Los ODS postulan integrar en una organización ya construida un conjunto de contenidos que le van a exigir cambios y orientaciones; para ello, debe empezar a gestionar conocimiento.En el anterior artículo defendíamos la separación entre la decencia y otras virtudes, era precisamente porque, ya desde la conocida clasificación medieval tomista de los valores -todavía en la actualidad presente en muchos de los debates- la decencia se asociaba a la vergüenza y la honestidad (M. Vidal, 1991, p.632), en definitiva, una parte de la Templanza y la capacidad de prevenir y conocer las propias limitaciones. Ser decente significa no empezar la casa por el tejado sino por sus cimientos; eso supone gestión del conocimiento y poner en armonía lo intangible con los activos tangibles de una organización.
Frente a los ODS y antes de adoptar compromisos y objetivos concretos en la gestión y asunción de valores, la organización debe saber que, por delante, tiene un camino con tres importantes escalones: el conocimiento y las exigencias de lo que supone asumir un ODS determinado, la gestión que exigen sus valores y compromisos y los modos de comunicar sus resultados. Creemos que debe quedar claro la diferencia entre estos niveles y sus efectos a la hora de comprender lo que significa el valor comprometido en la gestión.
El primer nivel es preparatorio y afecta directamente al conocimiento; es decir, no es una cuestión de números o del alcance del modelo de negocio, sino de planteamientos sobre el para qué y donde y con qué finalidades se construye un proyecto para la sociedad y el desarrollo de las personas. En esta primera exigencia, la empresa debe conocer bien lo que suponen los contenidos que se le plantean como retos y que debe reflexionar sobre la idoneidad, oportunidad, factibilidad y consecuencias de integrarlos en el seno de su organización. En primer lugar, conocer lo que significan y el alcance de esos nuevos contenidos que debe integrar en el conjunto de la organización y conocer, al tiempo, las necesidades de la sociedad en la que está, la dimensión y naturaleza de su organización y los alcances y límites que padece. Esta exigencia determina el tipo de contenido más afín, donde la organización puede aportar riqueza e innovación a la sociedad, así como aquellas alianzas con otras organizaciones que pueden ser útiles en la consecución de los objetivos propuestos en cada ejercicio.
El segundo nivel afecta transversalmente a la empresa, a sus estrategias, objetivos y recursos. Verticalmente afecta a áreas funcionales, unidades de negocio o regiones, así como al sistema de procedimientos, procesos e indicadores. Va a afectar además a la gestión de los activos y recursos, no solo financieros. De ahí que tome gran importancia la gestión de equipos y personas, y la formación y comunicación internas.
El tercer nivel afecta principalmente a temas de gestión y comunicación de intangibles. Ya es conocido por las compañías, que los intangibles son un conjunto de activos que debe gestionar y lo debe hacer de una muy forma diferente a como gestiona sus objetivos financieros y de negocio, pero en consonancia con ellos. Para ello, debe plantear los formatos y modelos de comunicación más apropiados que ayuden al mejor conocimiento de la empresa. La naturaleza de esta comunicación también debe afectar al lugar que la empresa debe tener en el propio contexto de los Medios de comunicación.
Este proceso lo llevan trabajando las grandes compañías, -algunas con éxitos indudables y propuestas a tener muy en cuenta-, casi desde el momento en se introdujo en el ámbito de su gestión la Marca Corporativa y los intangibles relacionados con ella; nos referimos, por ejemplo, a la categoría de la Responsabilidad Social que tuvo su entrada en las preocupaciones de las organizaciones hace ya más de veinte años. Sin embargo, el tema de los ODS es mas amplio y complejo y, además, siguen presentes algunas otras cuestiones no resueltas con la gestión de intangibles. Por ejemplo, siguen pendientes algunos temas importantes como la forma en que la empresa ha gestionado internamente la transversalidad de estos nuevos activos o como construye la comunicación y su relación con las marcas de la compañía. Estos problemas siguen encima de la mesa (J. Benavides Delgado & J. Fernández Mateo, 2020) y no sólo en las grandes organizaciones, sino en las pequeñas, -y más todavía en las micro-empresas-, donde apenas ha tenido cabida esto de los intangibles.
Por eso mismo, si todavía la gestión de intangibles sigue en proceso de investigación, ¿Qué hacer con los ODS que aumentan las exigencias y amplitud de aquellos? ¿Cómo gestionar y comunicar los ODS cuando parece que las empresas y organizaciones e instituciones todavía no han asumido que aquellos intangibles exigían cambiar el modelo de empresa en vías de su perfeccionamiento?
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