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Filósofa, catedrática de Ética, consejera permanente del Consejo de Estado y presidenta de la Fundación Grifols, nos cuenta en esta entrevista qué es la ética, sus diferencias con la moral, y cómo debería ser entendida y aplicada por empresarios y políticos. Pero, además, nos habla de felicidad, con un aviso importante: no hay que confundir ser feliz con estar contento

La cita es en el Palacio del duque de Uceda, un edificio del siglo XVII que alberga el Consejo de Estado, en la céntrica calle Mayor de Madrid. El edificio destila solemnidad y sabiduría, como Victoria Camps, consejera permanente. Tiene tres impresionantes galerías, la de los Presidentes, con retratos de todos los presidentes de la institución desde 1940, la de los tapices, con valiosas piezas cedidas por Patrimonio Nacional, y la de los santos, con cuadros de gran valor artístico y una increíble araña de cristal. Su biblioteca ha sido definida por algunos como una pequeña joya de ebanistería, construida en 1874. Pero lo que realmente impresiona es el Salón de Sesiones. Entrar en él, con los grandes asientos de madera tapizados en color vino, el mismo color de los cortinajes de las ventanas, hace que vuele la imaginación hacia un mundo de sabiduría.

El ambiente, pues, sin duda, invita a hablar de ética, de moral, de responsabilidad…

Victoria Camps, catedrática de Ética, presidenta de la Fundación Grifols y consejera permanente del Consejo de Estado, tiene una dilatada trayectoria pero es, ante todo, una dama de la ética, de la moral, de ahí que la primera pregunta tiene que ser ¿qué es la ética? Como definición, “es el estudio del comportamiento humano teniendo en cuenta unas normas, a la vez que se va formando la personalidad de acuerdo con estas reglas, unas reglas básicas que toda sociedad necesita para mejorar y perfeccionarse”. Ahora bien, ¿hay una o varias éticas? ¿Es diferente la moral de la ética? Victoria nos explica que, originariamente, son la misma palabra, solo que una procede del griego y la otra del latín “pero la moral se ha ido convirtiendo en un conjunto de normas de conducta adjetivadas, por ejemplo, la moral católica, la moral islámica, porque hablamos de algo que tradicionalmente ha estado vinculado a la religión”. Esto duró hasta la época de la Ilustración, el inicio de la modernidad, “que es cuando se intenta vincular con la racionalidad, y eso es a lo que hoy llamamos ética”. Y añade que, dado que la moral a veces está un poco degradada, sobre todo por la vinculación a la religión, “esa ética racional debería ser universal, igual que existen unos derechos humanos universales que sintetizan principios básicos, como igualdad, libertad, que son la base de una ética universal”.

¿Qué es una empresa ética?

La que se toma la molestia no solo de buscar una eficiencia económica sino que se plantea si lo que hace es bueno para la sociedad, de ahí deriva el concepto de responsabilidad social, que es contribuir al bien de la sociedad y no solo al interés del empresario, de la corporación. Esto incluye el trato con los empleados, favorecer a todos los afectados por la actividad, tener en cuenta cuestiones relacionadas con el medio ambiente. Hay muchos elementos en los que la empresa puede incidir, hacerse responsable.

¿Crees que a veces se llama ética a lo que sólo es estética?

La ética de la empresa ha derivado en muchas corporaciones en responsabilidad social corporativa, y se está plasmando en una memoria. Eso es lo que está entre la ética y lo que tú llamas estética, vinculado con el marketing, o sea, hacemos lo que hay que hacer, lo ponemos en una memoria, que a veces es muy cuantitativa, muy de indicadores, de los elementos que hay que dar cuenta, y se dejan otros que también son importantes pero que puede que necesiten más esfuerzo, y todo eso hace que se desprestigie.

Llevando esto al ámbito político, parece que hay bastante carencia de ética

Más que en las empresas, eso seguro. La política está muy desprestigiada, sobre todo por la corrupción, por esa forma de beneficiarse privadamente de lo que solo debería ser público, y por una deriva de la democracia representativa que curiosamente se ha ido alejando de las personas en lugar de representarlas. Por ejemplo, los populismos, que proponen representar al pueblo de otra manera que no está siendo la mejor, dan una supuesta voz al pueblo muy manipulada. Lo que hay que tener es representantes de verdad, que piensen en el bien común, no en el partidista, en lo coyuntural, en lo que solo sirve para ganar elecciones.

