“Son duendes de la tierra y de las montañas. La imaginación popular los ve como enanos barbudos, de rasgos toscos y grotescos; usan ropa ajustada de color pardo y capuchas monásticas (...) tienen la misión de custodiar tesoros ocultos”, nos cuenta Jorge Luis Borges en su “Libro de los seres imaginarios”, un prodigio de imaginación, fantasía y frescura tan necesarias hoy como ayer, imprescindibles siempre...

Los que saben sobre gnomos dicen que no hay que confundir a estos maravillosos seres con helfos, enanos, trolls, trasgos y otras criaturas parecidas. Vil Huygen y Rien Poortvlier, autores de dos deliciosos libros sobre gnomos (E. Montena, 1980/82), sostienen que, en la actualidad, los gnomos son seres casi ignorados, aunque su nombre signifique (o precisamente por eso) “administrador del hogar” o, según otra variante, “poner en orden”, dos tareas imprescindibles cuando transitamos por los albores de una Nueva Era, singularmente cuando hablamos de Responsabilidad Social, es decir, de compromiso, un particular empeño de todas las personas -académicos, profesionales, medios de comunicación, consultores, estudiosos, dirigentes, trabajadores, hombres y mujeres cabales- que han decidido, liderados por directores y directoras de RS (DIRSE), que la Responsabilidad Social es la mejor justificación, si es que se necesita alguna, para recuperar las ilusiones básicas que ya se han agotado y regenerar la confianza perdida para seguir creyendo en las personas y en las instituciones, en los comportamientos éticos y transparentes, en el respeto a los derechos humanos, en la consecución de los ODS y en la función social que tienen que jugar los ciudadanos, la empresas de cualesquiera dimensión y las organizaciones de toda índole, cuyos integrantes debemos ser necesariamente honestos y responsables si, como nos enseñara Faulkner, queremos permanecer libres.

Los “dirse” no pueden volver la espalda a la corrupción imperante ni a la desigualdad, ambas talón de Aquiles de la moderna economía, y aun de la propia sociedad, ni dejarse seducir por las “fake news” aprovechando que la “posverdad” se ha convertido en el deporte de moda y se crean realidades inexistentes. Definitivamente, cuando la información ha dejado de ser un bien escaso y, gracias a las redes sociales, se ha convertido en la materia prima del siglo XXI, los humanos, mas que aprender a relacionarnos, a conocernos e informarnos, a dialogar, nos conectamos...

Los “dirse”, como los gnomos, tienen la misión de custodiar tesoros ocultos, y deben velar por la coherencia sin excusas, diciendo lo que deben y haciendo lo que dicen, huyendo de la “subcontratación responsable”, esa práctica relativamente extendida que permite a otros -normalmente mercenarios descreídos- convertirse en vicarios indeseables que copian y aplican idéntico patrón a cualquier organización, “industrializan” las prácticas de RS y olvidan las enriquecedoras, humanas e inevitables diferencias. Los “dirse” son los guardianes del cofre de los valores (esfuerzo, trabajo, decencia, solidaridad, ética...) en los que cada organización debería cimentar su futuro...

En la deseable “paideia” de los ciudadanos, de las empresas y de las instituciones, en una época nueva, los “dirse” deberían ser protagonistas principales de un proceso educativo que ayude, desde las organizaciones, al desarrollo integral de la persona, con el añadido de eso que se llama ejemplo y que atesora una extraordinaria significación pedagógica, y se transforma en una exigencia que debería adornar siempre a los lideres y dirigentes de cualquier clase y condición. No será fácil: les queda a los “dirse” una larga andadura; estamos en el principio de un camino que nos conduce inexorablemente a una nueva forma de hacer empresas y organizaciones, y a reescribir el rol que las instituciones deben asumir en el nuevo contrato social que se demanda.

Desde una profunda convicción, los “dirse” serán -y ya lo están haciendo- sembradores y más impulsores que ejecutores. En los albores de la IV Revolución Industrial, y como si de un nuevo oficio se tratara, los “dirse” han de ser capaces de resetear periódicamente esa realidad dinámica llamada empresa que, para ser sostenible -y ahí esta el porvenir- debe estar abierta siempre a la búsqueda de la excelencia. Axel Munthe, médico y filántropo sueco escribió que si alguien no había visto alguna vez a un gnomo no estaría bien de la vista. Seguramente es así, pero a las empresas que han sido incapaces de, dándoles la importancia que tienen/merecen, colocar un “dirse” en sus vidas, no puedo por menos que compadecerlas.

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