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Hay otras formas de mirar la basura, no es solo lo que tiramos, también puede ser un recurso de creación y reflexión de nuestros esquemas sociales y económicos. El colectivo madrileño Basurama lleva 18 años concienciando sobre nuestros residuos, nuestros hábitos de compra y nuestras formas de ser. El resultado final se plasma a través del arte, la investigación y sobre todo el aprendizaje.

De repente, encuentras un muro transparente de 10x5m autoconstruido con la basura que los asistentes del Festival Internacional de Benicasim generaron sin parar en una de las ediciones pasadas. La intención del acto fue mostrar lo que somos a partir de lo que consumimos a través de una reflexión crítica y estética sobre el modelo de consumo.

La basura conlleva una serie de prejuicios, unas etiquetas que nos alejan de una responsabilidad que nos afecta a todos, la de ser más eficientes en el consumo de cualquier tipo de bien o recurso. El colectivo Basurama se fundó en 2001 por estudiantes de Escuela de Arquitectura de Madrid con el objetivo de aportar una nueva mirada a lo que siempre hemos visto con mayor desprecio en puertas ajenas. Los prejuicios acerca de la basura se dejan a un lado cuando te adentras en el laboratorio de Basurama que es una pequeña nave en una pequeña calle del madrileño barrio de La Elipa que es la base del proyecto, además de tener una oficina permanente en Sao Paulo (Brasil) y Bilbao (España).

Probablemente la idea que se tenga de esta nave sea la de un espacio que almacena los grandes excedentes de basura que generan los hábitos de consumo compulsivo pero la realidad es que es un espacio de investigación, creación, producción cultural y medioambiental, en definitiva, un entrañable laboratorio donde los residuos tienen una o mil historias detrás, en el que rebosa arte y profesionalidad por todas sus esquinas. Sus áreas de estudio y actuación se centran en los procesos productivos, la generación de desechos que éstos implican y las posibilidades creativas que suscitan estas coyunturas contemporáneas. 

Para esta producción cultural y medioambiental, los que forman este colectivo rescatan la basura que encuentran en la calle y la almacenan en la escuela para luego lanzar expresiones artísticas de todo tipo, para ellos es una manera de sentirse más libres que lo que el sistema educativo tradicional impone, esto es una apuesta por la transformación social. ¿Y si trasladamos esta potente idea a la sociedad? La basura funciona como un termómetro del grado de desarrollo y su análisis nos puede llevar a mejorar como comunidad. Después de más de cien proyectos artísticos, de información o investigación en cuatro continentes distintos, el desafío sigue en marcha.

¿Cuál es la finalidad última de Basurama?

Basurama se ha propuesto estudiar la basura en todos sus formatos y se ha convertido en un espacio pluridisciplinar en el que se desarrollan simultáneamente actividades de artes visuales dispares que van desde talleres, ponencias, conciertos, proyecciones hasta publicaciones. Otra de las acciones de esta plataforma es establecer una plataforma para poner en contacto y crear sinergias entre actores del ecosistema social que ocupan lugares muy diferentes para crear así un enriquecedor nodo creativo. 

El colectivo se hace preguntas tales como: ¿Por qué la ciudadanía no puede recuperar lo que le interese y volver al círculo y no al vertedero? A medida que los vertederos se van haciendo más grandes, el colectivo quiere convertirlos en algo cada vez más pequeños. La finalidad última de Basurama es por lo tanto conseguir que la sociedad sea más eficaz en el consumo y que la gestión de residuos aporte valor diferencial y respeto por la basura propia y ajena.

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