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Los edificios son nuestra tercera piel: después de nuestra propia epidermis y de la vestimenta, la esencia de la arquitectura es crear un hogar, ese refugio que nos protege del exterior. Esta protección, este cuidado, sin embargo, se ha degradado hasta alcanzar extremos insostenibles, convirtiendo nuestra tercera piel en justo lo contrario a lo que debería ser. 

Por un lado, generamos una contaminación excesiva en el proceso de construcción de los edificios, que incluye no solo el proceso de obra, sino también la producción de materiales y su transporte. Paradójicamente, al procurarnos ese refugio del exterior, estamos convirtiendo ese exterior un lugar cada vez más hostil, contaminado y peligroso.

Al mismo tiempo, hemos perdido el carácter protector de nuestras casas, hasta el punto de dar lugar, ya no solo a construcciones con una capacidad muy limitada de protección, sino que, en muchos casos, nos encontramos ante lo que se denominan ”edificios enfermos” o edificios que hacen enfermar a las personas. En Europa, un tercio de los niños/as vive en casa insalubres y en España alcanza al 29% de los menores de edad.

La Organización Mundial de la Salud, que lleva advirtiendo de este fenómeno desde principios de 1980s, define el Síndrome del Edificio Enfermo como aquel que produce “molestias ocasionadas por la mala ventilación, la descompensación térmica, las cargas electromagnéticas y las partículas y vapores de origen químico que circulan por el edificio en el que vivimos o trabajamos".

Partimos del hecho de que la mayoría de nosotros pasamos el 90% del tiempo en espacios cerrados. Es por ello que, cuando hablamos de la calidad del aire, debemos mirar al cielo, pero sobre todo a nuestras casas. Hoy en día, la calidad del aire en las ciudades, donde vive la mayor parte de la población, es muy deficiente y genera muchos problemas de salud pública, incluidas cientos de miles de muertes evitables o prematuras. A esa tan mejorable calidad del aire exterior debemos sumarle, además, los contaminantes interiores, partículas en suspensión, polvo, humedades, formaldehidos, gas radón, etc.

Gracias a distintas disciplinas de conocimiento: la química, la física, la medicina y la propia arquitectura, conocemos y podemos medir estos fenómenos y aportar soluciones. Existe el conocimiento y las herramientas para atajar estos problemas, pero en muchos casos se encuentran dispersos, desorganizados y es difícil discriminar lo que tiene valor de lo que no. 

Por estos motivos, la asociación Ecómetro para la medición y difusión de la ecología en la arquitectura, presentó junto a Triodos Bank la semana pasada su nueva herramienta: Ecometro Uso Vivienda. Una aplicación web, disponible en cualquier dispositivo con acceso a Internet, que pone a disposición de todas las personas una fuente de información fiable, que facilita su aprendizaje sobre la ecología en el hogar, permitiendo hacer de nuestras casas viviendas más saludables y ecológicas. 

La aplicación solicita al usuario datos sobre distintas características de su hogar y, al tiempo que evalúa cada variable, le propone soluciones para la mejora en distintos ámbitos: ahorro de agua, aislamiento, confort térmico… De esta manera, cualquiera puede aprender, para después medir y luego, intervenir en la mejora de la salud de su vivienda. En pocas palabras: hacer que el espacio donde pasa la mayor parte del tiempo sea lo menos contaminante para el planeta y lo más saludable para las personas.

Desde sAtt Arquitectura, uno de los impulsores de Ecómetro y estudio del que soy fundador y CEO, llevamos 17 años apostando por este tipo de arquitectura, diseñando casas y oficinas con estrictos criterios ecológicos y también sociales. Porque tampoco debemos olvidar la dimensión relacional de nuestros edificios, de creación de comunidad, de colaboración ante situaciones complejas, como las que nos vaticina la actual emergencia climática. 

Así que, si estamos buscando edificios que nos cuiden, debemos dar un paso más allá y, además de no emitir CO2, usar energías renovables, utilizar materiales reciclados, evitar el PVC o producir energía fotovoltaica, deben poner los mimbres para una comunidad sana, resiliente y menos vulnerable. Es por ello que promovemos el diseño y construcción de lo que llamamos coviviendascoliving, cohousing o viviendas colaborativas, un tipo de promoción más habitual en otros países de Europa y EE.UU. 

Se trata de edificios, además de ecológicos, con un alto porcentaje de espacios comunes y con vocación de encuentro y colaboración: terraza, lavandería, parking de bicis, cocina compartida, biblioteca…. Y un largo etcétera de posibilidades que permiten crear nuevas formas de relacionarnos, de disfrutar de experiencia comunes, de compartir la vida. Porque compartir también es cuidarnos.

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