El compromiso de limitar el aumento de la temperatura global en este siglo por debajo de los 1,5°C parece lejos de ser una realidad. A pesar de los mayores compromisos establecidos durante la COP26 celebrada en 2021, todavía existe una profunda brecha de implementación entre los objetivos establecidos y las acciones entre los países firmantes del Acuerdo de París.
Los datos reflejan como muchos de los compromisos de alto nivel no se traducen en acciones concretas y, por tanto, como es necesaria una mayor acción por parte de todos los agentes implicados. Varias investigaciones recientes confirman este escenario y recuerdan que la necesidad de actuar ante la crisis climática es más urgente que nunca.
En esta línea, el último informe publicado por la UNFCC (Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático) refleja que los compromisos nacionales para alcanzar el Acuerdo de París no son suficientes. Si las tendencias actuales se mantienen, existe el riesgo de alcanzar los 2.7°C - 3.5°C de aumento global a finales de siglo y, por tanto, de sufrir consecuencias devastadoras para las personas y el planeta.
Desde el Grupo Asesor para la Crisis Climática señalan que, siguiendo las medidas actuales, solo será posible reducir las emisiones globales entre un 5 - 10%, cuando lo necesario para revertir las tendencias del calentamiento global es disminuir entre un 30 - 45%. También ponen de relieve las diferencias entre las regiones del planeta, lo que requiere de distintas medidas de adaptación y mitigación. Es destacable el caso de la región del Ártico, cuya temperatura ha aumentado en 3°C respecto a los niveles preindustriales. Por ello, además de ser una prioridad máxima la reducción de emisiones de gases de efecto invernadero a gran escala, también lo es la de reparar zonas especialmente afectadas.
Por otro lado, la Agencia Internacional de Energía (IEA) pronostica en el Word Energy Outlook 2022 un aumento de 2,5°C de la temperatura global entre los niveles preindustriales y 2100. El organismo señala como para acelerar la transición verde y lograr las cero emisiones netas en 2050, se requiere duplicar las inversiones en energías limpias, pasando de los 2 billones de dólares – según las previsiones actuales–, a los 4 billones en 2030.
Los datos muestran como el fracaso en la respuesta a la crisis climática está teniendo un impacto directo no solo en la salud del planeta, sino también en el bienestar de las personas. El último informe sobre cambio climático y salud, publicado por The Lancet, pone de manifiesto el impacto del aumento de las temperaturas sobre los sistemas de salud, el descenso de la productividad laboral y el aumento de las muertes vinculadas al calor. Asimismo, advierte de la estrecha vinculación entre el aumento de las temperaturas y los casos de enfermedades infecciosas.
Por tanto, el contexto actual indica la necesidad de más acción para responder a los retos económicos, sociales y políticos que derivan de la crisis climática. ¿Cómo hacer frente a este escenario tan retador? La Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático de 2022 (COP27), que se celebra entre el 6 y el 18 de noviembre en Sharm-el Sheij (Egipto), se presenta como una oportunidad para que los líderes políticos impulsen las grandes transformaciones que requiere la crisis climática y vayan más allá de la mera negociación y el compromiso político.
En primer lugar, se requiere más inversión para avanzar en la transición verde y más medidas de adaptación al cambio climático, especialmente en aquellos países más vulnerables y que cuentan con menos recursos.
En segundo lugar, es preciso avanzar hacia un impulso internacional renovado para apoyar a estos países menos privilegiados y más expuestos al cambio climático, a partir de la colaboración desde una visión de multilateralismo reforzado. Más allá de la capacidad de acción de cada país, el cambio climático es un reto global que requiere acuerdos y soluciones conjuntas.
En definitiva, la COP27 es una oportunidad para recordar a los distintos agentes las consecuencias de la inacción ante la crisis climática y las potenciales mejoras económicas y sociales que da lugar la acción efectiva, consensuada y solidaria.