La alimentación es algo tan cotidiano como desconocido en profundidad para la mayoría de las personas. Ecodes acaba de realizar una investigación para el Ministerio de Transición Ecológica sobre el impacto de nuestros hábitos de alimentación. El estudio se ha estructurado en torno a cuatro tipos de dietas: la vegana, la vegetariana, la mediterránea y la dieta 'western' o dieta occidental, que asociamos al modelo de comida más calórico y con más procesados. A partir de este estudio, Ecodes ha creado una calculadora alimentaria que forma parte del proyecto CeroCO2 y permite contabilizar online las emisiones de tu dieta habitual.
El novedoso proyecto de la calculadora "permite al usuario elegir entre calcular su consumo alimentario anual o un consumo puntual", explica Marina Gros, de Ecodes, experta en cambio climático y eficiencia energética y una de las responsables de la puesta en marcha de esta herramienta online. La misma página de consulta CeroCO2 ofrece también la posibilidad de compensar esas emisiones.
Para medir la huella de carbono en nuestra alimentación hay 3 factores que inciden de manera central: "El primero sería el tipo de alimentos que componen nuestra dieta; otro sería el factor de producción, si los alimentos son de producción ecológica o no; el tercero sería su origen, con cuatro niveles: el Km 0, la producción nacional, europea o internacional", explica Gros.
La experta expone que el elemento más determinante es, "el tipo de dieta, en general, las dietas con alimentos de origen animal tienen una huella de carbono muy superior a aquellas dietas de productos vegetales. De este modo, la dieta vegana es la que menos huella de carbono tiene asociada, después viene la vegetariana, seguida de la mediterránea, y, por último, la dieta western es la de mayor huella de carbono". En un segundo nivel de importancia, "más determinante que el transporte, que lo que ha tenido que viajar el alimento, es si es de producción ecológica o no, aunque consumir productos de cercanía puede reducir más de 5 veces la huella de carbono", añade Gros.
Además de poder calcular la huella de carbono de nuestro plato, luego de la investigación se realizó un informe que aporta datos muy clarificadores sobre alimentos frecuentes en nuestra nevera. Por ejemplo, una hamburguesa de ternera de 200 gramos es responsable de la emisión de 4 kilos y medio de CO2, mientras que una hamburguesa de Tofu apenas llega a los 140 gramos. El alimento con menor impacto ambiental es la lechuga: cultivar un kilo supone solo 33 gramos de CO2, mientras que un kilo de vacuno emite 23 kilos de CO2 y uno de cerdo 14,6 kilogramos. Los pescados son responsables de 4 kilos de CO2 por kilo, excepto en el caso del salmón que se queda en la mitad, dos kilos. Menos impacto tienen las legumbres: un kilo de garbanzos o de lentejas supone 600 gramos de emisiones, los mismos que las fresas, pero más que las manzanas, que se quedan en 400 o los huevos ecológicos, con 300 gramos.
Si bien el informe es muy completo como así también la calculadora, Gros aclara que "no contemplamos en este cálculo ni la producción de residuos ni los embalajes necesarios para el transporte, con los que es posible que subiera la huella de carbono". Si bien en España la dieta tradicional es la mediterránea, "ha habido una derivación hacia una dieta más occidentalizada, la llamada western, que incluiría más consumo de procesados y de carnes y menos de frutas y verduras", advierte la experta.
Si tuviéramos en cuenta todos estos factores a la hora de ir a hacer la compra podríamos incidir de manera positiva en el medioambiente. pero ¿estamos dispuestos a hacer cambios en nuestra dieta? "Podemos introducir pequeños cambios que pude tener grandes impactos, por ejemplo, si tienes una dieta mediterránea pero los productos que consumes no son locales, sino que provienen del mercado internacional, y no son ecológicos, puedes reducir hasta un 50% tus emisiones si pasas a comprar a alimentos locales de producción ecológica. Si queremos ir un paso más allá, el cambio de dieta media española a la dieta vegana se reduciría un 90 % la huella de carbono", dice Gros quien añade que "no se tiene por qué asumir todo a la vez, podemos ir introduciendo pequeñas variaciones en nuestros hábitos alimentarios haciéndolo poco a poco en nuestro día a día y dejan de ser un esfuerzo, nos puede llevar incluso a descubrir nuevos alimentos o nuevas formas de cocinar, a conocer a productores locales".
La producción de alimentos no solo afecta a la huella de CO2, también tiene otros impactos ambientales como la acidificación de los suelos, la desforestación y el consumo de recursos, estamos a un plato de poder cambiarlo, ¿te atreves?