Entender el contexto y el objetivo de la Conferencia de las Partes (COP) resulta clave para valorar cualquier tipo de expectativa, la COP se mantiene a día de hoy como el órgano rector del UNFCCC (United Nation Framework Convention on Climate Change), en cuyo marco se celebran una serie de congresos anuales, que aspiran a fomentar y asegurar la implementación de acuerdos voluntarios fijados entre las naciones partícipes.
Desde 1995 se han organizado varias conferencias con diversas temáticas y objetivos de fondo. Una de las más relevantes tuvo lugar en 1997 con la celebración de la COP3, dónde se introdujo por primera vez un compromiso por parte de los países industrializados para reducir gases de efecto invernadero, el acuerdo se instrumentalizó mediante el conocido Protocolo de Kioto, el cual entraría en vigor 8 años después.
Otra convención de especial relevancia hasta la fecha fue la COP21, celebrada en 2015 y recordada por acunar el célebre Acuerdo de París, eje central sobre el que se han estado fijando distintos objetivos de mitigación y adaptación al cambio climático por parte del sector público y privado. Como indicado por Naciones Unidas, esta Conferencia de las Partes tuvo como objeto “reducir de forma sustancial las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero, limitando el aumento de la temperatura media global a 2 grados con respecto a niveles preindustriales, a la vez que se realizan esfuerzos por limitar el calentamiento global a los 1,5 grados”.
En los últimos años, la relevancia de estas cumbres ha ido aumentando a medida que avanzaba la crisis climática y aunque se han seguido realizando progresos en las dos últimas ediciones (COP25 en Madrid y COP26 en Glasgow), la realidad es que el momentum vivido con la COP21 y el Acuerdo de París no ha vuelto a repetirse. Este mes Egipto acogerá la celebración de la COP27, con objetivos orientados a acelerar la acción climática a través de la reducción de emisiones, el incremento de esfuerzos de adaptación y la mejora de flujos de financiación adecuada. Tratándose de aspiraciones continuistas, será difícil llegar a un consenso sobre qué esperar de esta nueva edición, no obstante, cualquier expectativa en torno la COP debe ser ante todo realista, teniendo en cuenta la complejidad de acometer una transición ecológica en el contexto geopolítico y económico actual.
Sin duda alguna la crisis climática precisa de una acción urgente a nivel global y para ello debemos seguir depositando cierta confianza en estos encuentros, que de manera progresiva continúan impulsando pactos y soluciones para hacer frente al reto climático.
Responsabilidades políticas e individuales
Durante la COP21 se impulsó la creación de las Contribuciones Determinadas a nivel Nacional (NDC por sus siglas en inglés), un conjunto de medidas a largo plazo que se comprometen a implementar los países partícipes. Dentro del propio Acuerdo de París, el artículo 3 establece que todas las Partes deberán realizar y comunicar los esfuerzos ambiciosos definidos en varios de sus artículos (4, 7, 9, 10 y 13) con la intención de alcanzar el propósito del pacto.
Indudablemente, esta es una de las principales peticiones que deberíamos exigir a las autoridades competentes, mantener los compromisos nacionales en línea con el Acuerdo de París, y asegurar que se fijen objetivos coherentes y realizables que permitan llevar a cabo la transición de manera justa y sostenible.
No obstante, es fundamental que entendamos la lucha contra el cambio climático como un acto de responsabilidad individual y colectiva, donde los compromisos políticos se vean apoyados por la acción ciudadana, en pro de un futuro mejor. Las Conferencias de las Partes no dejan de ser una ocasión para poner en balance los progresos que se están llevando a cabo, mientras avanzamos para culminar con una tarea tan urgente como necesaria: “reforzar la respuesta mundial a la amenaza del cambio climático”.