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La pandemia generada por el Covid19 atraviesa el mundo entero, de eso no hay dudas. Pero hay latitudes a donde el dolor es doble. Regiones a donde la crisis sanitaria llega para sumarse a otros grandes problemas como son la pobreza y la falta de recursos. En los campos de refugiados, las personas migrantes, desplazadas y refugiadas están más expuestas al coronavirus.

La pandemia no distingue procedencia ni nacionalidad, la humanidad entera está luchando contra el virus que ha generado una crisis sanitaria inédita en las últimas décadas. Pero hay regiones del mundo que se ven doblemente afectadas ante esta situación. Lugares como Latinoamérica a donde los sistemas de salud cuenten con muchos menos recursos que en Europa, y a donde la población vive en malas condiciones sanitarias desde mucho antes de la llegada del covid19.

La situación se agrava también en los campos de refugiados. Desde Beirut, Beatriz Navarro, directora país de Acción contra el Hambre, explica que la comunidad humanitaria está coordinando esfuerzos para aumentar el suministro de agua que se realiza con camiones cisterna desde el inicio del conflicto en Siria, en marzo de 2011. Sobre esto apunta que “aquí, en Líbano, la prioridad ahora es el agua. Estamos redoblando esfuerzos para aumentar cuanto antes el número de litros de agua que reciben por día los refugiados en los asentamientos informales: el agua es el primer elemento para promover una buena higiene”.

Estas regiones son poblaciones concentradas en asentamientos informales, donde conviven muchas personas en poco espacio y a menudo con sistemas inmunológicos debilitados. “En estos asentamientos, de tiendas de lonas, viven personas muy vulnerables, donde pueden juntarse 5 o más personas, y a escasos metros una tienda de la otra, lo que provocaría una mayor posibilidad de contagio del coronavirus”, añade.  El invierno es siempre duro en Bekaa, donde se encuentran la mayoría de los refugiados sirios, y las condiciones de higiene no son óptimas. En estos asentamientos son muchos los menores y ancianos que están ya tocados por infecciones respiratorias o neumonías, además de las enfermedades crónicas que ya padecen.

En estas regiones la llegada del virus sería absolutamente desbastadora. Navarro advierte que la preocupación no es únicamente por las personas refugiadas, a las que una propagación del virus podría estigmatizar aún más: “nos preocupa, obviamente, la población libanesa, el impacto que esta crisis va a tener en las personas más vulnerables, después de los meses de incertidumbre en materia social, política y económica que está sufriendo el país”. Navarro insiste en que “tras ocho años siendo el país del mundo con mayor número de refugiados per cápita cualquier intervención de ayuda a refugiados deberá tener muy en cuenta también a la población local”.

Para muchos permanecer en casa se vuelve difícil porque echamos de menos caminar bajo el sol o salir con los más pequeños al parque. Pero las medidas de restricción de movimientos que han ido en aumento en todos los países del mundo a medida que el virus se propaga, están empezando a convertirse en retos para la provisión de ayuda.  Desde Mindanao (Filipinas), donde los equipos de Acción contra el Hambre ya están preparados para reforzar las actividades de promoción de higiene y provisión de agua segura, advierten que la población más expuesta al virus “son los miles de desplazados que viven en campos provisionales, que dependen directamente de la ayuda humanitaria para sobrevivir y donde las actuales limitaciones de movimiento están dificultando esta entrega”, explica Jasper Janderall, jefe de base en Iligan.

Latinoamérica también se prepara para resistir a la pandemia. En un contexto adverso los equipos de Acción contra el Hambre en Colombia, que esta semana ha declarado el Estado de Emergencia con cierre de establecimientos y prohibición de las concentraciones de más de 50 personas en un mismo lugar, advierten del rápido impacto que el cierre de los comedores infantiles va a tener sobre los niños y niñas colombianos que dependían a diario de estos alimentos. Las autoridades ya están implementando acciones de mitigación para limitar las consecuencias. En estos países el cierre de las escuelas no sólo implica que los niñas y niñas pierdan horas de clase, sino que también dejen de comer. Las medidas a las que los gobiernos se ven obligados a tomar en estas latitudes tienen consecuencias peligrosas.

Los trabajadores humanitarios también advierten sobre los efectos del cierre de los comedores en zona fronteriza y, de manera especial, sobre los impactos en la seguridad alimentaria de miles de migrantes provenientes de Venezuela y, particularmente, en las personas más vulnerables (niños, niñas, mujeres embarazadas, así como personas mayores) que dependían de esta red para alimentarse. Aquí también se están implementando medidas urgentes de entrega de alimentos e integración de estas personas a programas de transferencia monetaria y bonos de alimentos.

Sumado a esto, muchas personas que deben mantenerse aisladas pierden sus ingresos económicos por completo. Las medidas de emergencia impactarán fuertemente al sector servicios y en el empleo informal, que ocupa al 48% de la población trabajadora y cuya actividad asumen, generalmente, las personas más vulnerables. El equipo de Acción contra el Hambre en Colombia explica que “tememos también una sobre carga en la capacidad de atención del sistema de salud especialmente en los departamentos fronterizos con Venezuela, donde numerosas personas migrantes viven en situación de calle”. El cierre de la frontera con Venezuela hace previsible, además, un aumento del paso por trochas ilegales, sin control sanitario.

En este país Acción contra el Hambre está organizando el refuerzo de los kits de prevención que entrega a migrantes (solución antibacterial, pañitos húmedos con alcohol y jabón, entre otros) y también los elementos de saneamiento en los sitios de mayor aglomeración de población, y está diseñando una respuesta de salud y apoyo alimentario.

En estas regiones a donde el dolor es doble, los esfuerzos también deben serlo. Los equipos de Acción contra el Hambre están diseñando ya, en coordinación con las autoridades locales y la comunidad humanitaria, respuestas adaptadas a cada contexto: “todo hace prever que habrá que trabajar en dos direcciones: contener la propagación del virus, por un lado, y apoyar a los más golpeados por las restricciones de movimientos y por las consecuencias económicas asociadas”, señala el Director General de Acción contra el Hambre, Olivier Longué.  “Otro gran reto será conseguir que esta pandemia no eclipse totalmente la atención sobre otras crisis no tan cercanas para los europeos, pero no menos graves en términos de sufrimiento humano, como las de Yemen, Sahel o el Cuerno de África”, concluye.  

Territorios a donde la crisis es moneda corriente, el covid19 llega para agravar aún más las complejas condiciones de vida de una gran parte de la población mundial. A los conflictos armados, la pobreza, desnutrición, crisis medioambiental, y política se suma ahora una pandemia histórica. En estas tierras a donde el dolor es doble, habrá que redoblar la solidaridad y los esfuerzos por transformar tanta injusticia.

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