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Cuando el mundo cambia y las necesidades son distintas, cuando emergen situaciones que podían preexistir pero de las que no éramos conscientes o en las que apenas nos fijábamos, no podemos seguir como hasta entonces y debemos redefinir nuestras prioridades.

Las condiciones de vida de los inmigrantes, hacinados y sin la mínima garantía de salubridad e higiene, nos escandalizan de pronto, porque hay un monstruo del que sí nos hemos enterado que se llama coronavirus y que nos amenaza también a nosotros, y que se vuelve más fuerte a través de los brotes que facilitan estas inaceptables condiciones de vida. Por ejemplo. Ya eran estaban allí antes. Ahora, las vemos. Las desigualdades, las injusticias, ya existían. Ahora no sólo se han hecho más patentes sino que se han ahondado y algunas nuevas han aparecido. Y ahora, lo vemos.

Contra este modelo de mundo insostenible, creamos una herramienta poderosa que se extendió en poco tiempo y cobró una fuerza que asombró a muchos: los ODS. Un instrumento común, un lenguaje y una guía que, poco a poco, todos empezamos a entender. Servía para hacer un mundo mejor, más habitable, más justo. Se establecieron hojas de ruta, se emprendieron actuaciones, se buscaron y encontraron sinergias, debilidades, estrategias. El camino parecía bueno. Y, justo cuando sentimos que empezábamos a coger algún impulso, nos cambian la realidad y parece que hay que volver a empezar.

Pero no debemos confundirnos: la ruta marcada era buena. Los problemas, reales. De pronto se han magnificado muchos de ellos. Algunos nuevos han aparecido, pero en su mayoría son derivaciones o crecimiento desmedido de los que ya había. Metástasis, extensión descontrolada. Seguimos teniendo que solucionar los mismos problemas, pero ahora la escala es otra y, en ocasiones, los medios deberán ser otros. Debemos pararnos —sin detenernos— a pensar, y mirar alrededor. Es preciso volver a evaluar —sin dejar de actuar— para redefinir los asuntos materiales. El nuevo estudio de materialidad va a cambiar precedencias, prioridades, perspectivas. Pero ni por un momento pensemos que podemos dejar de hacer lo que hacíamos. Sólo hagámoslo de otra manera, si es preciso. Abordemos los nuevos asuntos que estamos descubriendo capitales. Pero no nos detengamos.

Esta crisis no puede suponer un parón. El replanteamiento no es una vuelta a la casilla de salida. No podemos perder todo cuanto hemos avanzado.

El ODS 3, de salud y bienestar, va a adquirir un peso capital y está cambiando nuestra forma de vida. El 1, final de la pobreza, se aleja de nosotros a medida que avanzamos con los días. Problemas que se vuelven gigantes ante nuestra mirada, como los relacionados con los ODS 2, de hambre en el mundo, 8, y trabajo decente, crecimiento económico, 5, igualdad de género,… Todo se complica…

Y todo es más complicado. Pero, justo por eso, no quiero dejar de llamar la atención sobre los que, a mi juicio, en este momento, pueden resultar piezas clave para el enfoque general de este nuevo análisis de la materialidad y esta nueva estrategia a emprender. Estoy hablando del ODS 16, paz, justicia, instituciones sólidas, lo que podríamos llamar buen gobierno, y el 17, de alianzas para la consecución de los objetivos. Estamos hablando de hacerlo juntos. Estamos hablando de buscar espacios de relaciones colaborativas, de no dejar a nadie atrás, de compasión e inteligencia. Hablamos de comportarnos como una única Humanidad: con humanidad. Implicar al otro y a los otros, sellar pactos, trabajar juntos, establecer alianzas y sumar fuerzas. Rellenar huecos y buscar complementariedades. Es el momento de trabajar con y para los demás. Alianzas que persiguen la justicia y la eficacia. Alianzas con los fuertes, que aportan capacidad y recursos, y con los débiles, con los beneficiados de las relaciones (que, a la postre, somos todos), a quienes hay que tener presentes, a veces no sólo de lejos, sino desde dentro del proyecto.

Tenemos que mirar alrededor. Hemos de ver lo que ha pasado. Aún no es todo un campo desolado, pero podría llegar a serlo. La tormenta ha descubierto lo que había bajo el polvo y ha sacado brillo a mucha desgracia antes apenas visible. Hemos adquirido una nueva mirada. Unos nuevos ojos. Empleémoslos.

Nos toca reflexionar mientras caminamos. Empujar hacia más sitios. Mirar a quienes caminan con nosotros, a quienes nos preceden y a quienes se han sentado, rendidos, en los bordes del camino. Tender manos. Y colaborar.

No quiero, escribiendo en este medio, dejar de mencionar, por si sirviera, una norma que da pistas y puede servir para enfocar y sistematizar las alianzas y extraer el máximo del hecho de establecerlas y desarrollarlas. Se trata de la Norma ISO 44001: Sistemas de Gestión de las relaciones de trabajo colaborativas. Establecer los requisitos, las necesidades de cada parte, roles, responsabilidades, estructura organizativa. Definir objetivos comunes y propios, establecer actuaciones, extraer enseñanzas de la propia relación. Incluso propone una vía para identificar las oportunidades de colaboración, identificando y priorizando las relaciones de trabajo. No es una Norma altruista. Es una Norma práctica. Proporciona pautas para hacer las cosas bien.

Pero, entre los ODS y el estándar, es preciso interponer la responsabilidad corporativa, la humanidad de la que hablábamos antes. Y bien podría no emplearse sistema de gestión alguno, aunque sabemos que las empresas, las organizaciones, funcionan normalmente mejor con uno. Pero, en definitiva, es sólo una herramienta que facilita lograr los objetivos. Lo que no puede hacerse —y ya no hablamos de altruismo, sino de supervivencia— es no hacer.

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