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La ausencia de ética en la toma de decisiones ha desencadenado en estos últimos 50 años la decadencia de los modelos empresariales y políticos basados en la ambición personal en detrimento del bienestar general. Sin ir muy atrás en el tiempo, estos son los casos de Odebrecht y de Cambridge Analytica cuyas nefastas consecuencias se han visto no solo en el ámbito de los negocios sino también han tocado los cimientos de la sociedad y de la democracia.

Como os comentaba en mi anterior artículo , la ética ejerce un papel trascendente en la formulación de la visión que los líderes tecnológicos tendrán del planeta, del ser humano y de los nuevos modelos de negocio; contribuyendo entre otros, con una guía o modelo para la toma de decisiones.

Estamos atravesando un momento histórico en que los líderes tecnológicos deben preguntarse qué tipo de sociedad es la que están creando para ellos, en el corto plazo, y cuál es la sociedad que heredarán a sus hijos.

Coincido plenamente que las tecnologías exponenciales son un conductor y facilitador de la mejora de la calidad de vida, desde mi punto de vista será difícil que esa mejora llegue a todos en condiciones iguales si no se aplica la ética como principio y fin de todas las decisiones, de consideraciones esenciales como la necesidad de establecer un salario mínimo universal, estas y otras decisiones requieren que los líderes tecnológicos y políticos piensen en el bien común -corriente ética que justifica la toma de decisiones-.

¿Qué va a pasar con las personas que en 5-10 años deberán cambiar de ocupación al ser sus tareas reemplazadas por robots? Este salto implica no solo un cambio en el modelo de producción -industria 4.0- sino también del económico. Líderes de todos los ámbitos han manifestado la importancia de preparar a la sociedad para este cambio adoptando medidas sociales; ahora bien, es una responsabilidad ética -de todos- contribuir a que esto se cumpla.

El modelo ético de toma de decisiones es un mecanismo sencillo que se incorpora a nuestro razonamiento, como un chip, para dilucidar, a través de éste, todos los dilemas o juicios a los que nos enfrentamos.

El modelo de toma de decisiones que propuse a mis alumnos tomado de Hartman & Desjardins, consiste de 7 sencillos pasos que comparto con vosotros para que lo incorporéis como filtro a vuestras decisiones: 1) Determinar cuál es el dilema ético o los hechos; 2) Identificar los aspectos éticos en el caso concreto; 3) Identificar los interesados –stakeholders- involucrados; 4) Considerar las alternativas para dar respuesta a la situación; 5) Determinar cómo la decisión afectará o beneficiará a los stakeholders; 6) Contar con asesoría externa –mentores o asesores legales por ejemplo-; 7) Valorar la decisión adoptada. La mayoría de las “decisiones no éticas” en el ámbito de la empresa se evitarían sin tuvieran un análisis preliminar adecuado junto con un marco ético de guía sin contar con la necesidad de códigos de conducta y de una cultura corporativa basada en valores.

Si bien los primeros modelos éticos de toma decisiones tuvieron su origen en la antigua Grecia, en adelante el hombre ha evolucionado en muchos aspectos y en otros, desde mi punto de vista, ha perdido por completo el sentido de prioridad. ¿Qué hemos aprendido de las lecciones de vida que nos han dejado casos como Odebrecht o Cambridge Analytica? Parecería mucho más sabio aprender de las lecciones de otros que esperar a pasar por las propias, ¿verdad?.

 

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