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“En la teoría de juegos hay dos tipos de juego; los juegos finitos y los juegos infinitos. Un juego finito se define por contar con unos jugadores conocidos, unas reglas fijas y un objetivo determinado. Como el Baseball. Por el contrario, en un juego infinito existen jugadores conocidos y desconocidos, reglas cambiantes y el objetivo es seguir jugando”. Así se explicaba el escritor inglés Simon Sinek en una de sus conferencias para TED.

Tanto la lucha sindical, como la defensa de los Derechos Humanos pertenecen a la segunda categoría de juegos. Siempre ha habido empleados (campesinos y obreros) y empleadores (los dueños de la tierra o el capital según la época) cuyos intereses en mayor o menor medida han chocado de forma frontal. Como explicaba Sinek, en este tipo de juegos las normas y los jugadores cambian con el tiempo, incluso, si se quiere, podemos decir que hasta el nombre del juego cambia (términos como capitalismo o movimiento sindical no nacen hasta bien entrado el siglo XIX, y hoy ya no hablamos de “lucha de clases” aunque sí de Estado de Bienestar). De manera que la lucha por los derechos de los trabajadores y la prevención y reparación de los efectos dañinos de las actividades económicas del hombre es una partida que lleva jugándose toda la vida y en la que con paciencia y sacrificio se han ido alcanzando logros notables, mayoritariamente en los países occidentales, como la jornada laboral de ocho horas, la abolición del trabajo infantil, el derecho a huelga y un largo etc.

Con la llegada de la globalización las normas, como tantas otras veces, volvieron a cambiar. El tablero de juego se expandió de forma notable y las empresas empezaron a operar de forma cada vez más habitual a nivel global y a trasladar determinadas actividades a lugares en donde la legislación se ajusta mejor a sus intereses (normalmente a países en vías de desarrollo).

No niego los efectos positivos de la globalización, la cual ha ayudado a millones de personas a salir del umbral de la pobreza, ni acuso a todas las ETNs de mala praxis. Muchas de ellas han actuado de forma responsable y lo llevan haciendo durante mucho tiempo. Nada de esto puede negarse. Sin embargo, tampoco pueden negarse los efectos nocivos que han traído consigo muchas operaciones de las ETNs en forma de innumerables abusos contra los DDHH que ocurren corno resultado de Ia globalización económica.

Siempre ha habido quien ha trabajado en aras de la prevención y la reparación justa de los daños provocados por las ETNs. Desde los Estados hasta la sociedad civil. No obstante, hasta el momento, el enfoque dominante ha sido Ia adopción de directivas de carácter voluntario para Ias empresas, un enfoque que si bien ha demostrado ser de cierta utilidad resulta insuficiente para abordar con contundencia el problema que se busca resolver. Es como presentarnos a un partido de tenis con un palo en vez de una raqueta. Seguro que alguna bola conseguimos devolver, pero el porcentaje será muy bajo.

En este contexto, hace cuatro años se aprobó en el Consejo de Derechos Humanos de Ias Naciones Unidas la resolución impulsada por Ecuador por la cual se creó un grupo de trabajo cuyo mandato fue “elaborar un instrumento jurídicamente vinculante que regulara Ias actividades de Ias ETNs y otras empresas en el ámbito del derecho internacional de los derechos humanos” (Res. A/HCR/RES/26/9). En otras palabras, Naciones Unidas dijo que ya era hora de comprar una raqueta.

La semana pasada se celebró en Ginebra la cuarta ronda anual de negociaciones para la creación de un Instrumento Internacional Jurídicamente Vinculante Sobre Derechos Humanos y Empresas Transnacionales en la que se presentó el “Zero Draft” para dicho Instrumento con una participación récord de representantes de la sociedad civil que viajaron hasta Ginebra, reuniendo 280 miembros acreditados y 25 expertos que hablaron como panelistas.

A lo largo de cinco días (15 al 19 de octubre) tuvieron lugar numerosos debates sobre puntos clave del proyecto de Instrumento Vinculante, siendo los principales temas candentes la conveniencia o no de incluir a todas las empresas (nacionales y transnacionales), la necesidad o no de especificar qué DDHH quedan protegidos por este Instrumento o la falta de referencia a los Principios Rectores sobre Empresas y Derechos Humanos de Ia ONU, los cuales han sido criticados por varios grupos de la sociedad civil y expertos por su carácter no vinculante, lo que deja la prevención y reparación de violaciones de DDHH en manos de la buena voluntad de las ETNs, precisamente lo que busca corregir este Instrumento.

La semana concluyo con las recomendaciones del Chair-Rapporteur Luis Gallegos, Embajador ecuatoriano ante la ONU, que incluían, la necesidad de invitar a las partes interesadas (en especial a las victimas) a presentar comentarios y propuestas sobre el borrador del Instrumento Vinculante, así como de presentar un nuevo borrador revisado del Instrumento Vinculante para finales de junio de 2019 a tiempo para la próxima ronda de negociaciones que tendrá lugar dentro de un año.

Me entristece decir que hasta el momento la posición oficial de la Unión Europea ha sido alarmantemente pasiva, cuando no de oposición, respecto al contenido de la resolución y al desarrollo de los trabajos hacia el Instrumento Vinculante. Todo ello a pesar de que el Parlamento Europeo ha aprobado varias resoluciones (la última hace apenas unas semanas) e iniciativas con directa mención del Instrumento Vinculante y solicitando a la UE y a los Estados miembros que participen de manera constructiva. El argumento más sólido de la UE es que el proyecto se refiere únicamente a las ETNs y no a las empresas nacionales, las cuales también violan los DDHH, incluso dentro de las fronteras de la Unión. Como decíamos, uno de los puntos más polémico durante todo el proceso negociador.

Con todo, hay motivos para el optimismo, pues durante esta cuarta ronda de negociaciones hemos visto un amago de cambio de actitud de la Representación de la UE en esta materia. A pesar de haber anunciado que la UE estaría presente en las negociaciones, pero no participaría de ellas, una línea seguida por sus Estados miembros con la excepción de Francia, el Representante Permanente de la UE ante la ONU en Ginebra, Jerome Bellion, criticó la ausencia de una mención específica sobre la protección de los defensores de DDHH, un punto que ha sido muy criticado por la sociedad civil. Se trata de un primer paso en la buena dirección de lo que sin duda será un largo camino, pues la UE debe ser un actor no solo participativo sino protagonista en este proceso. En un juego transnacional como es el de la globalización es necesario que participen de forma activa y lideren la marcha jugadores transnacionales. La UE lo es.

No puedo pronosticar cuándo ni en qué forma se alcanzará el ansiado Tratado Vinculante. Tengo solo la esperanza de que lograremos ese objetivo como tantas veces lo hicimos en esta partida infinita por la defensa de la dignidad humana. La razón la daba Sinek en la conferencia que citaba al comienzo de este artículo; “en un juego infinito no hay ganadores ni perdedores, solo jugadores que siguen jugando o dejan de jugar cuando se quedan sin recursos o sin motivación para seguir jugando”. Los que trabajamos por la defensa de los DDHH contamos con la motivación inagotable que nos da saber que estamos del lado de una causa justa y por ello seguiremos jugando. Seguiremos luchando.

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