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Actualmente, la forma intensiva de producir y consumir alimentos es el principal factor de la pérdida de biodiversidad. Un nuevo estudio publicado por El Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF) demuestra que, una transformación de la dieta hacia una más saludable y sostenible significaría un gran avance no sólo para la salud de las personas, sino también para el medioambiente.

Uno de los grandes aprendizajes que podemos llevarnos de este año pandémico, es que nuestra salud depende de la del planeta. Actualmente, la forma intensiva de producir y consumir alimentos es el principal factor de la pérdida de biodiversidad, pero además es responsable de un aumento de las enfermedades crónicas. WWF ha publicado el ifnorme “El poder restaurador de las dietas para el planeta” en el cual se explica que el sistema alimentario actual, basado en una explotación insostenible de los recursos naturales, está exacerbando la crisis climática y la destrucción de la naturaleza. Además, el informe afirma que se estima será aún mayor en los próximos años y que podría generar impactos irreversibles, poniendo en riesgo la seguridad alimentaria.

En este contexto, la investigación demuestra que la pandemia ha evidenciado que es más importante que nunca adoptar dietas más saludables y sostenibles. Estudios científicos señalan que los principales factores de la aparición y transmisión de enfermedades infecciosas emergentes, como la Covid-19, se deben a la conversión de tierras para la agricultura, la ganadería intensiva y el comercio ilegal de vida silvestre, a menudo para el consumo humano.

Otro aspecto importante que resalta la investigación es que el sistema alimentario actual es injusto y desigual: mientras casi 700 millones de personas pasan hambre, casi 2.000 millones sufren sobrepeso u obesidad. El reporte demuestra que un cambio global hacia una dieta sana y sostenible muestra beneficios para la salud, la naturaleza y la sociedad: puede evitar al menos un 20% de las muertes prematuras, reducir las emisiones de gases efecto invernadero vinculados al sector alimentario en un 30%, la pérdida de vida silvestre en un 46% y reducir el uso de la superficie agrícola en un 40%.

En este sentido, el informe sostiene que los cambios de dieta pueden desencadenar un sinnúmero de beneficios ambientales de salud incluida la resistencia efectiva a la crisis climática y la biodiversidad. Además, afirma que la aproximación de las dietas actuales a dietas más amigables con el planeta es una herramienta clave para alcanzar algunos de los ODS.

La investigación expone que no existe un modelo único de dieta sana y sostenible. Por ejemplo, en algunos países es necesario que haya una reducción significativa en el consumo de alimentos de origen animal, mientras que en otros puede ser necesario un aumento para acabar con la desnutrición. La salud humana y ambiental deben considerarse de manera conjunta. Por ejemplo, en España, la escasez de agua que afecta a nuestros ríos y acuíferos, o la pérdida de biodiversidad, disminuiría en torno a un 30% si se adoptara una dieta flexitariana -mejorando aún más los parámetros en el caso de dietas vegetarianas y veganas-, mientras que la mortalidad prematura bajaría en un 23%, de acuerdo a las aproximaciones de WWF. Esta dieta flexitariana es una dieta vegetariana flexible, en la que se priorizan los vegetales, sin excluir huevos o lácteos, consumiendo carne en ocasiones más especiales.

El informe aborda a la conclusión de que deben llevarse a cabo cinco acciones estratégicas para revertir la curva asociada a un sistema alimentario como el actual que destruye la naturaleza y transformarlo en uno que la restaure :

1. Revertir la pérdida de biodiversidad

2. Vivir de acuerdo con el presupuesto de carbono global asociado a la alimentación

3. Alimentar a la humanidad con base en los cultivos de terrenos actuales

4. Alcanzar emisiones negativas de gases nocivos

5. Deben mejorar el uso de agua y fertilizantes

Nos quedan solamente nueve años para transformar nuestro sistema alimentario y cumplir los Objetivos de Desarrollo Sostenible para 2030 o enfrentar daños potencialmente irreversibles para la naturaleza y las personas. Para esto necesitamos el esfuerzo de la sociedad en su conjunto, acompañado de políticas públicas que propongan resolver esta problemática de manera estructural.

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