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Vivimos una época en la que el dato y la digitalización se han asentado en nuestra realidad. No es el momento de entrar a valorar los beneficios de la digitalización, que los hay, o en la necesidad de incluir la ética en los algoritmos que rigen la inteligencia artificial, que son necesarios. Pero cuando hablamos de medio ambiente, los datos son irrefutables y se han convertido en el mejor aliado para que todos tomemos conciencia de lo que nos jugamos en esta urgencia climática y para convencer a los descreídos.

El Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC), conformado por científicos, nos lleva alertando desde 1990 de la necesidad de controlar el calentamiento global para no comprometer nuestro futuro. Ese año se publicó el primer Primer Informe de Evaluación del IPCC: Cambio climático 1990, dos años antes de la Cumbre de la Tierra de Río de Janeiro y cinco después de la primera Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, celebrada en Berlín. Después le han seguido otros cuatro informes de evaluación (1996, 2001, 2007 y 2014), así como otros específicos, y en todos ellos se pone de manifiesto el impacto negativo del hombre en el clima y el medio ambiente.

Si echamos la vista hacia atrás, el Protocolo de Kioto de 1997, en el que se acordó a nivel internacional reducir las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI), fue el primer acuerdo global para frenar el calentamiento climático. El desafío era que los países redujeran en un 5% las emisiones de estos gases en 2008-2012 en comparación con las emisiones de 1990, aunque el periodo se amplió hasta 2020. Pero entre medias se celebró en 2015 la COP21, en la que se aprobó el Acuerdo de París, adoptado por 196 países, con el compromiso de limitar el calentamiento mundial entre 1,5º y no más de 2º en comparación con los niveles preindustriales.

Ahora nos encontramos a las puertas de una nueva Conferencia de la ONU sobre el Cambio Climático, la COP27, que se celebrará del 6 al 18 de noviembre en Sharm el-Sheikh (Egipto). Y, aunque uno siempre trata de ser optimista, creo que será muy complicado que al final de la cumbre los medios de comunicación recojan titulares positivos. Pero lo que no podemos hacer es rendirnos, a pesar de que los datos siguen jugando en nuestra contra. Un informe reciente de la ONU ya nos ha puesto sobre la mesa que los esfuerzos que están realizando los países para frenar el cambio climático están resultando insuficientes y, de seguir así, la temperatura a finales de siglo subiría 2,5º.

Por eso, para que la COP27 sea lo más productiva posible y no se quede en una pasarela de políticos mundiales, creo que es fundamental dar mucha fuerza a la colaboración público-privada. Que se lleven a cabo mesas de trabajo reales, no de presentaciones, entre las administraciones y las distintas industrias para poner objetivos retadores y coordinar el trabajo y los medios para alcanzarlos. Por desgracia, desde París 2015, hemos visto que las políticas impulsadas por los gobiernos no han resultado ser suficientes y que se deberían desarrollar iniciativas más ambiciosas que fomenten la innovación y su aplicación real en las distintas industrias.

Nos encontramos en la década de Acción, y en el caso de Europa tenemos el compromiso de reducir las emisiones de GEI en un 55% a 2030. Un reto mayúsculo que no se puede segmentar por países ni continentes porque la emergencia climática es global, como hemos podido comprobar este verano y en este otoño de elevadas temperaturas.

Nos encontramos ante uno de los mayores desafíos de la humanidad, transitar hacia una economía neutra en carbono para no comprometer no solo el futuro de las nuevas generaciones, sino el nuestro. Para impulsar este cambio estratégico necesitamos 9,5 billones de dólares anuales, según el estudio ‘The Net Zero Transition’, realizado por McKinsey. Además de financiación para acelerar esa transición, es imprescindible una colaboración público-privada que funcione mucho mejor y su impacto llegue a todos. Es hora de ser ambiciosos y de exigir a los gobiernos y empresas compromiso y, sobre todo, acción. No desaprovechemos las Cumbres del Clima. A todos nos va mucho en ello.

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OpiniónCOP27

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