Ni el dinero garantiza hoy una buena infancia. Así lo advierte el último informe de UNICEF, Report Card 19: El bienestar de la infancia en un mundo impredecible, que analiza la situación de niños y niñas en 43 países miembros de la OCDE y de la Unión Europea entre 2018 y 2022. Países como los Países Bajos, Dinamarca y Francia lideran el ranking en términos de bienestar infantil, pero el estudio pone el foco en un fenómeno preocupante: incluso en estos contextos privilegiados, los derechos de la infancia se ven cada vez más comprometidos por crisis globales como la pandemia, la inflación y el cambio climático.
Según recoge UNICEF, se ha producido un deterioro claro en tres dimensiones clave: salud física, salud mental y competencias educativas. Aunque España aparece en una posición destacada —séptima en el listado—, los datos también reflejan una tendencia alarmante: el bienestar infantil no solo está condicionado por los ingresos del país, sino también por su capacidad de respuesta ante situaciones de emergencia y por el acceso equitativo a derechos básicos.
Un retroceso preocupante en educación
Una de las secuelas más visibles de la pandemia ha sido el retroceso académico. Según el informe, millones de jóvenes han perdido hasta un año escolar en competencias básicas como lectura y matemáticas. Esta pérdida ha sido especialmente grave entre quienes ya vivían en contextos desfavorecidos. En total, ocho millones de adolescentes de 15 años no alcanzan el nivel funcional en lectura, escritura y aritmética, lo que les impide comprender un texto básico. En América Latina, países como Colombia, México y Costa Rica se sitúan entre los que presentan peores resultados.
Salud mental: las niñas, las más afectadas
La salud mental de la infancia también se ha visto seriamente afectada. En 14 de los 32 países con datos disponibles, ha disminuido el número de niños y niñas que se declaran satisfechos con sus vidas. Las niñas han sido las más impactadas por este descenso. México, Chile, Polonia y Turquía han registrado las caídas más pronunciadas, con más de 10 puntos porcentuales. Aunque las tasas de suicidio adolescente han disminuido en algunos países, en otros como Japón, Corea del Sur y Türkiye, han aumentado.
UNICEF subraya que “es tentador buscar culpables fáciles”, como el uso excesivo de redes sociales, pero el panorama es mucho más complejo. Las claves del bienestar pasan por factores como la práctica de deporte, el vínculo familiar y la lucha contra el acoso escolar, tanto en el aula como en internet.
Sobrepeso y crisis climática, amenazas silenciosas
La salud física tampoco escapa a esta crisis silenciosa. El sobrepeso y la obesidad infantil han crecido en más de un tercio de los países analizados. Solo Italia y Portugal han logrado revertir la tendencia. En países como Chile y Estados Unidos, las tasas duplican la media global.
A esta situación se suman los impactos del cambio climático: más de 250.000 niños fueron desplazados en 2022 por fenómenos meteorológicos extremos. En la Unión Europea, casi la mitad de las escuelas se ubican en “islas de calor”, con temperaturas que comprometen la salud infantil, mientras una de cada diez se encuentra en zonas inundables. En 2024, más de 25 millones de estudiantes vieron interrumpidas sus clases por causas climáticas, la mayoría en América Latina.
Recomendaciones para una recuperación justa
UNICEF propone una hoja de ruta clara para revertir esta situación:
En un contexto global donde los efectos del cambio climático se hacen cada vez más evidentes, el informe de UNICEF deja una conclusión ineludible: la infancia es uno de los grupos más vulnerables. Y, aunque muchas veces se tiende a mirar hacia los países empobrecidos, el problema también afecta a los más ricos. La desigualdad —tanto económica como medioambiental— está reconfigurando las condiciones de vida de los más pequeños.
“La infancia necesita entornos seguros, estables y sostenibles. Invertir en su bienestar es una obligación ética, pero también una estrategia inteligente para cualquier sociedad que aspire a un futuro justo y resiliente”, concluye UNICEF. La transición ecológica no será completa si no incluye a los niños y niñas como protagonistas de ese cambio.