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Durante los meses de confinamiento la única buena noticia era la esperanza de reducción de la contaminación. Sin embargo, a seis meses del comienzo de la pandemia, científicos de la ONU advierten que el cambio climático avanza implacablemente a pesar de la COVID-19. Estamos muy lejos de cumplir los objetivos del Acuerdo de París. Las reducciones de emisiones de carbón en el punto máximo de las medidas de confinamiento alcanzaron hasta un 17%, pero ya se acercan de nuevo a los niveles previos a la pandemia y a largo plazo, no tendrán mucho impacto en las concentraciones de gases de efecto invernadero en la atmósfera, que permanecen en niveles récord.

La ilusión de que los meses de confinamiento significaran un respiro para el medioambiente duró poco. Las concentraciones de gases de efecto invernadero de la atmósfera se encuentran en niveles récord y continúan aumentado, y las emisiones, que se redujeron sutilmente a causa del COVID-19, ya están regresando a los niveles previos a la pandemia, asegura un nuevo informe de las Naciones Unidas.

António Guterres, secretario general de la ONU, reiteró que las medidas de confinamiento a corto plazo por el coronavirus no son un sustituto de la acción climática sostenida, sobre esto expresó “Las consecuencias de nuestra incapacidad para afrontar la emergencia climática están por todas partes: Olas de calor extremo, incendios, inundaciones y sequías devastadoras. Y estos desafíos solo van a empeorar”.

La investigación científica United in Science (Unidos en la Ciencia), llevada a cabo por la Organización Meteorológica Mundial (OMM), el Programa de la ONU para el Medio Ambiente, el Panel Intergubernamental de Expertos del Cambio Climático, la UNESCO, y otras organizaciones internacionales, afirma que todo apunta a que el quinquenio 2016-2020 será el más cálido de la historia registrada, una tendencia que se mantendrá en los años que vienen. Además, recalca que el mundo está muy lejos de cumplir los objetivos del Acuerdo de París para mantener el incremento de la temperatura mundial por debajo de los 2 °C con respecto a los niveles preindustriales o, mejor aún, de limitarlo a 1,5 °C.

En el informe se destacan los crecientes e irreversibles impactos del cambio climático que afectan a los glaciares, los océanos, la naturaleza, las economías y las condiciones de vida de la población y que a menudo se perciben en forma de amenazas relacionadas con el agua, como los episodios de sequía o las crecidas de ríos. El estudio también resalta como el COVID-19 ha obstaculizado la capacidad para monitorear esos cambios a través del sistema mundial de observación.

“Las concentraciones de gases de efecto invernadero —cuyo nivel ya es el más elevado en tres millones de años— no han dejado de aumentar. Entretanto, grandes extensiones de Siberia han sufrido una prolongada y notable ola de calor durante el primer semestre de 2020, algo imposible de no ser por el cambio climático causado por el hombre. Este informe evidencia que, aunque muchos aspectos de nuestras vidas se han visto alterados en 2020, el cambio climático avanza de manera implacable”, asegura en el informe el secretario general de la Organización Meteorológica Mundial, el profesor Petteri Taalas. 

Uno de los problemas más graves a los que nos enfrentamos es a la concentraciones de gases de efecto invernadero en la atmósfera que siguen en aumento. Las estaciones de referencia de la red de la Vigilancia Global de la Atmósfera de la OMM informaron de concentraciones de CO2 de más de 410 partes por millón durante la primera mitad de 2020. La agencia explica que la reducción en las emisiones a raíz de la pandemia de COVID-19 de este 2020 tendrá un efecto muy limitado en la tasa de incremento de sus concentraciones atmosféricas, dado que estas son el resultado de las emisiones actuales y pasadas y del período de vida sumamente prolongado de ese gas.

Según el Proyecto Carbono Globalotra organización que participó en la realización del informe, se calcula que durante el apogeo de las medidas de confinamiento a principios de abril de 2020 hubo una reducción de emisiones de carbono del 17%, un hecho sin precedentes. Sin embargo, los niveles se mantuvieron equivalentes a los del año 2006, una muestra del drástico incremento experimentado a lo largo de los últimos 15 años y de la constante dependencia de los combustibles fósiles para la generación de energía.

A principios de junio de 2020, las emisiones mundiales diarias de CO2 de origen fósil volvieron a situarse cerca de los niveles de 2019, año en el que se alcanzó un récord de 36,7 gigatoneladas, un 62% más que las registradas cuando empezaron las negociaciones sobre el cambio climático en 1990. Se estima que, en 2020, las emisiones de CO2 disminuirán entre un 4% y un 7 % a causa de las medidas de confinamiento. El porcentaje exacto de reducción dependerá de la evolución que siga la pandemia y de las respuestas de los gobiernos a la emergencia.

