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Nunca hay espacio para todo en un artículo breve y si nos preguntamos cuál es una tendencia adicional en responsabilidad social que faltaba en mi artículo publicado a principio de año en este medio (Diario Responsable, 14 de enero de 2018), diría que es la aceleración de la agenda en salud y bienestar vinculada a los aspectos de sostenibilidad y RSE. Como se podrá ver en el artículo anterior, todos los aspectos mencionados (cambio climático, diversidad, transparencia…) están teniendo su protagonismo este año, pero para subsanar la no incorporación de la salud y bienestar (ODS 3 además), sería importante trasladar algunos elementos interesantes.

En primer lugar, es interesante tener los datos y hacer el diagnóstico. Según la Agencia Europea de Salud y Seguridad, en el 75% de los lugares de trabajo en Europa existen riesgos debido a la excesiva carga o a la inseguridad en el trabajo. De hecho, los costes por enfermedades debidas al trabajo en Europa suponen entre el 3 y el 5% anual del PIB. En estas cifras se incluyen 4.000 muertes evitables por accidente y 160.000 por enfermedades debido al trabajo cada año.

En este contexto, las empresas con un liderazgo responsable tienen un papel clave en poner foco en la salud y bienestar de los empleados. Proteger la salud y seguridad, además de una exigencia legal, se convierte en un compromiso ético.

Además, el caso de negocio (el business case en terminología anglosajona) está claro. Multas, incremento de costes, reputación. Riesgo para las empresas con influencia en su compromiso (atraer y retener a los mejores), en su productividad y sin duda en los resultados. Y, por supuesto, pérdida de oportunidades de trabajar con modelos responsables respondiendo a las demandas de las personas que trabajan en la organización y de la sociedad.

De hecho, en Europa, sólo un tercio de las empresas tienen un plan contra el estrés. El 37% de los trabajadores tiene tiempos de entrega muy ajustados, el 62% realizan movimientos repetitivos de manos o brazos y el 34% afirma trabajar demasiado rápido. Si bien es cierto que bajan los accidentes, suben las enfermedades laborales: enfermedades mentales, problemas musculoesqueléticos y cáncer entre las principales.

En este sentido, las empresas tienen un riesgo de enfocarse en sus programas en lo individual y no tomar acciones en el nivel organizacional. Quizá políticas para asegurar una carga de trabajo asumible, buenas relaciones en los equipos y formación adecuada -aspectos que debe liderar la dirección- tienen más impacto que las políticas que la propia agencia europea llama de “fruta y pilates” que solo llegan a unos pocos.

Existen retos que es necesario identificar y abordar. Aspectos como la obesidad: el 30% de los trabajadores del sector salud en Reino Unido son obesos. El estrés, los cambios de turno continuos, la falta de sueño (responsable de pérdidas de 4,7 días de trabajo al año) o las dificultades para comer bien en las horas de trabajo son gestionables desde la dirección con una mejor organización. Ni cabe decir que muchas de estas personas se sienten poco legitimadas para aconsejar hábitos de vida saludable a las personas que cuidan.

La velocidad en el trabajo y las nuevas tecnologías han traído nuevos problemas de salud y bienestar mental que actualmente sufren el 38% de los europeos y supone un 3,4% del PIB europeo en costes directos e indirectos y que hay que gestionar con una mezcla de soluciones sencillas (como limitar los correos electrónicos fuera de hora, por ejemplo) y medidas estratégicas.

Un tercer reto reciente es la adicción a los opioides, descrita en EEUU como una epidemia nacional por las autoridades sanitarias. Más ciudadanos americanos mueren en la actualidad por sobredosis de estos productos actualmente (49.000 según el Economist el pasado año) que por accidentes y armas de fuego actualmente.

¿Y qué encontramos en las empresas que han puesto la salud y el bienestar como un eje estratégico? En primer lugar, que han disminuido riesgos. Según los principales analistas financieros en sostenibilidad en un análisis a 2.900 grandes empresas a nivel global sobre sus programas de salud y bienestar, existe una correlación entre programas débiles de salud con problemas de relaciones laborales (que se incrementan en un 36%), de calidad del producto y de productividad.

Pero, además, las empresas que tienen programas estratégicos de salud y bienestar, informan de forma transparente sobre sus indicadores de resultado (sólo el 38% de momento) e incluso vinculan la compensación de ejecutivos al programa de salud y bienestar de la compañía (lo hacen un 18%), tienen de nuevo una correlación con la evolución de su valor.

Estas son sólo algunas buenas razones, éticas y de negocio, para desde hoy ponerlo de forma más relevante en el punto de mira de las empresas.

Tendencias de RSE en 2018: un año para avanzar en la agenda de la sostenibilidad

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