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“Los hombres cometen siempre el error de no saber poner límites a sus esperanzas”. Estas palabras de Maquiavelo nunca han sido más ciertas que ahora, sobre todo si las relacionamos con el egoísmo universal existente entre políticos y magnates económicos, donde todo vale, porque nunca consideran y, menos aún utilizan, medios morales. Es cierto que este egoísmo universal es propio de la naturaleza humana y, por eso, todos procuramos nuestro beneficio, pero depende de cada situación, las consecuencias no son las mismas. Si una persona lucha para comer, educar a su familia, o aportar algo a la sociedad, su esfuerzo parece razonable, pero si el objetivo es conseguir poder y dinero sin límites, entonces es necesario aportar restricciones para evitar los desmanes que padecemos. Estos mecanismos han de estar perfectamente establecidos y consensuados por la sociedad en su conjunto.
Es la tecnología la solución o es manipulación

Los ejemplos pueden y suelen ser aclaratorios para entender cualquier comentario o tesis que se plantee, por eso tomaré dos ejemplos de actualidad que vivimos de forma especial estos dos últimos años, me refiero a la pandemia COVID-19 y a la guerra de Ucrania.

De estos acontecimientos hemos podido leer casi todo, pero es posible que haya personas, como lo estoy yo, con muchas dudas sobre el origen y la utilización del acontecimiento en beneficio de unos intereses establecidos.

Del COVID-19 conocemos los efectos que produce en los individuos, muertes, secuelas diversas y otras aún no conocidas que aparecerán con las mutaciones del virus, sin embargo, ¿cuál fue su origen?, ¿fue un error humano su salida del laboratorio?, ¿por qué se investigaba sobre él?, ¿se trata de una trasmisión de animales a personas? Estas y otras muchas preguntas deberían haber sido investigadas con sencillez y con el máximo consenso posible, pero las autoridades chinas no lo han consentido, ¿por qué?, ¿Hay intereses económicos o de otro tipo que no conozcamos y que sirven de estímulo a China, EE. UU, a sus dirigentes o a empresas como Pfizer, Astra-Zeneca, Moderna, etc.?  Sería muy recomendable que estas y otras preguntas fueran contestadas con precisión porque, como ya decía Platón, la moralidad debe ser a la vez pública y privada. La ética no hace ninguna separación entre inclinación y deber o entre los intereses de los individuos y los de la sociedad a la que pertenecen. Todo lo humano, sensación, saber, conocimiento, apetito, voluntad, respeto, progreso y bien hacer han de estar presentes para evitar desastres aún no conocidos.

La guerra de Ucrania es otro ejemplo característico de poder personal y heroísmo enfermizo implementado en su máximo responsable Vladimir Putin.

En este caso el Sr. Putin considera que la moral es idéntica a su utilidad, permanecer en el poder sin consentir ideas y acciones contrarias a su interés personal. De esta manera consideró adecuada la invasión de Ucrania, porque incrementaría su posición privilegiada a pesar de poner en riesgo la paz mundial, sin importarle la muerte de personas y la destrucción de activos necesarios para la sociedad.

Este panorama de inestabilidad continuada se acrecienta en este mundo actual, cuando disponemos de tecnología para resolver casi todos los problemas que se nos planteen, pero es utilizada esta tecnología para favorecer a personas o instituciones dominantes. ¿Cuál es la solución? Esta pregunta podría tener millones de respuestas cada persona la suya, la cual, uniéndolo al inicio de este escrito, sería la que más le beneficiara a cada uno. De todas formas, intentaré exponer a continuación algunas ideas ya conocidas desde hace muchos siglos y otras más actuales, con ellas podréis afianzar vuestro criterio o cambiarlo si así consideráis que se ajusta más a la realidad.  

Cicerón en el siglo I a.C ya sostenía que todos los hombres son iguales, no en saber, ni en riqueza, pero iguales en cuanto que poseen razón. Sugirió que el error, los malos hábitos y las opiniones falsas impiden a los hombres ser en realidad iguales, añadiendo que un estado no puede perdurar a menos que se base en la conciencia de las obligaciones mutuas y el reconocimiento de los derechos que unen a los ciudadanos entre sí.

Esta opinión tan inteligente es de total actualidad, aunque hayamos tenido a posteriori grandes referentes: Hobbes, que convirtió el egoísmo en postulado de la filosofía; Locke que siendo anti dogmático y razonable expresaba que más vale el sentido común que la lógica; Halifax el cual consideraba que los principios generales no son aplicables al gobierno, pues en última instancia dependen de la inteligencia y la buena voluntad de las personas que los administran. Podría seguir dando referencias de autores filosóficos, pero por razón de espacio y tiempo terminare estas citas, por ser también de actualidad, con Rousseau: “Mis gustos y mis pensamientos, parecen fluctuar entre lo noble y lo vil”, y añadía que las virtudes morales se dan con mayor pureza entre las gentes vulgares, lo cual debe servir como continua reflexión necesaria.

Intencionadamente no he tomado en consideración ningún autor posterior a Hegel y Marx, ni tampoco lo que representó el comunismo, el fascismo y el nacional socialismo, con guerras, destrucción, deseo personal, y falta de libertad. Estamos ahora en la segunda década del siglo XXI, pero parece razonable tener en consideración épocas vividas, y hacer el esfuerzo necesario para mitigar la inestabilidad que vivimos y empezar a ver el mundo como es. No consintamos extremismos políticos de dudosa finalidad, evitemos superhombres endiosados y hagamos bien nuestro camino, fomentemos la ciencia, pero sigamos nuestra intuición que es, como manifestaba Bergson, la que puede captar directamente el mundo tal y como es.

Mi intuición me dice que independientemente del partido político que gobierne, todos o, casi todos, queremos que la sanidad funcione, que la justicia sea justa y eficaz, que la educación no este ideologizada y manipulada, que los ciudadanos y sus bienes estén protegidos, que los medios de comunicación sean independientes y ajustados a la verdad, que la digitalización sea asequible para todos y no para favorecer a los poderosos, que nuestros recursos se utilicen para mejorar las deficiencias que existen y, desde luego, no para conseguir beneficios personales a través del voto, la subvención o para fomentar el privilegio de los familiares y amigos. El verdadero sentido de la política como decía antes es tener criterios de mejora para todos los ciudadanos, haciendo que las instituciones funcionen, y lo que vemos actualmente parece que es lo opuesto, estamos en las antípodas. Exijamos buenas leyes y, sobre todo, que estén previstas sanciones mayores a todos aquellos que viven de la política o dirigen corporaciones si no cumplen con ellas, sencillamente porque tienen un mayor grado de responsabilidad y deberían ser referencia para la sociedad.

Solo de esta manera este periodo de inestabilidad nos podrá proporcionar ánimos para invertir la tendencia y ver la vida con algo más de optimismo para las generaciones venideras.

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