La responsabilidad social moderna cuestionó el modelo clásico de comprensión de la actividad económica. Este modelo definía la empresa como una organización cuyo fin es la maximización de los beneficios y la satisfacción económica de los accionistas. Esta visión correspondería con los enfoques liberales que defenderían la desregulación de los mercados, los procesos de privatización y la reducción de la carga fiscal. En su obra, Capitalismo y Libertad, Milton Friedman argumentó que habría una, y solo una, responsabilidad social de las empresas: usar los recursos disponibles para incrementar los beneficios dentro de las reglas del juego en un mercado abierto y competitivo, sin fraudes ni engaños. Esta idea se popularizaría más tarde en su famoso artículo publicado en el New York Times bajo el título The Social Responsibility Of Business Is to Increase Its Profits.
Sin embargo, desde el propio liberalismo —en el caso de la corriente ordoliberal— se defendió la necesidad de valores que sean capaces de llenar el vacío en que se habría instalado en el sujeto moderno. Para el filósofo y economista alemán Wilhem Röpke (1996: 24), "la raíz más profunda de la enfermedad de nuestra cultura se halla en la crisis espiritual que se ha consumado en cada individuo", es decir, que nuestro problema está en "la destrucción del sistema de valores en los que se apoya nuestra cultura con su secuencia de vacío espiritual y moral que, en el mejor de los casos, se satisface con el culto a los incentivos materiales" (1996: 77). Estos planteamientos nos permiten identificar, incluso, las raíces morales de la crisis ecológica que vivimos: el vacío es causante de un consumo irracional con la correspondiente degradación medioambiental.
Desde hace décadas este vacío se habría intentado llenar mediante dos instituciones que reclaman para sí la organización del orden social: el Estado y el mercado. Dos instituciones que tratan de dar respuesta no solo a las necesidades, finitas, sino también a los anhelos o deseos, inagotables y desestabilizantes. El propio Röpke entendió que no todo se puede satisfacer con el mercado, "la economía de mercado no lo es todo. Debe inscribirse en un orden total superior, que no puede apoyarse en la oferta y la demanda, en la libertad de precios y en la libre competencia" (1996: 22). En consecuencia, se necesitan condiciones sociales y culturales de posibilidad para el buen funcionamiento del mercado:
“El apoyo último de la economía de mercado, en cuanto que es de naturaleza moral, debe buscarse fuera del mercado mismo. El mercado y la competencia están muy lejos de poder generar autónomamente los presupuestos morales que le son necesarios. Aquí está el error del inmanentismo liberal. Estos presupuestos deben cumplirse desde fuera y, al contrario de lo que dicho inmanentismo afirma, son el mercado y la competencia los que los someten a una continua prueba de resistencia, los que los exigen y los utilizan” (1996: 157).
Tampoco se puede satisfacer todo mediante el desnudo poder del Estado y de la política, un ámbito que "ha aumentado en proporciones enormes y sigue creciendo sin cesar" (1996: 34) y, en consecuencia, restringe la libertad en favor de formas cada vez más poderosas de Estado. Hoy la política se ha convertido en el imperio, no ya de la posverdad, sino de la cruda mentira, y trata de utilizar todos los medios a su disposición para lograr sumisión sin ninguna resistencia.
Por todo esto es necesario plantear los fundamentos normativos de una sociedad buena, y no movernos únicamente en el plano inmanentista de la descripción o la prescripción. Los fundamentos normativos se sitúan por encima de la política y del mercado. Siguiendo al filósofo de origen austríaco Ludwig Wittgenstein:
"Lo que quiero decir es que mientras entendamos un estado mental como un hecho descriptible, éste no es bueno ni malo en sentido ético. Por ejemplo, si en nuestro libro del mundo leemos la descripción de un asesinato con todos los detalles físicos y psicológicos, la mera descripción de estos hechos no encerrará nada que podamos denominar una proposición ética. El asesinato estará en el mismo nivel que cualquier otro acontecimiento como, por ejemplo, la caída de una piedra. Ciertamente, la lectura de esta descripción puede causarnos dolor o rabia o cualquier otra emoción; también podríamos leer acerca del dolor o la rabia que este asesinato ha suscitado entre otra gente que tuvo conocimiento de él, pero serían simplemente hechos, hechos y hechos, y no ética" (Wittgenstein, 1989: 116)
Si bien el intento de Wittgenstein de arremeter contra los límites del lenguaje le situó, en principio, en una posición desesperanzada, poco después encontraría una salida en el lenguaje entendido como práctica. No encontramos el fundamento de la ética en el plano descriptivo; su fundamento se encuentra en la acción. Las proposiciones éticas son prácticas lingüísticas: el lenguaje es una forma de acción que encuentra su justificación en la obra misma: "es nuestra actuación la que yace en el fondo del juego del lenguaje" (Wittgenstein, 2006: §204). Estas prácticas serían los ejes de nuestra conducta fuera de toda duda o, incluso, condición posibilidad de que tengamos dudas pues "la duda descansa solo en lo que está fuera de duda" (Wittgenstein, 2006: §519).
Las prácticas éticas son los goznes sobre los que se mueven las instituciones económicas y políticas. Ahora bien, ¿se ha instaurado la duda en los goznes de la sociedad?, ¿se mueven las instituciones de la sociedad sobre sus ejes, o viajan descarriladas y sin principios? ¿Desde qué fundamentos se erigen las complejas construcciones sociales y tecnológicas? Los fundamentos se justifican en las prácticas. Hay prácticas que están mal, fuera de toda duda, pero la duda se instaura en la condición de toda duda y hoy todo parece derrumbarse.
REFERENCIAS
Friedman, Milton (1966). Capitalismo y libertad. Madrid: Rialp.
Röpke, Wilhem (1996). Más allá de la oferta y la demanda. Madrid: Unión Editorial.
Wittgenstein, Ludwig (1989) Conferencia sobre ética. En: Doce textos fundamentales
de la Ética del siglo XX. Madrid: Alianza.
Wittgenstein, Ludwig (2006). Sobre la certeza. Barcelona: Gedisa.
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