Asimismo, las emisiones mundiales procedentes de actividades humanas de metano, otro gas de efecto invernadero, han seguido aumentando en el último decenio. El informe recalca que las emisiones actuales de CO2 y metano no son compatibles con los requerimientos para alcanzar los objetivos del Acuerdo de París.

“Ya no puede aplazarse más la adopción de medidas transformadoras si se quieren alcanzar los objetivos del Acuerdo de París”, advierte el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente en el informe. En 2019, la agencia reveló que, para alcanzar el objetivo de mantener el calentamiento global en 2 °C, entre 2020 y 2030 las emisiones mundiales deberían reducirse cada año cerca de un 3 %, y para alcanzar el objetivo del Acuerdo de París de mantener el calentamiento global en 1,5 °C, deberían lograrse reducciones anuales medias superiores al 7 %.

Si bien todavía es posible cerrar la brecha de las emisiones, se necesitan medidas urgentes y concertadas entre todos los países y todos los sectores. Una parte notable del potencial a corto plazo puede materializarse mediante la ampliación de las políticas actuales cuya eficacia se haya podido demostrar, por ejemplo, en materia de energías renovables y eficiencia energética, medios de transporte con bajas emisiones de carbono y supresión progresiva del uso del carbón, asevera el PNUMA.

Más allá del horizonte de 2030, se necesitan nuevas soluciones tecnológicas y un cambio gradual en los modelos de consumo a todos los niveles. Pero cabe destacar que ya existen soluciones viables desde el punto de vista técnico y económico.

Otro aspecto preocupante que señala el informe es que el calor mundial va en aumento. Se espera que la temperatura media mundial del período 2016-2020 sea la más cálida de la que se tiene constancia, aproximadamente 1,1 °C por encima de la media de 1850-1900, la era preindustrial. Asimismo, en el período quinquenal de 2020 a 2024, la probabilidad de que por lo menos en un año se superen en 1,5 °C los niveles preindustriales es del 24 %, También hay un 70 % de probabilidades de que, durante los próximos cinco años, haya uno o varios meses con una temperatura al menos 1,5 °C por encima de los niveles preindustriales.

El aumento de la temperatura mundial tiene graves consecuencias. El Panel Intergubernamental de Expertos Sobre el Cambio Climático (IPCC) explican que el calentamiento global causado por el hombre está afectando a sistemas esenciales para la vida: desde las cimas de las montañas hasta las profundidades de los océanos, lo que provoca una aceleración del aumento del nivel del mar y entraña una sucesión de efectos en cadena para los ecosistemas y la seguridad de las personas.

Además, el nivel medio del mar a escala mundial está subiendo y la aceleración observada en los últimos decenios obedece al ritmo cada vez más rápido de pérdida de hielo de los mantos de hielo de Groenlandia y de la Antártida, así como a la pérdida constante de masa de los glaciares y a la expansión térmica del océano. El ritmo de aumento del nivel medio del mar a escala mundial de 2006 a 2015 es de 3,6 ± 0,5 mm anuales, un valor sin precedentes si se compara con el siglo pasado.

Aunque creímos que la pandemia podía traer efectos positivos para el medio ambiente, el informe afirma que el coronavirus es un obstáculo para observar los cambios en la Tierra. La pandemia de la COVID-19 ha repercutido notablemente en los sistemas mundiales de observación, lo que a su vez ha afectado la calidad de los pronósticos y de otros servicios meteorológicos, climáticos y oceanográficos, advierte el informe. Entre marzo y abril, las observaciones realizadas desde aeronaves se redujeron una media de  entre el 75 y el 80 %, y ello socavó el grado de acierto de los pronósticos generados a partir de modelos meteorológicos. Desde junio, solo se ha producido una ligera recuperación. Las observaciones realizadas en estaciones meteorológicas manuales, en particular en África y América del Sur, también se han visto muy afectadas.

Además, cuatro estudios sobre variables como el carbono, la temperatura, la salinidad y la alcalinidad del agua en todas las profundidades oceánicas, que se realizan solo una vez por decenio, han sido cancelados. Las mediciones del carbono en superficie efectuadas desde buques, que permiten conocer la evolución de los gases de efecto invernadero, también se han interrumpido.

Es por esto, que hoy más que nunca el compromiso que se necesita de los grandes emisores de carbono es mucho. Durante la conferencia de prensa de presentación, António Guterres aseguró que está involucrado muy activamente, tanto con los gobiernos como con la sociedad civil, con el objetivo de convencer a los grandes emisores, como Estados Unidos, India y China, de que es absolutamente crucial que se comprometan con la neutralidad de carbono para 2050 y a reducir las emisiones de CO2 en un 45% para 2030. “Sin los grandes emisores, todos los esfuerzos que se realicen serán insuficientes”, concluyó.

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