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España, líder europeo en microfinanzas

En 2006 el economista Bangladesí Muhammad Yunus recibió el Premio Nobel de la Paz por hacer posible que los más desfavorecidos pudieran acceder al crédito y, de esta forma, a la mejora de sus condiciones de vida. Los microcréditos y la actividad del Grameen Bank, creado por él en 1976, salen a la escena mundial recordando a organismos, públicos y privados, y a la población en general, que existen millones de familias viviendo en condiciones de máxima pobreza y que hay alternativas de solución para ofrecerles una salida. La experiencia del Grameen Bank en Bangladesh no fue la única, pero la concesión del premio Nobel de la Paz la convirtieron en la referencia mundial de los microcréditos y el ejemplo que seguir en el importante desarrollo posterior de las microfinanzas en otros muchos países.

Hoy por hoy, las microfinanzas son una realidad tanto en países en desarrollo como ya desarrollados, y se las considera una parte necesaria del sistema financiero tradicional al que complementa o sustituye, según los contextos y lugares, cuando este no alcanza a atender las necesidades financieras de la población de menos recursos.

De entre los países desarrollados, España destaca por su liderazgo en el sector de las microfinanzas, tanto derivado de su apoyo a proyectos de microfinanzas en otros países, sobre todo de Latinoamérica, como de su propio desarrollo nacional a este respecto.

En el caso de los países desarrollados, la irrupción de las microfinanzas ha venido provocada por el éxito de estas en los países en desarrollo, si bien, lo ha hecho en un entorno económico y social radicalmente distinto. En estos países, el problema que tratan de resolver no es tanto el de la población en situación de extrema pobreza, sino, más bien, de la población en riesgo o en situación de exclusión social. Este hecho va a generar ciertas diferencias en la definición de los productos, respecto a los desarrollados en los países en desarrollo.

Antes de destacar las principales diferencias, y si revisamos un poco en la historia, podemos decir que, para los países desarrollados, lo más correcto sería hablar de un “renacimiento” de las microfinanzas, ya que muchas de las iniciativas puestas en marcha durante el pasado siglo tuvieron su origen en la Europa del S.XIX, o incluso antes.

Ejemplo de estas iniciativas son los pósitos y arcas de la misericordia, montes de piedad y el crédito rural cooperativo (algunas de ellas se remontan al siglo XV), en España o los fondos de préstamo de Irlanda; las sociedades benéficas de préstamos en Inglaterra, las cajas rurales italianas o las cooperativas de crédito en Alemania.

Todas estas experiencias, antecedentes de las microfinanzas actuales, se circunscriben a épocas y entornos económicos distintos a los actuales, y muy semejantes, sin embargo, a los que hoy tienen los países en desarrollo.

En los países en desarrollo las microfinanzas han sido la clave de una gran transformación social de ciertas zonas donde la pobreza es la norma; el motor de una revolución social pacífica que ha empoderado a esa numerosa población pobre y olvidada y le ha permitido liderar su propio progreso hacia una vida más digna.

Mientras, en los países desarrollados, donde son habituales las políticas sociales y de renta, las microfinanzas son una herramienta de crecimiento económico y cohesión social. Los microcréditos se focalizan, principalmente, en la población más desfavorecida socialmente, con alto riesgo o en exclusión social, muy ligada a exclusión financiera y laboral, es decir, a mujeres, familias monoparentales, personas mayores, personas con discapacidad, personas en rehabilitación por consumo de alcohol o drogas, y, aquellos colectivos con riesgo de desempleo de larga duración como los trabajadores de edad avanzada, jóvenes hasta 25 años, inmigrantes y minorías étnicas.

En cuanto al objeto del préstamo, en los países en vías de desarrollo, los microcréditos deben destinarse a la puesta en marcha o consolidación de un pequeño negocio, generalmente por parte de población pobre de zonas rurales.

Sin embargo, en los países desarrollados en los que la actividad empresarial se lleva a cabo en un entorno muy competitivo y extremadamente regulado, no resulta tan sencillo poner en marcha proyectos microempresariales sin conocimientos empresariales. Por ello, sólo se consideran una alternativa válida para un grupo minoritario de la población excluida; población que, contrariamente a los países en desarrollo, es necesario que se encuentre en las zonas urbanas, próximas al centro, y cuenten con recursos personales como formación, experiencia laboral y capacidad de emprendimiento, más allá de los recursos financieros que puedan necesitar y que se dotarían con el microcrédito.

Por último, mientras que en los países en desarrollo es básico realizar un acompañamiento para ayudar a los prestatarios a entender cómo funcionan los préstamos y para darles formación básica, en los países desarrollados, el fin principal de los microcréditos es soslayar la exclusión social que, aunque suele venir acompañada de exclusión financiera, es, en la mayoría de las situaciones, mucho más relevante y peligrosa. Los microcréditos son sólo una parte de todo un programa de intervención social, de una estrategia global, con un itinerario bien definido y adaptado a las necesidades personales y sociales de cada persona sujeta a reinserción social.

En este sentido, España dispone de varios programas e instituciones de ayuda a la inserción laboral de personas en riesgo o excluidas de la sociedad que trabajan con instituciones financieras que han desarrollado un segmento de negocio dedicado a las microfinanzas. En marzo de 2013 se creó la Asociación Española de Microfinanzas que cuenta, actualmente, con 14 instituciones asociadas.

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