Las estadísticas, aunque mejoran respecto a décadas anteriores, ciertamente son más que elocuentes: de 197 jefes de estado, sólo 22 son mujeres. Las mujeres ocupan sólo el 20% de los escaños en los parlamentos a nivel mundial, y en el mundo de los grandes negocios, solo 18 por ciento de los ejecutivos “Fortune” 500 son mujeres.
En España en una década, la brecha salarial apenas se ha reducido: en 2016, los hombres ganaban 5.982,42 euros más que las mujeres. El porcentaje en esa distancia se agranda a la hora de cobrar una pensión de jubilación: 742,81 euros para las mujeres frente a 1.197,19 euros para los hombres. Las diferencias también se trasladan al Congreso de los Diputados, donde 138 escaños de un total de 350 están ocupados por mujeres.
Frenos evidentes de un patrón social y cultural
En el Índice de Competitividad por el Talento Global (GTCI) publicado Adecco Argentina junto con Insead y Human Capital Leadership Institute se identificaron las razones principales por las cuales el progreso del liderazgo femenino en el lugar de trabajo continúa rezagado. Muchas mujeres expresaron que no se les reconoce el mérito por el trabajo que han realizado, que les asignan proyectos que tienen menos impacto o visibilidad y que son injustamente evaluadas. Otro aspecto identificado es el de las creencias opuestas entre los accionistas de las compañías sobre el “estilo correcto de liderazgo” que las mujeres tendrían que adoptar en el trabajo.
Según un estudio del Pew Research Center acerca de los impedimentos que afrontan las mujeres para conseguir puestos de liderazgo, la percepción de que eran juzgadas con mayor severidad ocupaba el segundo lugar, por delante de las responsabilidades familiares, su capacidad para recabar apoyos o la percepción de que la sociedad no estaba lista para asumir el liderazgo femenino. Para las mujeres encuestadas, este era el principal motivo.
A día de hoy, muchas voces coinciden en que uno de los retos a superar, una vez reconocido el derecho y la capacidad de las mujeres para ejercer puestos de responsabilidad, es el sesgo inconsciente en contra de todo lo que se aleje de la figura tradicional de líder, asociada a la de una persona decisiva, resolutiva y fuerte, ambiciosa e independiente. En El sexismo y la cima analizan estos estereotipos y las características socialmente asociadas a lo masculino y lo femenino, y comprueban que, aún cuando el liderazgo en teoría está al alcance de todos por igual, la visión se inclina en gran medida hacia la masculinización.
La necesidad de revisar mandatos y condicionamientos
No es de extrañar que social y educativamente todavía enfrentemos muchos desafíos, como asegura la escritora Pilar Jericó, analizando el síndrome de La Niña Buena y otros retos para la mujer trabajadora, que dependen en muchos casos de las mujeres y es necesario plantarles cara para progresar. No solo se trata de reclamar lo que es justo y ponerlo encima de la mesa. El auténtico cambio se producirá cuando sean las propias mujeres las que se reconozcan a sí mismas, valoremos nuestras capacidades, experiencias y confiemos en nuestra forma de hacer las cosas.
Imagen Bewakoof.com Official
Como asegura Sheryl Sandberg, directora financiera de Facebook, si preguntamos a la mayoría de las mujeres si tienen el derecho a la igualdad en el trabajo la respuesta será un rotundo sí; pero si preguntamos a las mismas mujeres si se sienten confiadas pidiendo un aumento, una promoción o un salario igualitario a sus pares, las respuestas serán bien diferentes.
Sandberg, autora del libro Lean In que se ha convertido en todo un movimiento, lo expresa claramente “a los hombres se les contrata por las expectativas y a las mujeres por los resultados. Y esto no es responsabilidad de ellos, sino de nosotras mismas. No esperemos a que otros digan lo buenas que somos, sino tomemos nosotras la iniciativa”
En la reflexión de Iñaki Gabilondo por el Día Internacional de la Mujer lanza preguntas que subyacen en los mandatos que nos diferencian a mujeres y hombres y la necesidad de repensarnos para generar cambios verdaderos. Y concluye “Revisaremos las leyes y avanzaremos, revisaremos los hábitos y avanzaremos aún más, pero si no revisamos asignaturas pendientes en nuestras mentes avanzaremos como las tortugas”.
Necesitamos virar la conversación hacia lo que las mujeres podemos y queremos hacer, lo que somos y deseamos, como un grito de reunión a trabajar juntos para crear un mundo más igualitario.
Primera imagen Mural 8 de marzo /EFE