Auditar no lo es todo. Es necesario, pero no suficiente. Hace tiempo, pensábamos que las auditorías eran la respuesta a todos los problemas. Pero la acumulación de años, los cambios limitados e impacto insuficiente nos encara con la realidad: hace falta algo más.

La globalización tiende a uniformar al mundo y nos dice que actualmente es lo mismo hacer negocios en cualquier parte del planeta. Las auditorías responden a un mandato de neutralidad mundial y asumen que existe una realidad objetiva y comprensible para todos. Ignora que en cada país hay personas que viven y trabajan en un contexto específico. Y que ese contexto permea los lugares de trabajo y relativiza todo lo que la auditoría considera neutro, por ejemplo, lo que se entiende por acoso sexual, cuánto valoramos la seguridad sobre la velocidad en términos de productividad o cuánto toleramos el calor, el ruido y las largas jornadas de trabajo.

Si queremos que las auditorias sean realmente útiles, necesitamos estar abiertos a trabajar desde contextos específicos. Eso incluye identificar cómo la gente entiende, aprende y cambia. Incluye demostrar con claridad cuál es la importancia de las cosas que no se consideran todavía importantes en algunos contextos. Porque sobre todas las cosas, una auditoría tiene que proveer información útil y de valor real para el que está siendo auditado.

La globalización podrá decir que todo es igual; pero las personas entendemos mucho más, y sabemos que el mundo no es así.

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