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Todo el mundo que me conoce me llama “optimista” y “positivo”, y voy a intentar serlo también a la hora de redactar estas líneas, por lo que ruego al lector que, a pesar de lo serio de algunos de los contenidos aquí descritos, me acompañe hasta los últimos párrafos. Llevo algún tiempo preguntándome sobre el grado de cumplimiento, utilidad, necesidad, realidad, contundencia, oquedades, fortalezas, debilidades, diferencias, relieves y otros puntos de vista sobre los archimencionados ODS: Objetivos de Desarrollo Sostenible. El término “sostenibilidad” lo dejaremos para otra ocasión, porque también ya ha recibido mucha atención y foco, y es cuestión que está en el candelero, día sí, y día también. Mi reflexión va más por los otros dos integrantes del nombre: “desarrollo” y “objetivos”.
Los ODS son necesarios, pero no suficientes

Comencemos por este último, que, aunque revestido de carácter estratégico, es un término propiamente instrumental, esto es, se establecen unos objetivos para conseguir algo. Claro está, que dicho instrumento debe estar correctamente definido. Suele decirse que para que un objetivo esté bien definido debe ser Especifico, Medible, Alcanzable, Relevante, y comprender un periodo Temporal determinado. En mi opinión los ODS suspenden de acuerdo con esta definición.

Nadie puede cuestionar que los ODS son “Relevantes”, aunque pequen a la hora de alinearse con las diferentes estrategias-país (este es otro término que merecería su propio texto): pongámosle un notable en relevancia. A pesar de que los ODS son tal vez demasiado generales, incluso en su desglose en metas, y sujetos a diversas interpretaciones, creo que en la característica de “Específicos” sacarían un aprobado. La cosa se complica más cuando evaluamos los tres elementos restantes. “Alcanzables” es claramente un suspenso, no por ser pesimista, sino más bien realista, y para no tener que inventar justificaciones o explicaciones cuando no se llegue a los objetivos. Los ODS son “deseables”, pero lamentablemente, en el conjunto de sus características, no alcanzables (al menos, no en su totalidad). Otra de las características que no alcanza el aprobado es la del marco “Temporal”. Si bien es cierto que abarcan el periodo 2015-2030, deberían haber contemplado un desglose temporal de avance, porque de lo contrario, de nuevo, se convierte en algo “a hacer”, y luego (ahora) vienen las prisas. El marco temporal, por tanto, no está bien definido.

Pero sin duda, la peor calificación se la lleva el apartado de “Medibles”. Parece asombroso que en una etapa en la que estamos “monitorizados” durante las 24 horas del dia (al menos como consumidores de productos y servicios), sea tan complicado recopilar datos con referencia a los ODS[1]. Existen grandes vacíos de información en todos los ámbitos de los ODS. En muchos objetivos, la mayoría de los países no cuentan con datos comparables a nivel internacional. Por ejemplo, en el caso del Objetivo 13 (Acción por el clima), solo 1 de cada 6 países dispone de datos. La falta de datos a nivel de país afecta también de manera significativa a los objetivos 5 (Igualdad de género), 11 (Ciudades y comunidades sostenibles), 12 (producción y consumo sostenibles) y 16 (Paz, justicia e instituciones sólidas). Además, el marco de indicadores de los ODS se ha revisado en el año 2020, por lo que se hace aún más difícil valorar el progreso. Así, la última información disponible para los indicadores de cambio climático (Objetivo 13) es del año 2015, y el último año disponible para datos sobre la pobreza (Objetivo 1) y la educación (Objetivo 4) corresponde al 2016. Suspenso claro: indicadores mal definidos, falta de capacidad real de medición y datos claramente desactualizados (imagínense dejarse guiar por un GPS con estas características).

1 ODS 13

Volvamos la vista ahora al otro gran propósito de los ODS: el desarrollo. Según la RAE, en relación con una comunidad, desarrollar es “progresar o crecer, especialmente en el ámbito económico, social o cultural”. Parece que en este apartado tampoco vamos demasiado bien. Según el informe de los ODS 2021, y seguro que en parte por el efecto de la pandemia, la tasa de pobreza mundial ha aumentado, y en torno a 120 millones de personas se encuentran en situación de pobreza extrema en 2020.  En el apartado de educación, unos 100 millones de niños se encuentran por debajo del nivel mínimo de competencia en lectura. En cuanto al trabajo, la crisis ha amenazado el sustento de 1.600 millones de trabajadores de la economía informal. Con relación al medioambiente. a pesar de la desaceleración económica mundial, las concentraciones de los principales gases de efecto invernadero han continuado aumentando y el aumento de temperatura global medio es ya de 1,2 grados Celsius.

En todo caso, los países en vías de desarrollo, es decir, aquellos que tendrían que desarrollarse más, se han llevado la peor parte: aumento significativo de la deuda, disminución drástica de la inversión extranjera directa, caída del turismo y el comercio. A todo esto, la falta de datos e indicadores fiables es mucho mayor en los países en desarrollo, por lo que todas estas cifras son sólo “mejores” estimaciones.

Párrafo aparte merecen las desigualdades en la distribución de las vacunas: frente a las 68 vacunas por cada 100 personas suministradas en Europa y América del Norte (junio 2021), apenas llegan a 2 en el África subsahariana (34 veces menos).

Hasta aquí la “foto” de la situación. “Pues vaya, ¡cómo está el panorama!” pensarán muchos de Vds., y con razón. En todo caso, ahora vamos a intentar hacer una reflexión constructiva de todo ello. Los ODS son algo más que una declaración de intenciones, establecen unas metas, quías que hay que afinar y definir mejor, y creo que podemos extraer varios aprendizajes:

  • Es difícil establecer unos objetivos generales para 193 países diferentes, con prioridades distintas y con grandes diferencias en sus capacidades reales (como diría Amartya Sen). Se requiere una mayor exigencia a nivel nacional, para matizar, aterrizar y concretar dichos objetivos, así como para recabar información sobre el avance y cumplimiento de estos.
  • Los indicadores definidos para dar seguimiento a los ODS son incompletos y los mecanismos de seguimiento carecen de la concreción y granularidad suficiente para que resulten útiles. Debemos ser capaces de especificar indicadores históricos (basados en resultados concretos) y avanzados (basados en aspectos que condicionan a futuro los resultados históricos), combinándolos y dotándoles de la granularidad necesaria: por ejemplo, en caso de no alcanzar un resultado, dónde está el problema, para poder definir planes de acción o campañas mucho más efectivas.
  • La estrategia de comunicación debe ser más transparente y eficaz, no solo en el traslado de los objetivos, sino, sobre todo, en el grado de cumplimiento y acciones o campañas necesarias (claro, toda vez que los dos puntos anteriores se hayan puesto en marcha, en caso contrario, mejor no comunicar nada, al hilo del “si no puedes convencerles, confúndeles”.

En resumen, los ODS son necesarios (con muchos matices, mejoras, redefiniciones y concreciones), pero no suficientes. Los ODS no van a remplazar la estrategia-país, la estrategia-empresa ni el buen criterio (mucho más que necesario y exigible) de los gobernantes y dirigentes.

 

[1] Informe de los ODS 2021 (https://unstats.un.org/sdgs/report/2021/ )

 

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