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En las últimas semanas se han reportado mejoras localizadas en la calidad del aire de muchos lugares como consecuencia de las medidas de confinamiento para combatir la pandemia de coronavirus. Sin embargo, nadie debería pensar que esto es un indicio de que estamos superando la crisis climática. Nada más alejado de la realidad.

Si algo bueno podía traer esta pandemia mundial era la esperanza de que la contaminación se frenara. Sin embargo,  Datos recientes de la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica de los Estados Unidos (NOAA) muestran un aumento brusco en los niveles globales de dióxido de carbono (CO2).

Lejos estamos de poder tener buenas noticias en relación al cambio climático. En abril de 2020, la concentración promedio de CO2 en la atmósfera fue de 416,21 partes por millón (ppm), la más alta desde que comenzaron las mediciones en Hawái en 1958.Además, registros de hielo indican que dichos niveles son los más altos de los últimos 800.000 años.

Debido a las emisiones de COgeneradas por las actividades humanas, las concentraciones de CO2 en la atmósfera están aumentando aceleradamente. El hemisferio norte tiene una mayor masa de tierra que el hemisferio sur y más CO2 absorbido por la vegetación durante el verano. Las concentraciones globales de CO2 alcanzan su punto máximo en mayo, al final del invierno del hemisferio norte, y luego, a medida que se realiza la fotosíntesis y aparece nuevo follaje que absorbe el CO2, se reducen las concentraciones en aproximadamente 7.5 ppm hasta octubre. Durante el invierno del hemisferio norte, la Tierra tiene menos actividad de fotosíntesis, por lo que las concentraciones de COdisminuyen hasta el próximo ciclo.

La visión a largo plazo

Expertos de la ONU explican que usando los núcleos o testigos de hielo, es posible medir el CO2 atrapado en el hielo antártico profundo en los últimos 800.000 años. Dichos datos revelan que nunca en ese tiempo habíamos alcanzado las 416 ppm.

“Esto es una gran preocupación con respecto a nuestro clima y demuestra, una vez más, que se necesitan medidas urgentes para reducir nuestras emisiones de gases de efecto invernadero. Para mantener el calentamiento global promedio a 1,5 °C, necesitamos alcanzar cero emisiones netas para 2040 (2055 a más tardar)”, expresó Pascal Peduzzi, director de PNUMA/GRID-Ginebra y director de programa de la Sala de Situación del Medio Ambiente Mundial.

Estos resultados pueden sorprender a quienes pensaban con optimismo que la COVID-19 reduciría las emisiones globales totales. Si bien es cierto que el tráfico vehicular y aéreo, así como la actividad industrial, se han reducido drásticamente en la mayoría de las partes del mundo desde enero de 2020, este no es el caso con nuestro suministro de electricidad: el 64% de la combinación global de energía eléctrica proviene de los combustibles fósiles (carbón 38%, gas 23%, petróleo 3%), según el informe Perspectivas de la energía en el mundo 2019 de la Agencia Internacional de Energía. Los sistemas de calefacción han seguido funcionando como antes de la COVID-19. Ninguno de los asuntos clave ha cambiado (como la transición hacia las energías renovables, el transporte público o la deforestación).

Los incendios forestales, que han aumentado en probabilidad y gravedad debido al cambio climático, continúan afectando áreas de Brasil, Honduras, Myanmar, Tailandia y Venezuela, y cada uno de esos fuegos emite grandes cantidades de CO2 adicionales.

La salida de esta crisis y el retorno a la nueva normalidad tiene que tener en el centro de las preocupaciones el medioambiente. Ya no pude ser una opción, debe ser una prioridad y obligación a nivel nacional e internacional. El momento de actuar es ahora.

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