Lo recuerdo perfecto. El año 2006 cambió mi vida para siempre. Vivía en el clásico mundo de un universitario acomodado que sentía que lo había vivido todo y tenía todo resuelto. Pero algo dentro de mí estaba vacío. Mi percepción era que no me sentía cómodo con la manera en que estaba devolviendo al mundo todo lo que me había entregado.
Pero una decisión cambió la vida de un minuto a otro. Un grupo de amigos me invitó a participar de un voluntariado universitario organizado por la ONG Internacional TECHO, que trabaja con familias que viven en extrema pobreza y asentamientos precarios. No dude en aceptarla porque tenía la intuición que algo pasaría con mi vida después de vivir esta experiencia: no me equivoqué y por eso estoy escribiendo aquí y ahora.
Creía que conocía mi país (Chile) como la palma de mi mano. Pero estaba muy equivocado. Viña del Mar era la ciudad en donde vivía, ícono de la música por su festival de la canción. Una ciudad hermosa y llena de magia, pero que esconde una realidad que hasta el día de hoy me avergüenza.
La capital del turismo en Chile es la ciudad que tiene más familias viviendo en asentamientos precarios. Son más de 23 mil viviendas las que no tienen agua potable, ni electricidad regular, ni son dueñas del terreno en el que viven.
Compartí por una semana completa con las familias de uno de los asentamientos, construyendo juntos una vivienda de emergencia para mejorar en parte las condiciones en las que vivían. Reí, disfruté, reflexioné y lloré como nunca. Me di cuenta que, a pesar de las diferencias, somos tan iguales y este planeta merecía un trabajo duro por la justicia social.
Desde ese día tome la decisión de transformar la comunicación en una herramienta que me permitiera aportar en proyectos que fuesen de alto impacto y mejoraran la calidad de vida de las personas. Con el correr del tiempo me encontré con la palabra “sostenibilidad” y pude transformar mi deseo en un plan de acción concreto.
Hoy me dedico a gestionar proyectos de sostenibilidad social y comunicación sostenible, generando contenido y concretando alianzas que vayan en la línea de la justicia social.
Lo reconozco. Es muy difícil responder esta pregunta. Más y cuando la justicia social sigue siendo una lucha constante y a veces la vemos más lejana que cercana. Para responder esta pregunta es necesario entender lo que realmente es la dignidad cuando hablamos de la sociedad que estamos construyendo.
Cuesta pensar que en la actualidad estemos tan lejos de garantizar derechos mínimos para vivir dignamente. Creo que la dignidad se relaciona directamente con los sueños que podemos cumplir como seres humanos.
Justicia social es para mí garantizar que todos los seres humanos sean capaces de cumplir con sus proyectos de vida, sin limitantes más que sus propios deseos o capacidades. Lamentablemente hemos construido una sociedad en la cual existen factores externos, económicos y hasta políticos que hoy en día están determinando que tengamos una u otra vida.
¿Te vacunaste contra el COVID19? Es probable que sí, pero existen países en donde ni siquiera han llegado las vacunas. Un factor externo es el que determinará que millones de personas en el mundo tengan una peor calidad de vida.
Pero ¿Hacia dónde podemos avanzar para contribuir con la justicia social? En esta etapa la sostenibilidad tiene mucho que decir. En la medida en que las políticas públicas y las iniciativas privadas avancen en dirección armónica, construiremos una sociedad más sostenible y por ende más justa.
Ese equilibrio virtuoso entre un medio ambiente libre de contaminación, una economía solidaria y una sociedad inclusiva, nos permitirá creer que realmente es posible vivir en justicia social.
Hace 16 años mi vida cambió para siempre. Espero que con justicia social también cambie para millones de personas que no tienen el privilegio que tenemos unos pocos. Queda mucho trabajo por hacer. Aquí estamos para seguir adelante y seguir trabajando con aquellos que quieren cambiar el mundo para siempre.
