Hoy lo llamamos empresas sostenibles, pero el movimiento filosófico que entraña recorre el mundo y ocupa ya a empresarios, políticos e investigadores,desde que la crisis de febrero de 2008 y siguientes pusiera en solfa el capitalismo mismo. Hoy, cuando empezamos a visualizar el mundo después de la COVID-19, ecordamos que, en los meses inmediatos, el debate sobre la empresa y sus relaciones con la sociedad alumbró dos fuertes impulsos con el documento firmado en agosto de 2019 por casi 200 CEOs norteamericanos (businessroundtable) y con las recomendaciones del Foro de DAVOS- 2020 sobre la necesidad de un “Stakeholderscapitalism”.
Viene a cuento recordar estos orígenes al presentar este documento que acompañan estas líneas, elaborado por la Fundación Euroamérica, explicando las acciones que han realizado muchas de las em presas que integran nuestro patronato o son nuestros colaboradores, durante la pandemia. Por supuesto, se trata de Acción Social, no propiamente de una estrategia integral de Sostenibilidad o de Responsabilidad Social, pero, no debemos olvidar, que la Acción Social se integra, como un elemento más, en la cultura de la Responsabilidad Social. Incluso, puede ser objeto de un comprensible marketing, siempre que sus acciones merezcan aprecio social. Y estas, créanme, lo merecen. En las páginas que siguen podrán ustedes comprobar lo que digo.
Airbus transporta mascarillas a España y produce viseras impresas en 3D; BBVA reparte 35 millones de euros en centros hospitalarios; CAF, Banco de Desarrollo de América Latina, abre línea de crédito a los países latinoamericanos; Cemex, con su red de voluntariado, ayudan a mejorar la calidad de vida de las comunidades donde trabajan; Deloitte dona máquinas de hemofiltros para las Ucis; FCC intensifica sus servicios sanitarios y medioambientales relacionados con la COVID y abre a sus empleados la colaboración con los bancos de alimentos; Google ayuda a las personas a conseguir la información adecuada y dona más de 800 millones de $ para ayudar a pymes, instituciones sanitarias y gobiernos; Iberdrola compra en China y entrega a la administración equipos de respiración, mascarillas y material de protección por valor de 22 millones de euros; Iberia pone en marcha el Corredor aéreo sanitario; Ineco colabora con Cruz Roja a través de su ingeniería y dona miles de tablets a las residencias de mayores; LLYC colabora con el BID en un programa regional de mapa de riesgos; Mercedes Benz cede furgonetas para traslado de personal y material sanitario; Softtek ofrece gratis el acceso a sus plataformas a las pymes para comercializar sus productos; Santander destina 100 millones de euros a iniciativas solidarias diversas; Telefónica despliega la red de datos del hospital de IFEMA y la de los hoteles convertidos en hospitales durante la crisis; Repsol fábrica gel hidroalcohólico y dona material para la fabricación de EPIS.
Son solo algunas de las acciones destacadas en las páginas de esta revista que la Fundación Euroamérica se honra en publicar. Podría decirse que se trata de contribuciones sociales exigibles en los dramáticos días que hemos vivido entre marzo y mayo. Que era una obligación moral por su parte. Pero a continuación debe añadirse que nadie les obligaba a hacerlo. También puede decirse que son aportaciones marginales en sus cuentas de resultados. Pero, a continuación, debe recordarse, que la mayoría de estas empresas harán pérdidas este año.
Durante estos 15 años de desarrollo de la RSE he discutido muchas veces, con amigos y adversarios, sobre la utilidad de este movimiento “sostenible” de las empresas. “Es propaganda social” decían unos, “es simplemente marketing reputacional” decían otros, “los comportamientos empresariales no mejoran por la voluntariedad, sino por la ley”, me esgrimían a menudo. Nunca callé ante estas argumentaciones y siempre expuse mi teoría gradualista, pragmática, respecto a las posibilidades de incorporar a las empresas a un horizonte de justicia social, de sostenibilidad medioambiental, de compromiso con el entorno laboral y social de todos sus Stakeholders (grupos de interés).
Siempre he estado convencido de que la sociedad del siglo XXI exige actitudes y comportamientos a las empresas que no vienen de la ley, sino de la sociedad informada, preocupada, exigente, que demanda empresas inclusivas, transparentes, ecológicas, comprometidas con los ODS, los Derechos Humanos, fiscalmente cumplidoras, responsables, en definitiva. De hecho, muchas de esas exigencias no estaban en las leyes y lo están ahora por la evolución exigente de la sociedad y por las buenas prácticas de las vanguardias empresariales. Como ejemplo basta recordar la información no financiera, los códigos de conducta, la presencia femenina en los Consejos de administración, la conciliación entre vida privada y trabajo, los Planes Nacionales de Derechos Humanos y tantas conquistas más de esta cultura empresarial.
¿Que es publicidad? Claro, porque pueden hacerla. Peor sería que nadie hiciera publicidad porque nadie hiciera nada, socialmente estimable. De manera que, aquí los tienen. La hoja de servicios de estas compañías, a lo largo de la pandemia. Me consta que ahí siguen. Como nosotros, trabajando con ellas en favor de una relación UE-AL cada vez más estrecha y necesariamente solidaria.
Este artículo es mi introducción al documento “Acción Social de las empresas del Patronato y colaboradores de la Fundación Euroamérica”.