera. El informe de 2020 concluye que, a pesar de una ligera caída en las emisiones de dióxido de carbono causada por la pandemia de COVID-19, el mundo todavía se dirige a un aumento de temperatura de más de 3°C este siglo – mucho más allá de los objetivos del Acuerdo de París de limitar el calentamiento global muy por debajo de 2°C y hacer todo lo posible por no superar los 1,5°C –. Estamos lejos de lograr los objetivos propuestos, no obstante, si lográramos una recuperación de la pandemia baja en carbono esta podría reducir 25% las emisiones de gases de efecto invernadero esperadas para 2030, según políticas vigentes antes de la COVID-19. Tal recuperación superaría con creces los recortes de emisiones previstos con la implementación de los compromisos no condicionados en el marco del Acuerdo de París, y acercaría al mundo a la trayectoria de 2°C.
El informe también analiza las actuales medidas de recuperación bajas en carbono, resume el impacto de los nuevos compromisos de descarbonización de las naciones y analiza el potencial de los sectores de aviación, transporte marítimo y estilos de vida en los esfuerzos para cerrar la brecha. El Secretario General de las Naciones Unidas ha hecho un llamamiento a los gobiernos para que hagan de la recuperación vinculada a la COVID-19 una oportunidad de construir sociedades más sostenibles, resilientes e inclusivas. En consonancia con esto, la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC) ha recalcado que las autoridades nacionales podrían integrar y detallar algunos de sus planes y políticas de recuperación tras la pandemia en las contribuciones determinadas a nivel nacional (CDN) y estrategias de mitigación a largo plazo, documentos que han de presentar en 2020.
Las crisis son también oportunidades de mejora. Los países tienen ante sí una gran oportunidad para integrar el desarrollo con bajas emisiones de carbono en sus actuaciones de rescate y recuperación relacionadas con la COVID-19, así como para incorporarlas a sus estrategias de mitigación a largo plazo nuevas o actualizadas que, según los planes, estarán listas para la nueva convocatoria del 26º período de sesiones de la Conferencia de las Partes (COP 26) en 2021.
Si bien el acuerdo de Paris pareciera estar cada vez más lejos, el Informe sobre la Brecha de Emisiones del PNUMA demuestra que hay esperanza en la recuperación. La pandemia es una advertencia de la naturaleza que nos llama a actuar sobre el cambio climático, la pérdida de biodiversidad y la contaminación. También representa una oportunidad para impulsar planes de recuperación en línea con la trayectoria de 2°C. El informe concluye que la recuperación verde de la pandemia podría reducir hasta 25% de las emisiones que esperaríamos ver en 2030 según las políticas vigentes antes de la COVID-19. En este sentido, los expertos afirman que una recuperación verde debe priorizar el apoyo directo a las tecnologías e infraestructuras de cero emisiones, la reducción de los subsidios a los combustibles fósiles, la eliminación de las nuevas plantas de carbón y el impulso a las soluciones basadas en la naturaleza, incluyendo la restauración de paisajes a gran escala y la reforestación.
Finalmente, el informe insta al compromiso colectivo para alcanzar los objetivos climáticos propuesto para evitar una catástrofe medioambiental. Pero este compromiso, sin dudas, no es igual para todo el mundo. La investigación muestra que las emisiones combinadas del 1% más rico de la población mundial representan más del doble que las del 50% más pobre. Es por esto, que las élites del mundo entero deberán reducir su huella al menos 30 veces para mantenerse en línea con los objetivos del Acuerdo de París.