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Cualquier libro sobre creación de empresas, cualquier experto asesor, incluso cualquier lego en la materia sabe que el primer objetivo de una organización es ser rentable para sus socios y que todas las estrategias de negocio deben llevar a la maximización de la rentabilidad de su capital. Pero la sociedad ha cambiado y las empresas no tienen nada que ver con lo que se enseñaba hace unos años en las escuelas de negocio.

Ahora, muchos emprendedores innovan por el mero hecho de sacar sus ideas adelante. Internet ha abierto un mundo de posibilidades a miles de personas y eso ha provocado que el mundo empresarial haya dado un vuelco para llegar a lugares hasta ahora desconocidos.

En este sentido, cada vez más empresarios, en sintonía con el sentir de los ciudadanos, se dan cuenta de su responsabilidad individual con el planeta y con la sociedad y prefieren mantener un compromiso con los valores que transmiten y que no siempre se cumplían. Por ello también, hace ya cuatro años, los líderes mundiales, reunidos en la Asamblea General de Naciones Unidas, adoptaron un conjunto de 17 objetivos globales para erradicar la pobreza, proteger el planeta y asegurar la prosperidad para todos como parte de una nueva agenda de desarrollo sostenible y que deberían alcanzarse antes de 2030.

Los denominados Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) que plantea la Agenda 2030 que surgió de aquella reunión en la ONU tienen el propósito global de conseguir un mejor mundo para todos mediante la búsqueda del fin de la pobreza, del hambre cero, de una mejor salud y bienestar de los ciudadanos de todo el planeta, de una educación de calidad, de la igualdad de género, del uso de agua limpia y saneamiento para todos, de una energía asequible y no contaminante, del trabajo decente, de la reducción de las desigualdades, de la sostenibilidad en ciudades o del consumo y de la producción responsables, entre otros. Se trata de objetivos para cuya consecución trabajan, a través de fundaciones y ONG de todo el mundo, miles de empresas, organizaciones, administraciones y ciudadanos. Pero, tal y como apuntábamos al inicio del artículo, de la misma manera que la tecnología ha revolucionado no sólo la forma en la que nos comunicamos, sino también en la que trabajamos, vivimos e incluso consumimos, ¿no ha llegado el momento de que impacte también en la forma en la que ayudamos?

La tecnología no sólo puede ayudar a conseguir ciudades energéticamente más eficientes o producciones industriales más sostenibles, tal y como estamos acostumbrados a escuchar. También puede ayudar a las empresas a canalizar el soporte que ofrece a terceros (fundaciones, ONG y asociaciones) para conseguir un planeta biodiverso, en paz y con recursos para todos. Así lo están haciendo ya, por ejemplo, la Universidad de Stanford, que ha desarrollado un modelo de Machine Learning para predecir situaciones de pobreza y actuar antes de que ocurran; la comunidad de ciberactivistas Hackster, que también mediante algoritmos de Machine Learning está detectando zonas en las que existen bacterias contaminantes y dañinas en el agua para poder filtrarla; o la organización Tykn, que está  ayudando, con tecnologías de Blockchain, a la identificación digital de los ciudadanos sin certificación de nacimiento (solicitantes de asilo, nacidos en zonas de conflicto sin registros,…) para garantizar un acceso igualitario a servicios y oportunidades.

De la misma manera que gracias a la tecnología, los procesos, las decisiones y los resultados de una organización pueden optimizarse, es hora, como vemos, de que los proyectos relacionados directa o indirectamente con la consecución de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, a los que debemos sumarnos todos como responsables del cuidado del planeta y de nuestro entorno, también puedan ser gestionados de forma más eficaz gracias a las ventajas que nos proporciona la misma tecnología. Es decir, que la tecnología contribuya de verdad a construir un mundo mejor para nosotros y para las generaciones futuras.

En muchas ocasiones, sin embargo, vemos cómo diferentes departamentos dentro de una misma empresa trabajan como silos independientes también a la hora de destinar recursos solidarios o también profesionales comprometidos que dedican de forma personal e independiente parte de su tiempo a ayudar, sin darse cuenta de que la suma de los esfuerzos de sus compañeros o incluso de la organización puede multiplicar los efectos de su ayuda. Para evitar todo esto, sería imprescindible que se pudieran publicar y monitorizar iniciativas sociales desempeñadas por voluntarios de la propia organización para ser transparente no solo en el destino de los fondos o del tiempo de los profesionales sino también en su eficacia de manera que se tenga la capacidad de medir el impacto, en tiempo real, que produce cada iniciativa social llevada a cabo. De la misma manera, los profesionales que quieran participar en los proyectos deben poder interactuar con las iniciativas desde el móvil, facilitando así la comunicación entre compañeros e incluso con otras organizaciones que participen en los mismos programas.

En definitiva, en este nuevo entorno empresarial que se está construyendo alrededor de la tecnología, las organizaciones deben aportar también parte de sus recursos a la mejora de la sociedad y del planeta, de forma transparente y eficiente, fomentando la colaboración entre profesionales y ONG y esto es algo que sólo se puede conseguir gracias a los avances tecnológicos que hasta el momento se utilizan solamente en la gestión de los negocios.

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OpiniónODSTecnología

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