¿Hay indicadores para medir de verdad la ética o es demasiado complicado?

Se buscan. Algo que es fundamental es la transparencia. ¿Cómo se mide la transparencia de una institución, un municipio, una empresa? Necesitamos indicadores que nos digan qué hay que hacer para serlo. Es un paso, pero puede caer en la estética de la que hablábamos antes, porque el ciudadano no es eso lo que busca, y a veces se utiliza de tapadera de otras cosas, se ofrecen datos que ni son los que los ciudadanos quieren ni representan un cambio en la actitud tanto de los trabajadores públicos como de los privados y precisamente la ética lo que debe conseguir es ese cambio de actitud, es la ética de las virtudes de la que hablaban los griegos, adquirir cualidades, valores que van articulando una sensibilidad y una personalidad moral, y ése es el cambio que necesita la política y la empresa responsable.

De tu época como profesora, ¿cómo conseguías que tus alumnos entendieran que la ética es algo a aplicar en el mundo real y no una mera filosofía?

Yo he sido profesora de filosofía moral y en mis clases explicaba las teorías de los filósofos y a veces eso se queda en un nivel excesivamente teórico. Por ejemplo, explicar a un médico lo que es el imperativo categórico kantiano interesado en el ámbito de la bioética… hay que hacer un esfuerzo. La mayoría de las teorías sirven en la práctica, hay que saber explicarlo para que se vea la vinculación. Kant decía que hay que tratar a las personas como un fin, no como un medio, eso significa respetar la dignidad del paciente pero Kant no dice cómo hacerlo, hay que descubrirlo. Hasta hace poco, la medicina era muy paternalista y daba por supuesto que como el médico estaba en un nivel superior, ni se planteaba, pero me gustaría decir que en los últimos treinta años se ha hecho un esfuerzo por parte de la filosofía en lo que se llaman las éticas aplicadas, se vinculan a distintas profesiones, por ejemplo, la bioética, o la ética de la empresa, también podríamos hablar de la ética de la comunicación, la educación, la de la política no está nada desarrollada. Se ha hecho este esfuerzo porque la sociedad lo estaba demandando, se ha empezado por la medicina porque es la disciplina que más tenía esta necesidad.

De hecho, has estado varios años en el comité de Bioética de España

Este comité se creó muy tarde, por detrás de otros países europeos. Hay varios niveles: en los hospitales, los de ensayos clínicos y el nacional, que plantea cuestiones que afectan a un ámbito legislativo, pero no hicimos absolutamente nada porque no nos consultaron nada, lo que es curioso. Hicimos algunos informes por iniciativa propia, pero no consultaron nada. Ya sabes que a veces se crean órganos sin saber exactamente qué funciones tienen.

Hablemos también de felicidad. ¿Qué relación tiene con la ética?

Están muy relacionadas. La felicidad es un tema que la filosofía se ha planteado bastante aunque de forma indirecta. Aristóteles, el primer filósofo que escribe de ética, lo primero que dice es que el fin del ser humano es la felicidad, es lo que da sentido a la vida humana y sobre lo que hay que pensar es cuál es la vía hacia la felicidad. No se encuentra en la riqueza, el honor, el éxito, sino en la vida buena, según Aristóteles, por eso en este caso vienen a ser lo mismo.

Acabas de publicar el libro La búsqueda de la felicidad, ¿crees que nos hace falta aprender a ser felices?

Sí, nos hace falta, es un aprendizaje, como lo es la vida, en la que nos planteamos qué sentido tiene si al final nos vamos, desaparecemos, somos limitados, no venimos a sufrir pero el sufrimiento está presente en nuestra vida y carece de sentido y esa pregunta sobre el sentido es una constante, cómo sacarle partido a la vida, cómo sentirnos satisfechos… Esa pregunta, ese buscar sentido a la vida es buscar la felicidad.

¿Es un concepto que las empresas deberían incluir en su RSE?

También el concepto felicidad se ha ido degradando y se identifica con estar contentos continuamente, tener un bienestar material, que es importante y necesario, pero no es sinónimo de felicidad. Las empresas, la política, los gobiernos, lo que a veces buscan es que la gente esté contenta y eso es una simplificación de la felicidad, pero que parece muy presente en el momento actual, que la gente no se queje, darles lo necesario para que no se quejen.

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Noticiasética#felicidadVictoria Camps

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