España tiene como objetivo lograr la neutralidad de emisiones en el año 2050, una ambición recogida en la Estrategia de Descarbonización a Largo Plazo, así como en la Ley de Cambio Climático y Transición Energética aprobada por el Congreso hace aproximadamente un año.
Hasta hace poco, los esfuerzos han estado orientados principalmente al cumplimiento los objetivos para el año 2030. Bajo este horizonte, la prioridad ha sido la descarbonización de la generación eléctrica y la progresiva electrificación de algunos usos energéticos convencionalmente basados en el consumo de combustibles fósiles. Sin embargo, la neutralidad de emisiones requiere soluciones adicionales debido a las dificultades para electrificar algunos sectores industriales o algunos modos de transporte, como el transporte pesado por carretera o el marítimo.
Asimismo, la descarbonización prácticamente total del sistema eléctrico prevista para 2050 requiere almacenar la energía renovable excedentaria y utilizarla para suplir la demanda en momentos donde apenas haya producción renovable. Cabe recordar que los sistemas de baterías instalados actualmente generalmente cuentan con una capacidad de almacenamiento de unas pocas horas de su potencia nominal, lo que resulta insuficiente para asegurar el suministro cuando se den varios días consecutivos con escasa producción eólica o solar.
En este contexto de descarbonización profunda, el hidrógeno renovable se convierte en un recurso estratégico esencial para lograr los objetivos climáticos. Por un lado, permite descarbonizar sectores, como los mencionados anteriormente, donde la electrificación directa no es técnica o económicamente factible y, por otro lado, facilita la gestión de la intermitencia de la generación eléctrica renovable proporcionando almacenamiento estacional.
España tiene la oportunidad de hacer de la necesidad virtud y, a la vez que descarboniza su economía, convertirse en una referencia en la producción y utilización de hidrógeno renovable gracias a la ventaja competitiva que ofrecen factores como la disponibilidad de terreno o un elevado recurso renovable. El gran interés en desarrollar en proyectos de hidrógeno en España que están mostrando múltiples empresas y fondos de inversión no hace sino poner de relieve este potencial.
Sin embargo, este proceso no está exento de desafíos. En primer lugar, es necesario reducir el coste de producción del hidrógeno, que depende tanto del coste de inversión de los electrolizadores como del de la electricidad. El segundo lugar, la ausencia de normativa y regulación apropiada y específica está creando barreras y retrasos en la materialización de los proyectos en marcha. En tercer lugar, es necesario asegurarse de que las industrias y sectores que han de consumir el hidrógeno puedan realizar las adaptaciones necesarias sin ver mermada su competitividad. Por último, a más largo plazo, ha de considerarse que la producción de hidrógeno verde puede requerir una cantidad significativa de potencia renovable adicional, que habrá que conectar a la red y gestionar.
Pese a que el año 2050 pueda parecer lejano, los tiempos necesarios para alcanzar la madurez del sector, junto con el riesgo de bloqueo tecnológico debido a los ciclos de inversión y cambios en la política monetaria, nos obliga a actuar urgentemente en desarrollar una economía del hidrógeno verde en España. La necesidad de la aceleración de adaptación del hidrógeno renovable en nuestra economía ha alcanzado su momento álgido con la reciente invasión de Ucrania por parte de Rusia. La apuesta por una transición rápida es más clara y fuerte que nunca en un contexto en el que la guerra ha puesto de manifiesto la necesidad de incrementar la independencia y seguridad energética de Europa. Esperemos que los recientes objetivos establecidos en REPPowerEU unidos a los recursos del Fondo de Recuperación Next Generation EU y del PERTE de Energías Renovables, Hidrógeno renovable y Almacenamiento tengan éxito y sirvan como palanca para impulsar el desarrollo del hidrógeno renovable en España.