Esta semana hemos conocido que la temperatura en Europa ha aumentado más del doble que la media mundial en los último 30 años. Concretamente, +0,5 °C por década, según el informe el ‘Estado del clima en Europa’, elaborado conjuntamente por la Organización Meteorológica Mundial (OMM) y el servicio de Copernicus relativo al cambio climático (C3S) de la Unión Europea. La publicación pone el foco en el año 2021 y contiene información sobre el aumento de las temperaturas, las olas de calor terrestres y marinas, los fenómenos meteorológicos extremos, los cambios en la configuración de las precipitaciones y el retroceso del hielo y la nieve.
En los días previos a la COP27 que se celebrará en Sharm el-Sheikh (Egipto), el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) nos ha advertido a todos que seguimos estando muy lejos para alcanzar los objetivos del Acuerdo de París para contener el calentamiento global al máximo convenido de 1,5°C en 2100 y que se puede hablar de un año perdido en materia de acción climática, tras la Cumbre de Glasgow (COP26). Además, nos avisa de que con los compromisos actuales de los gobiernos el calentamiento global aumentará entre 2,4°C y 2,8°C a final de siglo.
Como sucede con las últimas Cumbres Climáticas, posiblemente es mejor que seamos precavidos con las expectativas de esta COP27 para no llevarnos desilusiones como la de Glasgow, que los expertos calificaron como decepcionante. Entre otras razones porque los países no adquirieron el compromiso firme de lograr cero emisiones para 2050 o de no ser capaces de alcanzar un acuerdo para la financiación de la acción climática de los países en vías de desarrollo de 100.000 millones de dólares al año. Compromiso que venía de 2020 y que se tiene la esperanza de cerrarlo durante estas dos semanas en Egipto, en la denominada “COP de África”, continente que acoge por quinta vez una Cumbre Climática y que sufre el impacto del cambio climático a modo de sequía, hambrunas y desplazamientos forzados y guerras.
La ONU ha anunciado que tomará como punto de partida los acuerdos de la COP26 para adoptar medidas en ciertas cuestiones esenciales para hacer frente a la emergencia climática, que incluyen desde la reducción urgente de las emisiones de gases de efecto invernadero, el fortalecimiento de la resiliencia y la adaptación a las consecuencias inevitables del cambio climático, hasta el cumplimiento de los compromisos de financiación de la acción climática en los países en vías de desarrollo.
"Espero que la COP27 en Egipto se tome como una cuestión de justicia climática, solidaridad internacional y fomento de la confianza", afirmó António Guterres, secretario general de la ONU, en la pasada Asamblea General de Naciones Unidas, celebrada a finales del pasado mes de septiembre.
Puede ser que, ante un panorama global de recesión económica, marcado por la guerra de Ucrania y la crisis energética, esta Cumbre del Clima no vaya a acaparar tantos titulares como en otros años, pero, a priori, parece la más importante desde la COP21 de París en 2015. Por eso, necesitamos que la ambición climática que se viene reclamando desde hace años sea una realidad para los gobiernos y las empresas. La ciencia y los científicos llevan décadas avisándonos de que no vamos por el buen camino y nos estamos quedando sin tiempo para reaccionar. No vendría mal que les hiciéramos caso de una vez por todas.