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El viernes 24 concluyó la 50ª reunión anual del Foro Económico Mundial de Davos. Los temas abordados fueron tan variados como las personalidades presentes. Sin embargo, hubo un consenso generalizado entre la mayoría de los presentes acerca de la urgencia de incorporar el cambio climático y la desigualdad social en los análisis económicos.

La conferencia de Davos es la reunión anual del Foro Económico Mundial, una organización independiente y sin ánimo de lucro dedicada a la cooperación público-privada. La institución que involucra a los líderes políticos, empresariales, culturales, etc. más importantes de todo el planeta para dar forma a la agenda global concluyó su reunión anual bajo el lema: “Grupos de interés por un mundo unido y sostenible”. Las ponencias y actividades de la conferencia abordaron los retos y oportunidades derivados de la llamada Cuarta Revolución Industrial, centrándose en siete ejes temáticos: cómo salvar el planeta, economías más justas, trabajos del futuro, mejor negocio, futuros saludables, tecnología para el bienestar, y más allá de la geopolítica.

Pese a las variadas opiniones sobre los mencionados ejes, hubo un claro tópico que atravesó las discusiones que fue el cambio climático y los escasos resultados obtenidos a pesar de los esfuerzos y acuerdos firmados entre naciones y la desigualdad creciente que genera el sistema capitalista actual. La falta de normas internacionales sobre lo que hace a las empresas responsables con el medio ambiente también sigue siendo una preocupación y los gobiernos están divididos por el atractivo de un impuesto al carbono.

Los debates y las charlas improvisadas que a lo largo de la pasada semana han girado en torno a la necesidad de tomar medidas de inmediato para atajar el cambio climático y para adaptar las políticas, las inversiones y las estadísticas al nuevo entorno crítico al que nos enfrentamos. Por otro lado, la problemática de la desigualdad  marcó fuertemente la agenda. Las protestas sociales ocurridas en los últimos meses en lugares tan dispares como Hong Kong, Chile, Ecuador, Irán o Líbano se han convertido en una llamada de atención para las autoridades nacionales e internacionales. Pese a que cada una de ellas tiene su propia naturaleza, el aumento de la desigualdad y la exigencia de mayor inclusividad son un nexo común. Sobre este punto continúan en aumento las críticas al FMI y sus recetas de austeridad y ajuste sobre gasto social que solo traen más desigualdad y hambre.

De este modo, la 50º edición del Foro de Davos finalizó con más consenso que otros años, pero a su vez, con pocas probabilidades de avanzar rápido frente a los dos principales problemas a los que se enfrentan las economías: un capitalismo que no es justo y genera desigualdad y un cambio climático que amenaza con colapsarlo todo.  “Comprometerse a plantar un billón de árboles para combatir el cambio climático está muy bien pero no va a cambiar nada” concluyó la joven activista sueca Greta Thunberg. El panorama es complejo y urge actuar.

 

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