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El techo de cristal (glass ceiling barriers), es un concepto que trata de evidenciar y explicar las barreras invisibles de ascenso en mujeres con alta cualificación. ¿Cómo es la situación española respecto a este índice?. ¿Qué causas específicas de nuestro mercado podrían estar incidiendo en el resultado?, ¿cómo podríamos mejorar?. En el artículo se tratará de dar una visión de algunos de los motivos que estarían afectando en nuestro ITC.

El ITC es el índice que mide por países y devuelve una calificación total, resultante de la media obtenida en 10 indicadores concretos, como son salarios, costes del cuidado de los niños, derechos de maternidad y paternidad, etc.

EL ejercicio de medir es clarificador. Aquello que no medimos, no lo gestionamos. El ITC (índice del techo de cristal) y su análisis, es un ejemplo válido que confirma el axioma. Si hiciéramos una encuesta entre la población española no conocedora de esta información, es muy probable que la percepción de la situación de nuestro país resultara muy por debajo de esa posición 15, donde nos situamos actualmente. Esto no quiere decir que no tengamos que hacer esfuerzos por mejorar, pero si nos hace ver que tenemos una base ya asentada sobre la que deberemos crecer. Tenemos los cimientos, ahora hay que construir el edificio.

Analizando concretamente el caso español, los indicadores que se tienen en cuenta para establecer el ranking de los países en relación con el denominado techo de cristal, nos sitúa en el puesto 15. Comparándonos con países desarrollados de nuestro entorno y de nuestro perfil, nos situamos por encima de países como Alemania, Gran Bretaña o E.E.U.U. y por debajo de otros como Portugal, Bélgica o Francia.  Sin embargo, ¿debemos conformarnos con este resultado?, la inmensa mayoría de personas contestaríamos que no. Este análisis, debe servirnos para consolidar aquello que estamos haciendo bien y mejorar en aquellos aspectos donde nuestra valoración se sitúa lejos de los estándares óptimos. En este contexto, llama la atención la poca participación de las mujeres en consejos de administración, con tan sólo un 9.5% sobre el total de personas y que reflejaría una desviación negativa frente al país que obtiene mejor resultado (Noruega) de 3,8 veces. Cuestión que se podría poner en relación con otro índice que igualmente refleja una posición marcadamente mejorable para España: mujeres examinándose del GMAT, donde obtenemos un 24.4%, frente al 36.8% de la media de la OCDE o frente al 52% del país con mejor índice (Eslovaquia). Por tanto, aquí tenemos el primer aspecto que deberíamos plantearnos para mejorar: ¿cómo debemos implementar políticas o acciones que ayuden a las mujeres a formar parte de los programas de estudios en administración y dirección de empresas?, y que como consecuencia lógica de los resultados de esta política el espectro de candidatas a ocupar puestos en consejos de administración pudiera aumentar. Igualmente, y más corto plazo podríamos combinar con políticas y acciones más directas que incentiven la ocupación de manera gradual y efectiva de estos puestos por las mujeres. Es decir, y volviendo a ahondar en la reflexión realizada en la primera cuestión, debemos actuar teniendo en cuenta dos líneas principales: por un lado, educación y por otro, acción política que cambien comportamientos sociales preestablecidos.

Como indicadores favorables, y entendiendo favorables como mejor posicionados en el ranking, y no como objetivos alcanzados y donde no tengamos que seguir avanzando, nos encontramos con: Diferencias en educación superior (2,7% a favor de las mujeres), diferencia de salario, donde España alcanza el menor porcentaje de divergencia de todos los países (6%) junto a Polonia y mujeres en el parlamento, en el que nos situamos con 10 puntos porcentuales por encima de la media de la OCDE.

Los factores que hacen que un país, una sociedad determinada, esté mejor o peor en relación con la ITC son diversos. La cultura y la educación recibidas, son los principales factores que influye en los comportamientos de las personas que conforman una sociedad. En este sentido, el filósofo y economista Amartya San (2004), nos dice: “La verdadera cuestión es, más bien, de qué manera —y no si acaso— importa la cultura. ¿Cuáles son las diferentes formas en que la cultura puede influir sobre el desarrollo? ¿Cómo pueden comprenderse mejor sus influencias, y cómo podrían éstas modificar o alterar las políticas de desarrollo que parecen adecuadas?”.

La filósofa y escritora Sara Berbel, nos dice con relación al techo de cristal:” El resistente techo de cristal está formado por factores internos y externos a las propias mujeres y, de entre ellos, podríamos destacar los estereotipos, los prejuicios y la propia estructura social”.

Uniendo los dos pensamientos expuestos, se podría erróneamente asumir que el techo de cristal, al formar parte de la cultura, estereotipos, prejuicios y estructura social de un país, fuera una barrera invisible que tuviera la propiedad de ser indestructible, objetivo final que sería el deseable. Sin embargo, es obvio que no es así. La cultura, los estereotipos, los prejuicios y la propia estructura social están en continuo movimiento, no son estructuras fijas que no reciban las influencias del entorno y de las actuaciones que desde dentro de la propia sociedad se propicien por las personas que la componen. Es esencial, valorar la educación como fórmula para asegurarnos que nuestras generaciones venideras disfruten de una sociedad más justa, más equitativa, más diversa y con un enriquecimiento de los valores personales, que al fin contribuyan a alcanzar los patrones de bienestar que marquemos como objetivos.

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Opiniónigualdadgénero

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