En la última década el urbanismo ha dejado de ser algo que se limita a la construcción de edificios y ha virado hacia la ciudad participativa. Mientras muchos ayuntamientos andaban en esa reflexión llegó el coronavirus y paró todos los planes y las obras. Esto ha tenido un impacto: después de semanas encerrados en casas colmena, las calles se llenaron de bicis y peatones recuperando espacios. Un momento que ha hecho que muchas familias se replanteen si su casa es un espacio para vivir y trabajar.
“La toma de conciencia en el modelo de ciudad viene como respuesta a una crisis ambiental, pero la actual es similar. Durante la cuarentena los déficit residenciales se han hecho patentes en cuanto a calidad de vivienda, tamaño, experiencia y por los espacios exteriores”, resume el urbanista Guillermo Acero, de Paisaje Transversal. Es por ello que “ha aumentado el interés por cambiar de residencia a espacios más cerca de la naturaleza o dentro de ciudades con planes urbanísticos más coherentes”. Pero para él, lo importante es cambiar la urbe, acercarla a la naturaleza , no irse”.
Los estudios de BBVA apuntaban que ya antes de la crisis sanitaria la venta de viviendas tenía una tendencia decreciente. Era, por tanto, un momento de transformación que ahora puede verse más acentuada si cabe. El cambio en el paradigma de vivienda no ocupa mucho espacio en el debate climático. “Y no es porque falten ayudas para la rehabilitación hacia esa eficiencia y bajo impacto climático, sino porque se desconocen”, apunta Óscar del Río, de Knauf Insulation Iberia, una multinacional que hace tiempo que entró en el mundo de los materiales reciclados para la construcción. Para él, al sector aún le falta madurez para hacer viviendas sostenibles. “Es poco fiable que estos materiales se instalen, aunque lo pida y firme un arquitecto e incluso esté en la memoria”.
Hay avances, sin embargo, incluso más allá de la eficiencia energética, un mantra que sí está bien instaurado. Y a ello ha contribuido en gran parte la voz del sector privado, que empieza a adquirir compromisos consistentes. Green Building Council España lleva años midiendo e implicando a distintos agentes y es notable su trabajo con los edificios de compañías e instituciones públicas.
Su CEO en España, el arquitecto y urbanista Bruno Sauer, destaca el interés de las entidades financieras por cambiar el parque de viviendas hacia uno más sostenible. No solo con obra nueva sino con reformas, la parte que más potencial tiene y más sostenible resulta. “Los fondos de inversión están buscando las herramientas para la financiación verde. Ellos han entendido el porqué; se dan cuenta de que no hay largo plazo sin clima ni planeta”, apunta. Sauer confía en que pronto veremos “un cambio brutal en las normativas”.
“El mundo privado está dando muestras de ello; busca financiación verde”, asegura, mientras cuenta que se les está contactando para ello cada vez más, “especialmente desde hace año y medio”. “Los financieros son los que harán esa transformación del mercado, pero la evolución natural es repensar qué modelo de vivienda tengo en mi carpeta de propiedades”.
Ecodes está también especializada en construcción sostenible. Para Juan Rubio del Val, asesor urbanístico y uno de los fundadores, más que obra nueva o una huida masiva a las zonas cercanas al campo (muchos expertos señalan, en efecto, que los nuevos intereses habitacionales podrían ser los verdaderos motores para la repoblación rural, si viene acompañada de infraestructuras físicas y digitales), el foco debe ponerse en las reformas.
“Lo más necesario no es construir; aunque se haga de manera eficiente y sostenible, sino rehabilitar el numeroso parque residencial y terciario obsoleto e ineficiente térmicamente, responsable del 40% de las emisiones de CO2”, remarca Rubio del Val. Para Ecodes es vital tomar nota de las lecciones que nos deja la COVID-19. “El dinero de la reconstrucción se debe gastar sabiamente y acelerar la transición a una economía sostenible, respetuosa con el clima y resiliente”, explica el asesor urbanístico. “Es urgente rehabilitar viviendas y edificios públicos e impulsar las renovables”.
El parque edificatorio es responsable de más de un tercio de emisiones de CO2. Rubio del Val señala que, en el mejor de los casos, para poder rehabilitar antes de 2050 una de cada dos viviendas del parque obsoleto, haría falta ir a un ritmo de 250.000 viviendas por año. El esfuerzo tendría repercusiones positivas. “Habría un imponente impacto en empleo local, conservado y creado por décadas”. Por eso, es importante facilitar el acceso masivo a la financiación para los promotores de este tipo de obras, así como para las comunidades de propietarios”.