“La vida nunca se vuelve un hábito para mí. Siempre es una maravilla”.
Katherine Mansfield.
Procuro repetirme con bastante frecuencia esta frase feliz porque ya se sabe que los pensamientos influyen en los sentimientos, y los sentimientos en las decisiones. Este planteamiento me sirve mucho en momentos terribles como los que estamos viviendo con las guerras de Gaza, Ucrania, Irán, Sahel y otras tantas que casi tenemos olvidadas. Tal parece que nos empeñemos en demostrar en todas partes que homo homini lupus (con perdón de los lobos).
Y esto no es todo; nos estamos aplicando a fondo para destrozar el planeta. Como dice Aldo Leopold, abusamos de la tierra porque la tratamos como si fuese nuestra. Cuando la veamos como una oportunidad a la que pertenecemos, puede que la tratemos con mayor respeto.
Creo que ahí está la clave, en cómo miramos las cosas: si miramos a las personas como enemigas aceptamos las guerras, si miramos al planeta como nuestra propiedad lo esquilmamos.
No quiero ignorar lo malo que ocurre, antes, al contrario, estoy convencida de que un posicionamiento positivo por parte de cada uno de nosotros puede ser un buen acicate para revertir esta situación.
Por otro lado, es difícil mirar a los demás y al planeta de forma positiva si tengo la mente y el corazón llenos de odio, miedo, rencor o cualquier otro sentimiento devastador. Siempre digo que no puedo regalar a nadie un millón de euros porque no tengo un millón de euros, de modo que voy a afanarme por conseguir un pequeño tesoro que me permita estar bien conmigo misma y repartir una parte en rededor.
Así que me digo que la vida es maravillosa: constantemente me está regalando instantes mágicos a través de una preciosa luz que me despierta, un arrullo de los árboles vecinos cuando mecen sus hojas, un melodioso canto de un gorrión cercano, la marcha jacarandosa de los niños que van al colegio próximo, las oportunidades de relaciones positivas con numerosas personas a través de las redes, la calidez de las personas que me quieren, las oportunidades diversas que me va presentando en diferentes ámbitos…
Si contemplo nuestra casa común llamada Tierra tengo asimismo múltiples motivos de dolor, y también de alegría: a pesar de que vamos más lentos de lo que me gustaría, cada vez somos más conscientes de la necesidad de comportarnos de otra forma: se aplican nuevas leyes para preservar la tierra, se avanza en el respeto a los animales, se mejoran los sistemas de producción agrícola para que sean menos agresivos con el planeta, la ciudadanía es cada vez más consciente de la necesidad de ahorrar agua, energía, no desperdiciar alimentos, etc., etc.
Cada uno de esos avances es un motivo de alegría que me ayuda a ir llenando mis arcas para mi propio bienestar y para poder luego repartir entre mis semejantes.
Estoy convencida de que es el mejor método que puede ayudarnos como sociedad y como integrantes del ecosistema que llamamos Tierra.
Y acabo de descubrir otro motivo de alegría: el día 18 de octubre se ha declarado el Día Mundial de la Naturaleza y el Día Mundial de la Ética. Una preciosa coincidencia que aúna ambas miradas, hacia las personas y hacia la Tierra. Eso significa que muchas personas se han percatado la importancia de mirar desde la perspectiva inclusiva. No creo que sea una coincidencia como dije hace un momento, sino una preciosa realidad.
¿Verdad que la vida es maravillosa?
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