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Mientras se siga dañando el ecosistema no avanzaremos con paso firme hacia otros modelos de desarrollo económico. Mientras no se proteja el recurso hídrico como si fuera “oro líquido”, no podremos emprender con seriedad proyectos sostenibles. 

Si como sociedad no gestionamos adecuadamente nuestro entorno natural, será fútil embarcarnos en proyectos ecológicos, por mucho que hablemos de energías renovables. Si la convicción no es el sustento de nuestras acciones, los proyectos “sostenibles” cederán fácilmente, como castillos de naipes ante el primer ventarrón.

En las últimas semanas otra vez los vertidos tóxicos y el petróleo irrumpen en el medioambiente, destruyendo fauna y flora que han tardado cientos de años en formarse. Otra vez, gestores de grandes corporaciones fallan estrepitosamente en la administración de estos productos peligrosos. ¿Hasta cuando vamos a tener que admitir este tipo de comportamientos? ¿Hasta cuando vamos a leer en los diarios este tipo de noticias? ¿No merecemos ocuparnos de otros problemas y dejar atrás aquellos que corresponden a esquemas económicos anacrónicos?

Un nuevo vertido de petróleo ha ocurrido en el río Amazonas la primera semana de este mes, afectando a regiones del Brasil, Perú y Ecuador. Otro “accidente” que no tiene nada de accidental, sino de monumental fallo; en este caso de una empresa pública. Esta vez la ruptura de una tubería en el sistema de oleoductos de Petroecuador desparramó 11.400 barriles de crudo en la cuenca del río Coca, afluente del río Napo; contaminando el ecosistema  del lugar y arriesgando la salud de las comunidades aledañas.

Coincidentemente este mes, al norte de América, Repsol e YPF acordaron pagar al Estado de Nueva Jersey 130 millones de dólares como indemnización por la contaminación del río Passaic y la Bahía de Newark. Aunque el origen del incidente se remonta a las décadas de los años 40 a los 60, cuando una planta química vinculada a estas empresas vertió dioxinas cancerígenas generadas en la fabricación de pesticidas y el arma tóxica Agente Naranja. El denominado Agent Orange -una mezcla de herbicidas usado por el ejército de EE.UU. en la Guerra de Vietnam- era lanzado desde los aviones para quemar bosques enteros. Su uso, al margen de los daños ambientales, dejó graves secuelas en la población vietnamita y soldados norteamericanos; produjo cánceres y malformaciones.

El agua, el aire, la tierra y el fuego; esos cuatro elementos que han sido las fuentes vitales de todas las civilizaciones parecen ahora subvaloradas, gestionadas por unos pocos que no siempre velan por el interés de los “muchos”. ¿No tendremos algo que decir los ciudadanos al respecto? ¿Vamos a permanecer al margen de la gestión de tan importante y elemental recurso? 

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