Sin restar importancia a las decisiones que hemos tomado y a las que nos enfrentamos a diario, los jóvenes de hoy, en la misma medida que la tecnología y la ciencia evolucionen, se enfrentarán a dilemas éticos como si fuesen tomados de historias de ficción y sus decisiones –nada baladís- impactarán en sus organizaciones y a la vez en la vida de cientos o millones de personas. Entonces, los jóvenes han de ser conscientes sobre la importancia de los roles que asumirán y de que adoptarán decisiones de negocio en circunstancias complejas en los cuales corren el riesgo de que estas favorezcan un retorno económico a costa de un perjuicio ético.
¿Estamos haciendo algo por ellos? La vorágine de la actividad en la que vivimos -que combina obligaciones profesionales, personales y un sinfín de interacciones en redes sociales- hace que restemos importancia a pensar sobre ¿cuál es nuestra impronta para las nuevas generaciones?
La respuesta a estas preguntas reclama de nosotros un cambio de actitud inmediato que priorice transmitir “valores” y “ejemplo”.
La ética ejerce un papel trascendente en la formulación de la visión que los líderes tecnológicos tendrán del Planeta, del ser humano y de los nuevos modelos de negocio; contribuyendo con principios, pautas de conducta y, entre otros, con una guía para la toma de decisiones que los ayudará a dimensionar, de forma previa, el impacto de cada una de ellas en los potenciales receptores –stakeholders-.
Para avanzar hacia el cambio de conciencia, nuestra experiencia y conocimiento debe favorecer la formación una cultura basada en valores de la que los jóvenes aprendan y en la cual se apoyen para tomar decisiones en todos los ámbitos de su vida. De esta forma contribuiremos también, en el largo plazo, a mejorar y aumentar la calidad de vida.
