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El cambio climático ya está alterando nuestro entorno. Sus efectos serán más claros en las próximas décadas con el aumento de fenómenos extremos como sequías prolongadas o lluvias intensas. Las posibilidades de detener el proceso son ya limitadas, por lo que muchas empresas deberían actuar para adaptarse a la nueva realidad si quieren seguir siendo competitivas.
La climatología como herramienta empresarial

No se trata de desmantelar el sistema productivo o de decrecer, como algunos proponen, sino de emplear inteligencia y estrategia para justo lo contrario: crecer bien, adaptarse, mitigar los impactos más probables del cambio climático y asegurar la continuidad operativa.

La anticipación, la innovación y la colaboración son clave para que las empresas enfrenten estos desafíos y prosperen frente a sus competidores en un entorno al que las empresas no están acostumbradas y del que a menudo desconocen aspectos clave. En este sentido, desde la universidad tenemos que hacer un esfuerzo para divulgar lo que sabe la comunidad científica internacional sobre la física de la Tierra, y en concreto sobre el clima.

La meteorología, que estudia el tiempo a corto plazo, y la climatología, que analiza las medias del tiempo a lo largo de décadas, son disciplinas científicas consolidadas. Sin embargo, se suele ignorar que existen importantes incertidumbres en sus pronósticos y proyecciones. Estas no son una debilidad, como también se dice a veces, sino una característica natural de un modelo complejo en el que operan multitud de factores bióticos y abióticos. En sectores como la industria mecánica, la logística o el comercio, las medidas nominales siempre incluyen rangos de error y tolerancias. Así por ejemplo, en la gestión de inventarios, se acepta que las proyecciones de demanda pueden variar dentro de un rango. De igual manera, los modelos meteorológicos y climáticos ofrecen unos datos cuyas limitaciones que hay que conocer para que los gestores tomen decisiones informadas. Tan contraproducente es no tener en no cuenta los posibles efectos del cambio climático como tomar los valores nominales de las proyecciones climáticas sin considerar las barras de error y las asunciones detrás de los cálculos.

Los modelos climáticos se apoyan en datos empíricos y parametrizaciones que, aunque no predicen eventos puntuales con precisión, sí que proyectan con fiabilidad tendencias generales. Por ejemplo, no podemos saber si lloverá en Madrid el 15 de junio del próximo año, pero sí sabemos que la temperatura promedio de los próximos 30 años será más alta que la de las últimas tres décadas. Este tipo de información, junto con su margen de error, es crucial para que las empresas planifiquen inversiones, gestionen riesgos, adapten sus cadenas de suministro o aprovechen las muchas oportunidades emergentes de negocio.

La climatología —una disciplina en la intersección entre la física y la geografía—, es una herramienta empresarial más para la toma de decisiones. La unión de modelos de clima solventes (no todos lo son) con el conocimiento cuantitativo de las relaciones entre humanos y medio ambiente, que proporciona la geografía, ofrece una ventaja comparativa a las empresas que introduzcan esta componente en sus estrategias. Los sectores agrarios, de obra pública, defensa, venta al detalle, logística y transporte son los que mejor pueden aprovecharse de un plus de conocimiento muy especializado que puede significar una gran diferencia cuando los márgenes son pequeños. Aplicar estas incerdumbres a un sector o empresa concreta no es inmediato, puesto que es necesario conocer en detalle su estructura y operaciones. Lo que para un sector puede resultar irrelevante, como los cambios en la demanda estacional asociados a fenómenos climáticos, puede ser crucial para otro.

La financiación para adaptarse a lo inevitable, tanto al cambio climático como a la necesidad empresarial de seguir siendo competitivos, no debería suponer un problema. Los fondos para la transición ecológica y digital están ahí precisamente para este propósito. Para las pequeñas y medianas empresas resulta difícil crear economías de escala y explotarlos, pero ahí se abre un nicho de mercado para los que sepan verlo. Para las empresas más grandes el proceso resulta más resulta sencillo, y de hecho ya lo están acometiendo, pero sería deseable que esa estrategia permeara, ya que el 98% de las empresas del país (el 99,8 % en 2024) tienen menos de 250 trabajadores.

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