Fin de la pobreza; hambre cero; salud y bienestar; educación de calidad; igualdad de género; agua limpia y saneamiento; energía asequible y no contaminante; trabajo decente y crecimiento económico; industria, innovación e infraestructura; reducción de las desigualdades; ciudades y comunidades sostenibles; producción y consumo responsable; acción por el clima; vida submarina; vida de ecosistemas terrestres; paz justicia e instituciones sólidas y alianzas para lograr los objetivos.
La letra de los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) suena bien porque es un canto al progreso de todos que busca reducir las desigualdades, cuidar del planeta y acelerar la transición energética para frenar el cambio climático. Una agenda común que cuando se presentó en 2015 generó un entusiasmo renovado para los pioneros de la sostenibilidad que venían trabajando en una nueva manera de hacer empresa y que se quería universalizar para que todos supiéramos que la apuesta por la sostenibilidad nos hace mejores.
Ahora nos encontramos en el ecuador de los ODS, un momento idóneo para hacer un balance que, por ahora, no invita al optimismo. Alrededor del 15% de las metas de los ODS van por buen camino, el 48% lo hacen de forma moderada y el 37% muestran un estancamiento o un retroceso, según el SDG Report. Pero a pesar de las adversidades en el desarrollo de los ODS no es el momento de desfallecer ni caer en el desánimo porque en 2030 todos nos jugamos ser un poco mejores.
Las empresas -siempre las empresas- parece que van a tener que jugar un papel fundamental para cumplir en la medida de lo posible con la Agenda 2030. Así se desprende del informe ‘Global Private Sector Stocktake: a través de la mirada del sector privado’ del Pacto Mundial de la ONU que urge a una acción empresarial colaborativa para que el sector privado pueda tener mayor impacto en el que la innovación y la financiación serán más necesarias que nunca.
Junto a las empresas, necesitamos que los gobiernos sigan incidiendo en el impulso de políticas públicas, que la financiación de los ODS se vea multiplicada y que se vincule como pilar indispensable de inversión ESG y de impacto para afrontar los desafíos globales. Sin olvidarnos del rol del Tercer Sector y de su papel aglutinador entre el mundo empresarial y gobiernos cuando hablamos del ODS 17 de alianzas para lograr los objetivos. Además del convencimiento propio como ciudadanos de que podemos premiar a las empresas que apuesta por ellos y por la sostenibilidad.
Por eso, necesitamos volver a entusiasmarnos con los ODS como el primer día, porque si una persona los conociera hoy por primera vez, seguramente que los haría propios, se entusiasmaría en la búsqueda de esa prosperidad utópico para todos y trataría de promoverlos. Intentémoslo, no perdemos nada y tenemos mucho que ganar. Y ahí el saber que somos interdependientes los unos de los otros en el mundo, como los ODS, puede ayudar a su impulso.
Luchar contra el hambre y la pobreza, mejorar la salud, promover la igualdad de género, el acceso a agua potable y saneamiento, el trabajo decente, la reducción de las desigualdades, la acción por el clima, la ciudades y comunidades sostenibles y e