Cómo ayudar a combatir el cambio climático como filántropo

En 2021, en un contexto dominado por el contexto de la pandemia mundial, se dieron niveles récord de capital para filantropía en todo el mundo, con una digitalización cada vez mayor de la donación, especialmente entre la generación millennial.  Ahora, varias tendencias dominan el discurso filantrópico.  Hay que tener en cuenta que los segmentos más pobres de la sociedad se han visto afectados de manera desproporcionada por la pandemia y que ha aumentado la brecha del aprendizaje digital, con pérdida de empleo e ingresos y de acceso a atención médica y disponibilidad de vacunas.  De hecho, cien millones de personas adicionales cayeron en pobreza extrema, pero el número de multimillonarios se ha multiplicado.  Así que es previsible que veamos niveles crecientes de filantropía dirigidos a reducir la desigualdad en sus muchas formas: por razones de raza, estatus económico, discapacidad o nacionalidad.

Además, los líderes y organizaciones no gubernamentales de todo el mundo han declarado que el cambio climático es la mayor amenaza para la salud de la humanidad.  De hecho, afecta prácticamente a los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU.  Se requieren 15 billones de dólares en tecnologías alternativas hasta 2050 para los objetivos del Acuerdo de París.  Al respecto, ni la humanidad ni el planeta pueden permitirse que los individuos esperemos a que los gobiernos por sí solos proporcionen las soluciones que el mundo necesita.

Sin embargo, frente a esa cifra, en 2020, año en que la riqueza financiera mundial alcanzó máximo histórico en 250 billones de dólares, el total de donaciones filantrópicas globales fue entre uno y dos billones y la acción climática solo recibe 2% de dicho presupuesto total de la filantropía mundial.  Incluso en Asia, la región más vulnerable al cambio climático, menos del 1%.  Aunque Europa y EEUU han dominado históricamente la narrativa global sobre filantropía, en tamaño de donaciones y metodologías, con el crecimiento exponencial de la riqueza en Asia, ha florecido un ecosistema filantrópico más establecido.  Entra otras cosas, China muestra su enfoque de "prosperidad común" y son destacables los esfuerzos de Singapur para ser un centro global de la filantropía.

Visión climática

De ahí que cada vez más filántropos se pregunten qué hacer respecto a acción climática.

Pues bien, en primer lugar, es posible una visión climática.  El primer paso es analizar la huella de carbono de la propia fundación o institución filantrópica y cómo se gestiona.  El segundo, es observar si las donaciones están ayudando a prevenir el cambio climático y el tercero, animar a los colaboradores a alinear sus huellas de carbono e inversiones con los objetivos cero emisiones netas las próximas dos décadas.  Si las donaciones no están centradas en áreas relacionadas con el clima, es apropiado asignar un porcentaje del presupuesto de donación a la protección del medio ambiente y salud de los océanos.  Los árboles son purificadores naturales de aire, al extraer el carbono de la atmósfera, mientras que nuestros océanos han absorbido aproximadamente una cuarta parte del CO2 que los humanos hemos generado, la mitad del oxígeno que respiramos.  Además, la tierra indígena abarca 22% de la superficie del mundo en áreas que poseen 80% de la biodiversidad.  Estas comunidades desempeñan un papel vital en los proyectos de resiliencia climática.

Promover el cambio social

A esto se añade que la filantropía puede promover el cambio social mediante think tanks, iniciativas educativas y organizaciones activistas que han surgido en todo el mundo, como Environmental Funders Network, India Climate Collaborative, Philanthropy for Climate, European Philanthropy Coalition for Climate o China Environmental Grantmakers.  También es posible fomentar el cambio mediante la promoción de estudios y campañas de comunicación, así como apoyar a los emprendedores sociales. 

Finalmente, en lugar de asignar 1 al 5% de las donaciones anuales a objetivos de impacto, cada vez más filántropos aprovechan la totalidad de sus activos.  De hecho, los últimos años hemos visto aumento de "mega" donaciones, desde la donación de 7.000 millones de dólares de Azim Premji -fundador y dueño de Wipro Technologies, conocido como el Bill Gates de la India, a los 9.000 millones de Mackenzie Scott -ex mujer de Jeff Bezos, fundador de Amazon-.  Al mismo tiempo, hay mayor escrutinio de la inacción y de las acciones filantrópicas de los más ricos de la sociedad, con opiniones sobre si están haciendo lo suficiente o de manera correcta.  Así que es probable que veamos aumento de donaciones de gran tamaño destinadas a fomentar el cambio sistémico.

Inversión y capital filantrópico, cada vez más alineados

Hay que tener en cuenta que, históricamente, invertir y donar han sido actividades distintas, a menudo gestionadas con poca o ninguna interacción.  Pero hoy día inversión y capital filantrópico están cada vez más alineados.  La inversión responsable es ahora la corriente principal y los filántropos se encuentran a menudo en la posición única de aprovechar el capital social y político, lo que en algunos casos pueden producir mejores resultados.  Además, tradicionalmente, la relación entre filántropo y organización sin ánimo de lucro era de benefactor a beneficiario, de dador a receptor.  Esta dinámica implica poder del propietario del capital, más que los expertos.  Pero esperamos más asociaciones basadas en visones compartidas y objetivos comunes, con enfoque cada vez mayor en resultados que en actividades, con menos énfasis en costes "generales" y más en donaciones sin restricciones, así como con aceleración de los procesos de solicitud y concesión de donaciones.  Incluso en los últimos años, un número creciente de filántropos se han unido para colaborar y consolidarse entre ellos y con el sector público.

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