No hay limosna que pueda curar la injusticia social

Cuando era pequeño no podía mirar a los pobres. Me provocaba una sensación dolorosa ver a alguien tumbado en mitad de la calle pidiendo dinero. Estoy seguro de que a muchos de vosotros os ha pasado lo mismo… Un nudo en el estómago, una sensación de impotencia porque sabes que nada de lo que hagas va a sacar a ese ser humano de allí. No hay limosna que pueda curar la injusticia social.

Con el tiempo aprendí a ignorarlo, o hacer que lo ignoraba. Supongo que nos hacemos inmunes a la injusticia, principalmente para evitar nuestro propio sufrimiento.

Recuerdo tener que apartar la mirada con mis manos, ocultarme esa realidad porque sabía que si miraba, iba a romper a llorar.

Hoy las cosas han cambiado, mi corteza emocional se ha hecho más gruesa e inmune a las injusticias, pero ese niño que era sigue en mi, y, de vez en cuando, me recuerda que está ahí, y que es frágil, como todos los humanos.

Yo también soy defensor del avance social y económico, pero muchas veces me pregunto si eso está realmente haciendo que el mundo sea más justo, o está dilatando las brechas entre adultos y niños, mujeres y hombres, ricos y pobres; Entre los países, las empresas, las personas. Tratamos constantemente de dividir, porque eso nos hace sentir poderosos, pero las personas somos mucho más que una etiqueta, un color, una bandera.

No debemos olvidar que hasta que no haya igualdad en el mundo, no habrá justicia. Y sin justicia unos tendrán ventaja sobre otros, y al final siempre acabarán ganando los mismos.

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