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Cómo medir el impacto positivo de tu empresa sobre la naturaleza

La conciencia medioambiental ya no es una cuestión solo moral. La economía no puede mirar hacia otro lado que no sea la sostenibilidad, ni de cara al futuro ni tampoco en el presente. Por eso, conceptos como capital natural, inversión ESG e impacto positivo están cada vez más presentes en los planes estratégicos de las corporaciones.

La línea divisoria antes nítida entre economía y naturaleza, se va desdibujando cada vez más. Ya no basta con mitigar el impacto negativo de la actividad económica de las empresas, si no que el rumbo debe dirigirse a neutralizar el impacto negativo y ser capaces de crear un impacto positivo para la naturaleza y para la sociedad. Auditorías, rankings e incluso estudios de mercado empiezan a hacerse eco de las métricas que permiten medir el impacto de las empresas sobre la biodiversidad y los bienes y servicios ambientales. La información es aún imprecisa e incompleta pero no por mucho tiempo. La nueva Directiva Europea de reporte en sostenibilidad (antes información no financiera), la Taxonomía europea y la actualización de los sistemas de reporte integrado son un llamado a proporcionar más y mejor información sobre el desempeño ambiental del sector privado.

En este nuevo contexto siempre habrá algunos sectores que siguen viendo el medio ambiente como sanciones o costes. Otros, en cambio, lo ven como una oportunidad para sacar pecho y atraer la mirada de los inversores. ¿Por qué? Porque hay empresas que han empezado a hacer los deberes: bien cuantificando el efecto de su actividad sobre la naturaleza y traduciendo esta información en KPIs para tomar mejores decisiones; o bien están invirtiendo en  innovación para corregir y compensar su impacto ambiental de manera más eficiente. Este cambio en la visión y el lugar que ocupa el medio ambiente en la estructura corporativa, no solo se ve reflejado en la imagen de marca de la empresa, sino que ya tiene relevancia en el balance de cuentas.

¿Y cómo han logrado las empresas hacer este giro para ser más verdes? Aquí viene la cuestión. Si solo hablamos de huella de carbono o huella hídrica, nos estamos perdiendo una parte importante de la información que debemos tener a la hora de tomar decisiones. Además, es importante poner el foco no solo en minimizar el impacto negativo, si no en ver si somos capaces de sumar al entorno.  Aquí es donde medir el capital natural es vital.

Cuando hablamos de capital natural nos referimos al conjunto de bienes y servicios que nos proporcionan los ecosistemas y que son la base de las actividades económicas y del bienestar social. El agua limpia y de calidad, la absorción de CO2 o la polinización son algunos de los servicios ambientales que la naturaleza nos ofrece de manera gratuita.  Aunque existen estándares para medir el capital natural -como el System of Environmental-Economic Accounting desarrollado por las Naciones Unidas o The Common Classification for Ecosystem Services de la Agencia Ambiental Europea -, las empresas no disponen de métricas e indicadores para integrar el valor de los ecosistemas en los que operan y los impactos que generan en una sola medida, entendida por todos los grupos de interés. Por eso, en 2017 nos pusimos a trabajar sobre nuestra propia metodología basada en los estándares actuales. A día de hoy ya hemos medido el balance de pérdidas y ganancias que generan actividades clave como la distribución y generación de energía o la construcción de infraestructuras con empresas como Enagás o Ferrovial.

En este afán por poner números a los impactos que las empresas generan en el medio ambiente no solo se miden los proyectos que son el core business. También se valoran todas las acciones que las compañías llevan a cabo para mitigar y compensar sus impactos, y que tienen un impacto positivo en el entorno. Nos referimos a todos los proyectos en colaboración con universidad y ONGs para conservar o restaurar la biodiversidad, en las que las compañías invierten importantes cantidades de dinero. En este sentido, Endesa desarrolló en 2019 un proyecto en el cual cuantificamos  el impacto positivo de  las acciones voluntarias sobre especies y ecosistemas, y valoramos de forma conjunta la rentabilidad de estas, tanto por la inversión que suponían como por los servicios ecosistémicos que ayuda a regenerar.

Estos son algunos ejemplos de cómo el capital natural se está situando en las estrategias corporativas de las empresas con más visión de futuro. Llegar a integrar los famosos criterios ESG (Environmental and Social Governance), ser capaces de medir la contribución a cada uno de ellos y saber transmitirlo a los inversores es la principal tarea en la que están inmersas las empresas hoy. La valoración del capital natural es un gran aliado en esta carrera por la sostenibilidad, y las empresas que consigan darse cuenta de ello serán las que tengan un puesto reservado en el podio. 

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