Como he comentado en el pasado, en otros artículos, vivo en Madrid, aunque soy de Barcelona. Me mudé a la capital de España con mi novia ahora hace algo más de un año por motivos laborales. Sin embargo, por motivos familiares y de amistades, volvemos muy a menudo a Barcelona, aproximadamente una vez al mes. Por ello, cogemos los trenes de alta velocidad con bastante frecuencia, y se trata de momentos que dedicamos a ponernos al día, ver películas o hasta a trabajar: sin ir más lejos, escribo este artículo desde mi asiento en el AVE.
A veces, sin embargo, en función de lo cansados que estemos, debatimos sobre cuestiones un poco más profundas. Fue el caso de hace unas semanas, cuando comentamos la situación actual de nuestra sociedad y cómo ha cambiado después de la pandemia. Para mi sorpresa (no suele ocurrir, afortunadamente…), tenemos visiones prácticamente opuestas: mientras que ella opina que la pandemia nos ha cambiado mucho, yo creo que no nos ha cambiado prácticamente nada.
Ella argumentaba que murieron muchas personas durante la pandemia. Naturalmente, pues, la vida de sus seres queridos ha cambiado por completo. Sin embargo, no solo eso: la falta de recursos en nuestro sistema de salud provocó que hubiera muchos enfermos que no pudieron ser tratados adecuadamente. Seguramente, por ello, murió gente a la que podríamos haber salvado. Finalmente, con el paso del tiempo, hemos visto que, a causa de esa falta de recursos en el sistema de salud, no diagnosticamos muchas dolencias graves de mucha gente que creía estar sana y realmente no lo estaba. Probablemente, todos conocemos algún caso cercano de gente que, por falta de diagnóstico, ha visto su calidad de vida mermada o, directamente, no ha podido superar esa enfermedad que no le fue diagnosticada.
Por mi lado, cuando debatíamos, trataba de exponer un punto de vista más cotidiano. Por ejemplo, no hemos sufrido cambios en nuestra vida diaria: vamos en transporte público o privado de la misma forma que lo hacíamos antes (por ejemplo, no llevamos mascarilla), practicamos deporte de la misma manera que antes de la pandemia, y no han cambiado las formas de trabajar (por ejemplo, en mi caso, trabajo en una oficina y no podría decir ninguna diferencia entre 2019 y 2023. Ni tan siquiera se han ampliado las distancias entre trabajadores). Lo único que mantenemos son las mascarillas en centros sanitarios y en farmacias (y parece que esto podría cambiar en poco tiempo). Hasta pienso y me río, por no llorar, en nuestras costumbres: cuando iba a un baño público antes de la pandemia, alrededor de un 70% de las personas no se lavaban las manos tras ir al baño. En estos momentos, el porcentaje de este experimento social (que me encanta realizar) no ha variado en absoluto.
Entiendo los comentarios que ella me realizaba ese día en el tren y la crítica que planteó a mis argumentos. Hasta los comparto. Pero también opino que sus ejemplos son circunstancias que, por desgracia, han quedado en el pasado y hasta han caído en el olvido.
Y vosotros, qué pensáis: ¿realmente han cambiado las cosas? ¿Cómo ha cambiado vuestra vida? Yo sigo pensando en las personas con las que coincido cuando entro en un baño público y se van sin lavarse las manos, y me acuerdo de lo que se decía en 2020 (y me vuelvo a reír): la pandemia… Nos hará mejores personas.